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Opinión / Tribuna

El PSOE trató de entregar un confidente a ETA a cambio del Gobierno de Navarra en 1991

Por José Ignacio Palacios Zuasti

El autor repasa unos hechos relevantes ocurridos en Navarra durante el proceso de investidura de Juan Cruz Alli tras las elecciones de 1991. 

Luis Roldán, durante su época como director de la Guardia Civil. LA VANGUARDIA
Luis Roldán, durante su época como director de la Guardia Civil. LA VANGUARDIA

El 26 de mayo de 1991, se celebraron en Navarra elecciones municipales y forales. Estas fueron las terceras desde que el 16 de agosto de 1982 entrara en vigor la LORAFNA.

En las dos ocasiones anteriores el centroderecha había concurrido por separado y en ambas había accedido a la presidencia del Gobierno de Navarra el socialista Gabriel Urralburu, mediante el procedimiento que entonces se establecía en el artículo 29.3 del Amejoramiento del Fuero: “Si, transcurridos dos meses a partir de la primera votación, ningún candidato hubiera obtenido la mayoría simple, será designado Presidente de la Diputación Foral el candidato del Partido que tenga mayor número de votos”.

Por eso, unos meses antes de estos comicios de 1991, el centroderecha navarro, que había aprendido el camino para llegar a la presidencia, se unió para, así, poder lograr ser la lista más votada. Con tal fin, el 25 de marzo de 1991, se firmó el Pacto entre Unión del Pueblo Navarro –UPN- y el Partido Popular –PP- por el que desapareció la organización del PP de Navarra y sus militantes en esta Comunidad Foral pasamos a pertenecer a UPN. De esta forma, a partir de ese día, UPN representó en Navarra los intereses del PP hasta el mes de octubre de 2008 en que esa unión se rompió.

Fue así como la nueva UPN logró 20 escaños en esas elecciones forales, por lo que se convirtió en la lista más votada y se situó en una posición privilegiada para que su candidato, Juan Cruz Alli, pudiera alcanzar la presidencia del Gobierno de Navarra por el mismo procedimiento por el que la había logrado en las dos ocasiones anteriores el socialista Gabriel Urralburu.

El arco parlamentario que salió de las urnas fue el siguiente: UPN, 20 escaños; PSN-PSOE, 19; Herri Batasuna –HB-, 6; Eusko Alkartasuna –EA-, 3 e Izquierda Unida –IU-, 2. A la vista de estos resultados, ni UPN en solitario, ni el PSOE con la ayuda de EA e IU tenían asegurado el triunfo y para poder  abrir la puerta del Palacio de Navarra necesitaban la llave de los 6 votos de los proetarras de HB.

ALLI, UN PRESIDENTE INDIGNO PARA EL PSOE

El Parlamento se constituyó en el mes de junio y, una vez finalizados los Sanfermines, el 17 de julio, el candidato de UPN, Juan Cruz Alli, se sometió al debate de investidura. Las dos primeras votaciones, de las cuatro que estaban previstas, las que eran de mayoría absoluta, se celebraron los días 18 y 20 de ese mes y su resultado fue de 20 votos a favor (UPN) y 24 en contra (PSOE, EA e IU).

En ellas no participó HB por los problemas que le surgieron a una de sus parlamentarias, Zutoia Michel, que estaba en la cárcel y no podía acudir al Parlamento. Después, en las otras dos, las de mayoría simple, celebradas los días 22 y 24, volvió a alcanzar la confianza de los 20 votos de su Grupo, UPN, y el voto en contra de los 30 restantes, HB incluida.

Unos días más tarde, el 7 de agosto, hubo un nuevo debate de investidura. En esta ocasión con el candidato socialista Urralburu, que en su discurso dijo que no era posible un pacto político PSOE-HB, al tiempo que ofreció a los abertzales el diálogo, pero únicamente en el Parlamento. Al día siguiente, el portavoz de HB, Patxi Zabaleta, desde la tribuna del Parlamento, dejó muy claro que su coalición iba a votar que no. Ante este anuncio, los dos socios del pretendido gobierno de “progreso” -PSOE y EA- le respondieron que “estaban regalando el Gobierno a la derecha”. Al término del debate, ese día 8, se celebró la primera votación, en la que el candidato Urralburu logró 22 votos a favor (PSOE y EA), 26 en contra (UPN y HB) y 2 en blanco (IU), por lo que los socialistas eran conscientes de que si no se movían las posiciones en las tres votaciones restantes su candidato sería rechazado y el regionalista Juan Cruz Alli alcanzaría la presidencia del Gobierno el 18 de septiembre.

