• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Tribuna

Y sin embargo, la bandera de Navarra es roja

Por Javier Marcotegui

Dicen que Galilleo Galilei, después de haber sido condenado y de abjurar del movimiento de la Tierra alrededor del Sol, dijo: “Eppur si muove” (y sin embargo se mueve) Y el tiempo le dio la razón y puso a cada cual en su sitio. La Tierra es la que se movía alrededor del Sol y no a la inversa.

La presidenta de Navarra, Uxue Barkos, preside la fiesta de la Policía Foral con diferentes condecoraciones. PABLO LASAOSA 36
La presidenta de Navarra, Uxue Barkos, en la fiesta de la Policía Foral bajo el escudo de Navarra. PABLO LASAOSA

Mal que les pese algunos, incluyo entre ellos a la presidente del Gobierno navarro, esto es lo que procede pensar y defender: la única bandera de Navarra es roja. No vaya ser que por nuestra negligencia persistan en su error los autoritarios, intolerantes y errados grupos del parlamento, empeñados en hacer un hueco institucional a la ikurriña en los ayuntamientos navarros.

Digan lo que digan sus manuales nacionalistas y sus interesadas y espurias interpretaciones, la ikurriña es una bandera, desde todo punto de vista, ajena a Navarra. Si por esta necia interpretación de la realidad institucional de Navarra, la citada bandera consiguiera un puesto en los balcones municipales, en sus salas de plenos o en la mesa de alguna autoridad municipal, será una bandera extranjera, la del País Vasco.

Bandera que, por otra parte, respeto plenamente en el contexto territorial de la Comunidad Autónoma que representa. También cuando ondea en los balcones de los batzokis del PNV, partido al que simboliza, o cuando con la española y las de las otras 17 comunidades adornan una reunión de CCAA.

Están jugando con fuego. Probablemente los grupos parlamentarios empeñados a toda costa en hacer ondear su ikurriña en los balcones de los ayuntamientos navarros no consigan aumentar un ápice el amor hacia la ikurriña, pero sí fomentar el odio hacia la intrusa que ladinamente se cuela, con desprecio absoluto del valor de los símbolos navarros, en el balcón. Al tiempo.

Las leyes no adquieren su fuerza por lo que en ellas se dicta o se dispone, sino por su aceptación social. Incluso una ley, producto de un pensamiento sublime, puede cosechar el más profundo de los fracasos. Por ello es tan importante que la ley convenza a los que van dirigidas por ser pública, clara, conveniente y justa. Pues bien, la ley que nuestros “desilustrados” parlamentarios pretenden aprobar no obedece a más premisa que la de satisfacer el afán nacionalista de sus líderes y de su red clientelar.

Ni siquiera se podrá predicar de ella que sea pública. Desde luego se publicará en el BON, pero a sus páginas habrá llegado por la gatera, por la puerta de atrás, con nocturnidad. Quedará marcada por un procedimiento legislativo que no está pensado para aprobar, nada más ni nada menos, que la ley que va a derogar la que señala el uso de los símbolos de Navarra y establece los mecanismos para proteger el adecuado.

El procedimiento que se va a emplear para su aprobación no obedece al lógico criterio de “luz y taquígrafos”. Principio que se debería seguir con especial celo, ya solo por la posición privilegiada del artículo de la ley de Amejoramiento afectado, situado entre las disposiciones generales porque define la bandera de Navarra. No se va a tener el buen gusto y la valentía de dejar al Gobierno la presentación del proyecto de ley correspondiente. Este trámite es garantista y como mínimo requiere memorias y estudios diversos, documentación preceptiva para valorar la necesidad y oportunidad y facilitar la conformación de la voluntad del legislador.

En el caso que nos ocupa, las razones principales de la ley derogatoria van a ser los “sinsorgos” argumentos de que la vigente es excluyente y no recoge los sentimientos de los navarros. Si de ser excluyente se trata, ¿acaso no lo están siendo los grupos parlamentarios que no buscan los apoyos de otros grupos? ¿Acaso la ley derogatoria no va a excluir con alevosa cobardía a la que regula el uso de los símbolos, pues en su lugar quiere dejar un “agujero negro” que se tragará la bandera de Navarra para mayor gloria de la ikurriña?

Si de sentimientos se trata, ya puede el ayuntamiento de Pamplona empezar a poner tantos mástiles en su fachada como sentimientos diversos se den en la ciudad. Lugares preferentes deberán ocupar las banderas de las CCAA de ciudadanos navarros con raíces en otras CCAA y de emigrantes que, sin renunciar, unos y otros, a ésta condición de navarros, no olvidan a la de su comunidad o país de origen. También preferente, aunque les produzca un grave sarpullido a algunos, la bandera del Estado Vaticano, que recoge el amplio sentimiento católico. Tampoco deberán olvidar las de los clubes y asociaciones deportivas. Podríamos seguir. Cada cual ponga la que le interese.

Javier Marcotegui Ros


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Y sin embargo, la bandera de Navarra es roja