• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Tribuna

Hay cosas que conviene recordar: el secuestro de Felipe Huarte a manos de ETA

Por José Ignacio Palacios Zuasti

"La pérdida de la Ford y el menor protagonismo del Grupo Huarte, con las consecuencias económicas que eso supuso, se lo debemos a ETA y a esos curas progres y esto es algo que ahora conviene recordar".

Felipe Huarte tras salir de su secuestro a manos de ETA. RELATOS DE PLOMO
Felipe Huarte tras salir de su secuestro a manos de ETA. RELATOS DE PLOMO

Se cumplen ahora cincuenta años de ese 16 de enero de 1973 en el que ETA secuestró en Pamplona al empresario Felipe Huarte Beaumont, gerente de TORFINASA, una empresa perteneciente al Grupo Huarte que había creado su padre, don Félix Huarte Goñi, fallecido en 1971, y que desde hacía unos días tenía a sus trabajadores en huelga y a siete parroquias de la periferia de Pamplona organizando colectas en favor de los huelguistas.

Ese día, a las 19.30 horas, unos miembros de ETA tocaron el timbre del chalé del industrial en Beloso Alto y con el rostro oculto entraron en la casa. El matrimonio había ido al cine y allá solamente estaban los niños, junto al personal que les cuidaban. A todos ellos los encerraron en la cocina y esperaron a que llegaran los padres a eso de las 22.30 horas. A Felipe Huarte lo maniataron y se lo llevaron secuestrado, con lo que dio comienzo a diez días de terror en los que las negociaciones con la banda terrorista fueron complicadas y acabaron con el pago de un rescate de 50 millones de las pesetas de entonces. Esto sucedió seis meses después de que la familia Huarte hubiese promovido y patrocinado los Encuentros de Pamplona, que reunieron a 350 artistas y que tanto éxito tuvieron en el verano de 1972.

Mientras Huarte permanecía retenido, la banda terrorista ETA, al estilo Robin Hood, dirigió una carta a los “trabajadores de Navarra” en la que criticaba la “explotación capitalista” y en la que aseguraba que su “obligación revolucionaria” era dar satisfacción a las “legítimas aspiraciones de los trabajadores”. Y lo más sorprendente fue que un grupo de sacerdotes progresistas apoyaron a ETA y en algunas parroquias de Pamplona se leyeron unas explosivas homilías en las misas dominicales. Eran esos unos tiempos convulsos en el plano religioso. En 1970 se había cerrado el seminario. Un año después, durante la solemne eucaristía en la Catedral con la que se celebró las bodas de plata con el episcopado del cardenal Tabera, arzobispo de Pamplona y prefecto de la Congregación del Culto, en la que participaba numeroso público, al finalizar la comunión, un grupo de personas relacionadas con esos curas progres, de modo inopinado y violento y con la tonadilla con la que en la plaza de toros se vitoreaba a los diestros, empezó a gritar: «Larrauri, Larrauri, Larrauri es el obispo, sin Larrauri no hay obispo». Y poco más tarde se producirían gestos tan sorprendentes como una huelga de misas en la periferia de Pamplona y en las parroquias de Estella.

En la primera de esas homilías, la pronunciada el 28 de enero, se dijo: «Nos habéis robado todo, los señoritos del pueblo … Y aguantábamos callados … Pero cuando quisisteis robar el corazón de la tierra navarra esta se ha levantado, herida en su corazón, con su sangre despertada. … Estamos todos de acuerdo en que es hora de ser lo que tenemos que ser, y en despertar y bramar y unirse y organizarse, porque un pueblo unido jamás será esclavo de los señores propietarios; … Hemos visto vuestro miedo en vuestros rostros, señoritos, tocamos vuestro pulso que tiembla de pánico, señoritos, y no olvidaréis fácilmente la lección que os ha dado este pueblo de hijos feroces cuando les roban el alma … el honor de nuestras gentes no lo mancha nadie, la tiesura de esta raza no la vais a doblegar y los sueños de los hijos ¿a ver quién los roba ya?». Y una semana después, el 4 de febrero, dijeron que «el secuestro del Sr. Huarte ha sido tratado exhaustivamente por todos los que hoy y aquí pueden hablar en público, autoridades civiles y religiosas, Diputación, Alcaldía y Obispado, pero no han dicho una palabra de la violencia que oprime al pueblo, ni de las circunstancias que han provocado este acto de violencia».

Como se puede observar, esos curas progres, que pocos años después muchos de ellos acabarían en política, además de meter en un mismo saco a las autoridades civiles del momento y al obispo, se constituyeron en representantes de un pueblo «oprimido», empleando un lenguaje que era más propio de un mitin marxista que de una ceremonia religiosa, con el que invitaban más al odio que a la reconciliación.

Casualmente, esos días del secuestro de Huarte, unos directivos de la empresa norteamericana Ford estaban visitando Navarra con la intención de colocar aquí la fábrica de automóviles que iban a instalar en España. Al ver el panorama, se fueron inmediatamente y esa planta se inauguró tres años después en Almusafes (Valencia). También la familia Huarte dejó de vivir en Navarra y con su salida dejó de invertir en nuestra tierra. Por tanto, la pérdida de la Ford y el menor protagonismo del Grupo Huarte, con las consecuencias económicas que eso supuso, se lo debemos a ETA y a esos curas progres y esto es algo que ahora conviene recordar.


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Hay cosas que conviene recordar: el secuestro de Felipe Huarte a manos de ETA