48 horas después de esa primera votación, el sábado 10 de agosto, a la una de la tarde, se celebró la segunda con idéntico resultado. A partir de ese momento ya solamente quedaban dos oportunidades más, estas de mayoría simple, en las que Urralburu necesitaba obtener más votos a favor que en contra, por lo que sólo un cambio de actitud de HB, votando a favor o simplemente absteniéndose, podía propiciar el gobierno de “progreso” o de centroizquierda (PSOE-EA) que es el que decían que “estaba pidiendo Navarra”.

Como estaba previsto, los días 12 y 14 se celebraron esas votaciones, en las que no hubo sorpresas y la  candidatura de Urralburu fue rechazada. La última sesión fue muy breve y tan pronto como concluyó el PSOE se percató de que se le habían cerrado definitivamente las puertas del Palacio de Navarra. Por eso, del Parlamento se fueron directamente a su sede del paseo de Sarasate, en la que se reunió su Comisión Ejecutiva para aprobar una declaración política que habían dejado pergeñada el día anterior, en la que se recordaba que mientras que el PSOE se había negado a negociar con HB, Juan Cruz Alli se había reunido con ellos en dos ocasiones.

En esa declaración se decía que para los socialistas, “tanto el acuerdo tácito con HB para el acceso al Gobierno, como el cambio explícito de posición respecto al proyecto de autovía [de Leizarán] suponen una gravísima vulneración de los principio que han venido sustentando los partido democráticos”, por ello estimaban que Alli “se ha situado junto a quienes pretenden imponer violentamente sus opiniones y se ha enfrentado, por tanto, a los partidos políticos democráticos y a la mayoría de nuestra sociedad”.

En su declaración, los socialistas consideraban a Juan Cruz Alli como “indigno de acceder a la más alta representación de la Comunidad Foral”, al tiempo que manifestaban su “firme decisión de no colaborar en el futuro con el Gobierno que pueda presidir el Sr. Alli” y, anunciaban que, en el plazo que todavía quedaba hasta que el candidato de UPN fuera proclamado presidente, “el PSN está dispuesto a colaborar con todas las fuerzas políticas democráticas que lo deseen, en la búsqueda de un compromiso que dote a Navarra de un Gobierno de mayoría parlamentaria”.

El ya casi presidente del Gobierno, Juan Cruz Alli, respondió ese mismo día diciendo que la reacción del PSOE era un “desahogo muy humano que había que entenderlo como una válvula de escape de una caldera de vapor del PSOE en la que arroja leña mucha gente, todos los que se ven privados de su puesto en la administración, de su status, etc”.

Después de esa fecha ya no hubo más procesos de investidura, por lo que se dejaron correr los plazos y el 18 de septiembre, tal y como estaba previsto, el presidente del Parlamento –el socialista Javier Otano- propuso al Rey, para su nombramiento como Presidente del Gobierno, a Juan Cruz Alli, que tomó posesión del cargo el día 25 de ese mismo mes.

El nuevo gobierno empezó a funcionar y el curso político echó a andar sin que el PSOE se resignara a estar en la oposición y Urralburu a ser un simple parlamentario, y todos ellos se negaban a tratar con un Gobierno presidido por una persona a la que habían declarado “indigna”. En esta actitud se mantuvieron hasta que en los primeros meses de 1994 empezaron a aflorar los temas de corrupción que afectaron a Gabriel Urralburu, que le llevaron a tener que dimitir como secretario general de su partido y como parlamentario foral, y se creó en el Parlamento una comisión de investigación del denominado ‘Caso Huarte’.

