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Opinión / Tribuna

Félix Huarte, un hombre de vanguardia

Por José Ignacio Palacios Zuasti

Se cumplen 50 años de la muerte de Félix Huarte, empresario clave en el desarrollo de Navarra. 

Félix Huarte. ARCHIVO.
Félix Huarte. ARCHIVO.

El 1 de abril de 1971 la Diputación Foral de Navarra se renovó parcialmente y Félix Huarte, después de siete años en el cargo, cesó como diputado y como vicepresidente (presidente efectivo de Navarra). Once días después falleció en Pamplona. Por eso, ahora, cuando se cumple medio siglo de su muerte, es momento propicio de recordar a este pamplonés, nacido en 1896 en el seno de una familia humilde y trabajadora, que de niño ayudó a su padre vendiendo los boletos de las sillas que se alquilaban en el paseo de Sarasate y con 14 años tuvo que dejar de estudiar para ponerse a trabajar y que, 75 años después, en el momento de su muerte, además de haber alcanzado el máximo puesto político de Navarra, era el artífice de una de las más importantes constructoras de España y de un Grupo Industrial compuesto por cerca de 70 empresas, la mayoría de ellas localizadas en Navarra, que daban trabajo directo a más de 17.600 personas.

Pero, si todo esto ya de por sí es importante, lo fundamental de don Félix es que fue el hombre que más hizo para que esa Navarra tradicional y estancada, con un 45% de sus habitantes dedicados a la agricultura, de la que en la primera mitad del siglo XX emigraron 100.000 personas para poder subsistir, diera un giro de 180 grados y su población activa empezara a crecer en unos porcentajes muy superiores a como lo hacía la española, y en unos pocos años pasara a convertirse en una región abierta, dinámica y moderna, con una renta per cápita superior en un 25% a la media europea.

En 1927, con tan sólo 31 años, y con otros socios, don Félix fundó su empresa constructora que durante la República ya tenía una proyección nacional y estaba construyendo la Ciudad Universitaria madrileña y que, después de la guerra civil, realizaría obras tan importantes como los Nuevos Ministerios, el Puerto de Pasajes o el Estadio Santiago Bernabéu. Y, es a partir de la década de los cuarenta, cuando crea empresas como IMENASA, Papelera Navarra, INASA, TORFINASA, GUIRLING, PERFRISA y un largo etcétera.

En octubre de 1963, cuando tenía 67 años, estaba retirado de la actividad profesional y podía soñar con una dorada jubilación, don Félix decidió entrar en política para, desde la vicepresidencia de la Diputación Foral, liderar el camino del futuro, cambiar las estructuras y colocar a Navarra en la vanguardia del desarrollo. Para ello, en los meses previos a su toma de posesión, que fue el 1 de abril de 1964, se afanó en elaborar un Plan de Promoción Industrial (PPI), que sería el instrumento que contribuiría decisivamente al desarrollo de Navarra y a los cambios sustanciales que experimentó nuestra tierra en la segunda mitad del siglo XX. Y, como llegó con todo preparado, tan sólo ocho días después de su entrada en el Palacio de Navarra, ese Plan fue aprobado, junto a un Fondo para la Promoción Industrial de 500 millones de pesetas, y pocos días después, ese mismo mes de abril, se aprobó, también, un ambicioso Plan de Carreteras, con unas inversiones de 1.800 millones de pesetas que mejoraría significativamente nuestra red viaria. Además, don Félix se rodeó en la Diputación de un buen equipo que se ilusionó con el PPI y tramitó con suma agilidad los expedientes que se iban presentando.

El PPI consistió en favorecer a las empresas que querían instalarse en Navarra con exenciones fiscales y con terreno industrial. Y su éxito se demuestra con las cifras: a él se acogieron 300 empresas, con él se crearon 20.000 puestos de trabajo y se puso en marcha una inversión de 12.000 millones de pesetas, con lo que en pocos años nuestro Viejo Reyno dejó de ser emisor de emigrantes, como lo era desde hacía más de un siglo, y paso a ser receptor neto.

Pero don Félix, además de constructor, industrial y político, fue también un mecenas de la educación y de la cultura. Él, que había tenido que abandonar los estudios a edad temprana y decía que la vida había sido su escuela, estaba persuadido de que el progreso no se debía fundamentar sólo en la industria, sino que tenía que ir acompañado de la formación. Por eso apoyó instituciones educativas a todos los niveles, desde las escuelas de primaria y las de formación profesional hasta la universidad y con sus propios recursos financió el costoso equipamiento y la puesta en marcha de un centro de investigación sobre el cáncer en la Universidad de Navarra. Es de resaltar que por un empeño personal suyo se creó la Escuela de Ingeniería Técnica Industrial de ‘El Sario’ y la Escuela de Arquitectura, que se iba a establecer en San Sebastián y se quedó en Pamplona. Además, durante toda su vida, se dedicó a conceder ayudas de todo tipo, como la que dio a las hermanas Guerendiain, cuando abrieron el restaurante ‘Las Pocholas’, y se ocupó del patronazgo de la cultura, de la música y del arte.

Este es, en breves pinceladas, el perfil de un hombre de vanguardia, inteligente, activo, tenaz, soñador, con visión de futuro, capacidad de trabajo y cultura empresarial que, probablemente, ha sido el personaje navarro más importante del siglo XX y el que más huella dejó en nuestra tierra en su etapa, pues fue el que nos lideró y dio los pasos para que Navarra sea hoy la sociedad moderna y desarrollada de la que disfrutamos.


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Félix Huarte, un hombre de vanguardia