• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Tribuna

Al profesor Tajadura

Por José Ignacio Palacios Zuasti

Una reflexión a cuenta de las informaciones sobre Donald Trump y el muro entre Estados Unidos y México.

Trump se reunió aún como candidato presidencial con Peña Nieto en México (agosto 2016). J. Núñez Efe
Trump se reunió aún como candidato presidencial con Peña Nieto en México (agosto 2016). J. Núñez Efe

El profesor de Derecho Constitucional de la UPV-EHU, Javier Tajadura Tejada, en un artículo publicado el 2 de febrero en El Diario Vasco de  San Sebastián con el título: ‘España ante el muro de Trump’ escribe: «Una de las 17 órdenes –ejecutivas- dispone el comienzo de la construcción de un muro en la frontera sur de Estados Unidos. Se trata de un muro cuya finalidad es establecer una barrera entre Estados Unidos y el mundo iberoamericano. La orden ejecutiva refleja el nacionalismo de Trump, un nacionalismo de connotaciones racistas y xenófobas y que incluye el odio a lo hispano como una de sus principales características».

No seré yo el que saque la cara a un personaje como Donald Trump, bravucón, con malos modales y peor gusto pero que, no lo olvidemos, con 62.531.107 votos, se ha convertido en el 45º presidente de los Estados Unidos y ha sido el candidato republicano con mayor respaldo popular en unas elecciones presidenciales de ese país. Pero, en honor a la verdad, no puedo pasar por alto que el profesor Tajadura nos diga que Trump «va a comenzar la construcción del muro» porque, como es sabido, fue el presidente demócrata Bill Clinton el que, dentro de la llamada Operación Guardian, lo impulsó en el año 1994 y, de los 3.185 kilómetros de frontera entre ambos países, construyó algo más de su tercera parte: 1.395 kilómetros, y de ellos, 595 kilómetros, los separó por tres barreras de contención, que cuentan con iluminación, sensores de detección y patrullas permanente de vehículos y helicópteros y, en los 800 kilómetros restantes, colocó unas vallas metálicas que impiden el paso de los vehículos.

Y, además, el presidente Clinton construyó ese muro con el silencio cómplice de muchos de los que ahora braman contra Donald Trump, sin que nadie le dijera que reflejaba su «nacionalismo», sus «connotaciones racistas y xenófobas» o su «odio a lo hispano», y lo colocó en los lugares más expeditos de la frontera, dejando sin protección las regiones desérticas para que de esa forma los que intentaran cruzarla se tuvieran que internar en el desierto para que allí murieran de hambre y sed como les ha ocurrido a muchos miles de mexicanos en los últimos veinte años, que han muerto tratando de cruzar el desierto sin que ninguno de los que ahora tanto gritan denunciara ese hecho.


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