LA TXARTELA DE ROLDÁN

Fue el 16 de junio de 1992 cuando, a través de una información publicada en el diario ABC, nos enteramos de un informe que la Policía había incautado a ETA en el que aparecía que en la tarde del sábado 10 de agosto de 1991, el día en el que se había celebrado en el Parlamento de Navarra la segunda votación de la investidura de Urralburu, había habido una conversación telefónica entre el socialista Luis Roldán, ex delegado del Gobierno en Navarra y en ese momento director general de la Guardia Civil, con Patxi Zabaleta, portavoz de HB, en la que habían mediado los buenos oficios del parlamentario foral socialista, José Luis Úriz, que entre los años 1988 y 1989 había sido responsable de Izquierda Unida en Navarra y que en 1990 se había pasado al PSOE. En ese informe incautado a ETA se decía: “Es a través de esta persona [Úriz] como se da la entrevista entre P.Z. [Patxi Zabaleta] y E.C. [Enrique] Curiel y cómo P.Z. recibe la llamada y petición de telefonear a L.R. [Luis Roldán]. Le entregan el teléfono de L.R. en una “txartela” [tarjeta] de la ‘Presidencia del Gobierno de Nafarroa’ y le dicen que tiene que llamar él ([P.Z.]. El teléfono es de Madrid y le dan hora para la llamada”. A Zabaleta le advirtieron que la llamada “era para concertar una entrevista que tendría lugar el domingo, día 11-8-91. No era por tanto, en principio, para hablar o debatir cuestión alguna pero sin embargo al final fue esto último lo que sucedió”.

Zabaleta, sigue diciendo la información de ABC, llamó al teléfono de Madrid para “confirmar y concretar la cita”, creyendo que “solamente se trataría de fijar sitio y hora de la reunión del día siguiente. El sitio preestablecido iba a ser el domicilio particular del parlamentario antes citado [Úriz]. Sin embargo, R. [Roldán] empieza a hablar y preguntar acerca de la elección de Urralburu”.

En el documento se detalla -según ETA- el contenido de la conversación telefónica entre Luis Roldán y Patxi Zabaleta en la que el director general de la Guardia Civil dice al dirigente batasuno que la elección de Urralburu como presidente del Gobierno de Navarra es “muy importante en el contexto de unas hipotéticas negociaciones”.

Asimismo, según el documento etarra, Roldán subrayó a su interlocutor “que la oferta que él hacía era la de mantener una reunión con HB, porque eso sería un hecho importante por las siguientes razones: porque no existía relación alguna entre HB y los etarras deportados en Santo Domingo; a este respecto recordó que Ignacio Aldecoa e Íñigo Iruin no pudieron entrevistarse con ‘Antxón’ en su desplazamiento a la isla caribeña y que la decisión del Gobierno era que no pudieran volver a entrevistarse. Subrayó que, a partir de ese momento al Estado lo representaba el propio Roldán ‘y nadie más’. También comentó que la reunión sería ‘secreta’”.

Continuaba diciendo el diario ABC que, según el citado documento, el director general de la Guardia Civil enfatizó que “esa reunión tenía que contar con la garantía previa de nuestra abstención a Urralburu. Es decir, que fuera cual fuera el resultado de la reunión, fuera cual fuera su contexto y hubiere acuerdos o no, HB tenía que garantizar de antemano que iba a facilitar un Gobierno de Urralburu”. “Sugería –añade- pero sin aclaración alguna, que la reunión sería para iniciar ‘un nuevo proceso de conversaciones’, pero como decimos no concretó nada más”.

El periódico seguía informando que Zabaleta respondió que HB no podía garantizar –“a priori”- un cambio de postura ya que antes quería discutir y llegar a acuerdos sobre el programa de Gobierno de Navarra. La contestación de Roldán fue que “si no había garantía previa (de la abstención) no podía haber reunión”. Zabaleta le preguntó entonces qué importancia tenía eso si la reunión iba a ser secreta, a lo que el director de la Benemérita contestó que “era igual, que se acabaría sabiendo”. Zabaleta dijo que “el hecho mismo de la reunión es un resultado y por lo tanto se debe considerar como tal, que es abrir una posibilidad”.

En el documento incautado a ETA se refería también a una reunión celebrada entre Patxi Zabaleta y el político ex comunista y militante socialista Enrique Curiel que “fue totalmente diferente”. Según el documento, Curiel manifestaba que “su preocupación fundamental era que el PP no alcance un nuevo Gobierno autónomo”, en este caso Navarra.

De todos estos datos nos enteramos el 16 de junio de 1992, cuando Luis Roldán era todavía el respetable director general de la Benemérita que poco después estuvo a punto de ser nombrado ministro del Interior por Felipe González, y cuando todavía no se había convertido en un prófugo de la justicia. Además, en esa fecha faltaban todavía muchos meses para que estallara el ‘Caso Huarte’ por el que Gabriel Urralburu sería condenado, por un delito de cohecho, a 4 años de prisión. Y, lógicamente, en ese momento tanto Urralburu, como Roldán y Úriz negaron todo lo que decía ese informe incautado a ETA y dijeron que no se podía dar crédito a los asesinos.

Cuando conocí toda esa información que venía a echar por tierra lo que Urralburu y el PSOE de Navarra nos habían estado vendiendo desde el verano anterior, escribí un artículo que Diario de Navarra me publicó el 25 de junio y que llevaba por título ‘Dignidad y Coherencia’ en el que concluí así: “como no puede ser cierto, por eso espero que el PSN-PSOE inmediatamente desmienta, de forma clara y rotunda, todas estas filtraciones. Y, en caso de que sean ciertas, por dignidad y coherencia y por el respeto que deben tener al pueblo de Navarra, el Sr. Urralburu y sus colaboradores dimitan inmediatamente de todos sus cargos”.

La respuesta me la dio ‘el secretario de Comunicación y miembro de la Ejecutiva del PSOE-PSN’, Carlos Cristóbal, que terminó su escrito así: “Pido al señor Palacios, a los señores de UPN-PP, que por dignidad, por coherencia y por el respeto que deben tener al pueblo de Navarra, apaguen el ventilador, entierren el hacha de guerra, e intentemos volver a ser una comunidad en la que Gobierno y oposición conviven y guardan las formas y maneras, de ustedes depende si durante los próximos meses los políticos navarros vamos a dedicarnos a descalificación de los líderes políticos navarros y a airear supuestos escándalos políticos, o a trabajar buscando la armonía entre Gobierno y oposición”.

Unos meses más tarde, el 4 de octubre de 1992, el periódico Navarra Hoy, que entonces se editaba en Pamplona, dedicó dos páginas a un careo al que habían sometido a Patxi Zabaleta y José Luis Úriz, a los que presentaba como los protagonistas en “el mes de agosto del pasado año de una serie de encuentros políticos durante el proceso de investidura, para dialogar sobre la violencia y la actitud que iba a adoptar HB en la elección del nuevo presidente. No hubo acuerdo”. Ahora, seguía diciendo ese periódico, “doce meses más tarde, con un panorama político distinto, tras el año de Gobierno de Juan Cruz Alli y la actuación policial sobre ETA analizaban la actualidad política navarra y las posibilidades de diálogo entre dos formaciones que se autocalifican de izquierda”.

Navarra Hoy indicaba que “de aquellas conversaciones, en las que participaron también de una forma u otra el director de la Guardia Civil, Luis Roldán, y el presidente de la Fundación Europa y militante socialista, Enrique Curiel, no hubo otra conclusión que la falta de acuerdo”. José Luis Úriz trató de transmitir a HB, a través de Patxi Zabaleta, que se abstuviera en la votación de investidura de Gabriel Urralburu “porque siempre sería más positivo para el desarrollo de Navarra un Gobierno de izquierda que un de derechas”. Los socialistas, que defendían junto a EA lo que se denominó “gobierno de progreso”, argumentaron que “ésa era la opción que mayoritariamente habían votado los navarros, frente a la minoría conservadora que en el Parlamento representan los 20 escaños de UPN”. Y seguía diciendo el periódico que por su parte, HB exigió entonces debatir un posible programa de gobierno y plasmar un acuerdo  que garantizase su cumplimiento mínimo.

EL 'ESCÁNDALO ROLDÁN'

Pasó el tiempo y dos años más tarde, cuando ya se había destapado el ‘Escándalo Roldán’, en el Congreso de los Diputados  se creó una Comisión de Investigación, en la que comparecieron muchas personas y en ella que declaró -el 16 de mayo de 1994- un comandante de la Guardia Civil -S.G.R.- que habló sobre lo sucedido en ese mes de agosto de 1991, cuando él era capitán y estaba destinado en el Servicio de Investigación y Desarrollo de la Subdirección General de Apoyo de la Guardia Civil.  En su declaración, que está tomada textualmente del Diario de Sesiones, el comandante dijo que: “Luis Roldán le pidió el nombre de un confidente en Navarra para entregárselo a Herri Batasuna”. Según S.G.R.: “el dirigente de HB Patxi Zabaleta exigió a Roldán en 1991 la identidad del topo que había facilitado la caída del comando Nafarroa de ETA a cambio de permitir que el socialista Gabriel Urralburu accediera a la presidencia foral”. Y se preguntó: “¿Y por qué pedían el francés? Porque era el autor de todas las desarticulaciones de ETA en Navarra. … El caso es que me pedía eso y no lo di, me fui directamente. Y además dije que no lo diría nunca. …Y el voto de HB no cambió”.

En definitiva, lo que este comandante declaró en el Congreso de los Diputados fue que para que HB permitiera la permanencia de Gabriel Urralburu en la presidencia del Gobierno de Navarra, Patxi Zabaleta había pedido al director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, el nombre del confidente o topo que había facilitado la caída del comando Nafarroa de ETA y que Roldán, en vez de dar por terminada la conversación con el batasuno ante una pretensión tan inadmisible, lo que hizo fue acudir a la Guardia Civil y solicitarle esa información que, lógicamente ésta se negó a facilitársela. Y, por eso, al no poder cumplir los socialistas con lo solicitado por Zabaleta, Herri Batasuna siguió votando en contra, Urralburu perdió el puesto y Juan Cruz Alli alcanzó la presidencia del Gobierno por ser el candidato del partido más votado.

El asunto es tan sórdido y de tal gravedad que sobre él he escrito en la prensa en varias ocasiones; así, el 19 de mayo de 1994, el 20 de marzo de 1995 y el 28 de abril de 2005, en Diario de Navarra y el 24 de marzo de 2016, en ABC. A mi escrito de 2005 me respondió, primero (30 de abril de 2005), Patxi Zabaleta “desmintiendo” todo: “Jamás tuve nunca ningún conocimiento de la trama que refiere el Sr. Palacios, según la cual Roldán andaba preguntando a un comandante el nombre del confidente que delató al ‘Comando Nafarroa’, para cambiar dicha información por un apoyo político, que por cierto no se produjo. Considero que tal trama es una fábula inventada, es decir una mentira. Desde luego ni tuve ocasión de rechazarla, porque es la primera vez que tengo noticia de tal patraña”.

Le repliqué inmediatamente y se calló. Y, a continuación, entró en acción José Luis Úriz (3 de mayo de 2005) diciendo que yo le “implicaba de manera falsa (por cierto, mentir es pecado) e inmoral en una supuesta trama en la que, según su calenturienta imaginación, había que entregar a ETA el nombre de un infiltrado (supongo que insinúa para matarlo, y de ahí viene lo de inmoral) a cambio del apoyo de HB en la investidura del candidato del PSN”. Y añadió: “Entendía que la mentira era tan burda, la supuesta información tan falaz, insultante e impropia de una persona que se reconoce muy religiosa, que más bien se trataba de una campaña de prensa (a costa de calumnias sobre Zabaleta y sobre mí … Pero ahora leo que sigue insistiendo, y para evitar eso de que ‘el que calla otorga’ he decidido escribir este desmentido. Jamás participe ni participaré en ninguna operación que suponga una monstruosidad como la que el Sr. Palacios insinúa”. Y concluía así: “Muy mal, Sr. Palacios. Con lo bien que me caía y lo bajo que ha caído”. También le contesté y no hubo respuesta por su parte.

¡Qué amnesia tan súbita tuvieron los dos que se olvidaron del cara a cara que habían tenido en Navarra Hoy en octubre de 1992, como he citado más arriba!

DE ERMUA A LIZARRA

Y de ese escrito, en el que José Luis Úriz negaba todo, han pasado más de trece años y, ahora, hace unos días, el lunes 24 de septiembre de 2018, en Diario de Noticias se ha descolgado con un artículo, que lo firma en su condición de ‘exparlamentario y concejal del PSN’, con el título de ‘19 años del ‘espíritu de Leitza’, en el que confiesa que el 20 de septiembre de 1999, se celebró una comida “secreta” en el caserío de Patxi Zabaleta, en Leitza (“preparada por Koro, la compañera de Patxi”) a la que dice asistieron “Alfredo Pérez Rubalcaba, Enrique Curiel y yo mismo por el PSOE” y “Pernando Barrena, Joseba Pemach Santi Kiroga y Patxi Zabaleta” por HB”.

En ese artículo cuenta muchas cosas y, entre otras, reconoce que para esa fecha Enrique Curiel y él llevaban diez años de contactos con Patxi Zabaleta y que esas reuniones las hacían “siempre con la supervisión del ínclito Rubalcaba” y que de esa “comunicación y diálogo sabía  … especialmente Felipe González”.

Antes de seguir con lo que ahora nos descubre José Luis Úriz, conviene contextualizar el momento en el que se celebró ese encuentro, esa comida “secreta”.

En septiembre de 1999 gobernaba en España el Partido Popular. El presidente del Gobierno era José María Aznar y el ministro del Interior Jaime Mayor Oreja. Y en Navarra gobernaba Unión del Pueblo Navarro (coaligado con el PP) y el presidente del Gobierno era Miguel Sanz. Por tanto, en España y en Navarra el PSOE estaba en la oposición y no tenía ninguna responsabilidad de gobierno en materia antiterrorista.

Pero, además, dos años antes, el 10 de julio de 1997, la organización terrorista ETA había secuestrado al concejal del Partido Popular de Ermua (Vizcaya) Miguel Ángel Blanco y lo había ejecutado dos días después. Un suceso que hizo que España entera, y con ella el País Vasco y Navarra, se movilizara contra ETA y acorralase a su brazo político Herri Batasuna, en lo que se llamó el ‘Espíritu de Ermua’.

Hay que recordar que en esas horas en las que Miguel Ángel Blanco estaba en su cautiverio, a petición del presidente del PP vasco, Carlos Iturgáiz, se reunió, con la oposición del presidente del PNV, Xabier Arzalluz, la comisión de seguimiento del Pacto de Ajuria Enea y en ella se produjo el siguiente diálogo entre éste e Iturgáiz:

-Iturgáiz, estos que gritan «Vascos, sí, ETA, no» son los de todos los autobuses que habéis pagado para venir a la manifestación -dice Arzalluz.

-Javier, hay que ser ciego para decir eso. Los que gritan son vascos. Eres mezquino –le responde Iturgáiz

-Qué van a ser vascos. Son gentes que habéis traído de fuera –le replica Arzalluz

Y, el 13 de julio, un día después de la manifestación de Bilbao en la que se pidió la liberación del edil y cuando el cadáver de éste todavía estaba caliente, Arzalluz que se sentía desbordado y en cierta medida aludido por los gritos incesantes de «Libertad» que había oído en la calle el día anterior, en donde había visto a muchos de sus militantes y simpatizantes en primera fila, codo con codo con gentes de otros partidos, al comprobar que su visión nacionalista de la sociedad vasca peligraba, porque muchos tabúes se estaban moviendo en las últimas hora, en una nueva reunión de esa comisión de seguimiento le dijo a Iturgáiz:

-Mira, Iturgáiz. Ahora estamos todos subidos en la cresta de la ola, pero no olvides que la ola bajará y, cuando baje la ola, tomaremos cada uno nuestro camino.

Unas palabras que Carlos Iturgáiz interpretó así: «ahora tenemos que estar con vosotros, ayudándoos, pero sólo por un tiempo».

Sí, en esos días de julio de 1997 cuando, según Arzalluz, estábamos “todos subidos en la cresta de la ola”, Herri Batasuna se vio aislada y acorralada. El propio Xabier Arzalluz lo describe así en su libro autobiográfico cuando dice: “Fueron ellos [ETA] los que consiguieron aquella movilización sin precedentes (…) De modo que el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco alcanzó la repercusión que tuvo porque la propia ETA se puso la zancadilla”. Pero esa zancadilla no le hizo caer, porque el PNV y su sindicato, ELA-STV, estuvieron al quite para que se mantuviera en pie y, para ello, tan sólo tres meses después, en octubre de 1997, ELA-STV presentó en Gernika el embrión de lo que después se conocería como ‘Pacto de Lizarra’, que fue algo que el analista político Patxo Unzueta lo describió así: “El intento de integración de ETA y su brazo político había sido puesto en marcha por el PNV tras la conmoción de Ermua”.

Es cierto que en los meses siguientes al asesinato de Miguel Ángel Blanco, Herri Batasuna no pudo actuar con la impunidad a la que estaba acostumbrada, pero también lo es que los concejales y cargos del Partido Popular y de Unión del Pueblo Navarro tuvimos que seguir sentándonos frente a frente a los de HB y tuvimos que seguir llevando unas escoltas que en muchos casos no sirvieron para garantizar la vida a algunos de nuestros compañeros, porque entre los meses de diciembre de 1997 y junio de 1998 seis fueron los concejales de PP y UPN que ETA asesinó: José Luis Caso, José Ignacio Iruretagoyena, Alberto Jiménez Becerril y su esposa Ascensión, Tomás Caballero y Manuel Zamarreño. Como dijo el presidente Aznar pocos días después del asesinato de este último: «dieron un ejemplo de gallardía, de valor, de defensa de los principios y en defensa de los que nos han dejado ya».

Y, mientras que ETA abatía a los concejales del PP y de UPN, los partidos nacionalistas democráticos estaban afanosos negociando con el brazo político de ETA, HB, y por eso, antes de que hubiera transcurrido tres meses del asesinato de  Zamarreño, el 12 de septiembre de 1998, todos ellos se reunieron en Estella (Navarra) para firmar ese ‘Pacto de Lizarra’, del que excluyeron al PP y, también, al PSOE porque, como allá se dijo: «Tenemos que sumar quienes aceptamos que la soberanía corresponde a ciudadanos y ciudadanas vascos». Ese pacto enterró el ‘espíritu de Ermua’ y fue un paso previo para que ETA anunciara cuatro días después, el 16 de septiembre, una tregua «indefinida e incondicional» que duró hasta el 3 de diciembre del año siguiente.

Y es entonces, durante la vigencia del ‘Pacto de Lizarra’, del que había sido marginado el PSOE, y durante la tregua «indefinida e incondicional» en la que ETA no mataba pero, como bien advertía Mayor Oreja, se estaba rearmando, cuando el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba acude a Leitza, a casa de Patxi Zabaleta y allá estuvo “seis horas frente a frente” con los batasunos Pernando Barrena, Joseba Pemach Santi Kiroga, en lo que Úriz nos dice que “fue una comida llena de debate político, de intercambio de opiniones, pero también, entrañable, en la que se fraguó lo que durante años y años fue una vía de comunicación eficaz”.

Él lo cuenta y no tenemos motivos para dudar de que fue una comida “entrañable” y que sirvió para fraguar “lo que durante años fue una vía de comunicación eficaz” entre HB y el PSOE, donde se fraguó el ‘Espíritu de Leitza’.

Pero la realidad es que tan sólo cuatro meses después de ese encuentro tan cordial, el 21 de enero de 2000, ETA volvió a las armas y asesinó en Madrid al teniente coronel Pedro Antonio Blanco y que un mes después, el 22 de febrero, mató al socialista Fernando Buesa (y a su escolta), y que en los meses siguientes de ese año 2000 acabó con dos socialista más: Juan María Jáuregui, el 29 de julio, y Ernest Lluch, el 21 de noviembre, así como con a cinco concejales del PP Jesús María Pedrosa, José María Martín Carpena, Manuel Indiano, José Luis Ruiz Casado y Francisco Cano.

En ese almuerzo de Leitza se habría podido fraguar “lo que durante años y años fue una vía de comunicación eficaz” entre HB y PSOE pero la realidad es que en los años siguientes ETA acabó con la vida de otros cuatro socialistas más: Florián Elespe (21.03.2001), Juan Priede (22.03.2002), Joseba Pagazaurtundua (8.02.2003) e Isaías Carrasco (7.03.2008) e hirió gravemente a otro, Iñaki Dubreuil. Y mató, también a José Javier Múgica, concejal de UPN, asesinado en Leitza (14.07.2001) y al presidente del PP de Aragón Manuel Giménez Abad (6.05.2003). Y no nos podemos olvidar del resto de víctimas mortales que hubo desde el final de esa tregua, entre otros el cabo de la Guardia Civil Juan Carlos Beiro que también fue asesinado en Leitza el 24 de septiembre de 2002.

Por lo que la comida de Leitza pudo ser muy “entrañable”, pero sirvió de muy poco y no se entiende que mientras que ETA asesinaba a siete socialistas y hería gravemente a otro más, Rubalcaba pudiera mantener esa “vía de comunicación eficaz” que Úriz confiesa que se “fraguó” allá.

Pero el hecho es que con su confesión de ahora nos está confirmando que era cierto todo aquello que él y otros socialistas nos han estado negando durante todos estos años. Porque, cuando en 1992 escribí el artículo antes citado, en el que dije: “Después de todo lo que hemos oído y leído durante todos estos meses al Comité Regional del PSN-PSOE, a su Secretario General –Urralburu-, a su Secretario de Organización –López Mazuelas- y a miembros de su Ejecutiva –por ejemplo, Cristóbal-, no puede ser cierto que el parlamentario foral José Luis Úriz contactase con Patxi Zabaleta sobre el asunto de la investidura del Gobierno de Navarra, ni que el 10 de agosto (después de la segunda votación fallida de Urralburu) le entregasen a éste, a Zabaleta, el teléfono de Luis Roldán en una ‘txartela’ –tarjeta- de la Presidencia del Gobierno de Navarra, ni que Roldán en la conversación que mantuvieron ese mismo día, le dijera que la elección de Urralburu como presidente del Gobierno de Navarra era muy importante para el PSOE y que sería muy importante en el contexto de unas hipotéticas negociaciones, ni que le ofreciera una reunión con HB si contaban con la garantía previa de su abstención a Urralburu.

Tampoco puede ser cierto que Enrique Curiel se reuniera con Zabaleta y le manifestase su preocupación por que el PP alcanzase un nuevo gobierno autónomo. No, no puede ser cierto porque, si fuese así, todas las declaraciones de los dirigentes del PSN-PSOE reflejarían su hipocresía y su afán de engañar a los navarros”. Carlos Cristóbal, que en ese mes de agosto de 1991 en el que sucedieron los hechos era jefe de Gabinete del presidente Urralburu, en su respuesta de junio de 1992 -tan sólo nueve meses después, por lo que hay que suponer que los datos los tendría entonces frescos- decía: “El Sr. Palacios puede no creerse que Úriz y Curiel hablaran con el Sr. Zabaleta por decisión propia y no por encargo del partido”. Entonces no dudé de la palabra de Cristóbal y pensé que Urralburu y Roldán habían actuado por libre, al margen del PSOE, pero, ahora, cuando veintiséis años después, José Luis Úriz nos dice que los contactos que él y Curiel mantuvieron con Patxi Zabaleta desde 1989 se hicieron siempre con “la supervisión del ínclito Rubalcaba”, que de éste “recibían las instrucciones” y que “aquello fue un secreto de estado” que “lo sabía Rubalcaba … y especialmente Felipe González”, ya no sé a cuál de los dos creer.

Confieso que me gustaría seguir pensando que la versión verdadera era la  dada por Carlos Cristóbal en 1992, cuando decía que “Úriz y Curiel hablaron con el Sr. Zabaleta por decisión propia y no por encargo del partido”, porque me cuesta mucho pensar que éstos actuaron con la supervisión y recibiendo instrucciones de Rubalcaba y con el visto bueno del que entonces era el presidente del Gobierno, Felipe González.

Pero es preciso que nos lo aclaren y mientras no lo hagan, como a confesión de parte sobran pruebas, me tendré que quedar con la versión dada por José Luis Úriz y tendré que pensar que cuando Patxi Zabaleta le pidió a Luis Roldán el nombre del confidente por el que había caído el Comando Nafarroa de ETA como precio para que Herri Batasuna se abstuviera en la votación y permitiera así que el socialista Urralburu siguiera en la presidencia del Gobierno de Navarra, y Roldán pidió ese dato a la Guardia Civil, lo hizo con el conocimiento del presidente del Gobierno.

Como es algo tan sórdido e ignominioso, es preciso que Felipe González  y el PSOE lo aclararen cuanto antes y desmientan o ratifiquen lo dicho por José Luis Úriz.


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El PSOE trató de entregar un confidente a ETA a cambio del Gobierno de Navarra en 1991