• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / Tribuna

Ahora es el momento

Por Javier Marcotegui

El autor analiza los futuros pactos electorales y reflexiona sobre la posibilidad de que partidos navarros del mismo espectro puedan concurrir en coalición a las elecciones. 

Mesa y Junta de Portavoces del Parlamento de Navarra. Ana Beltrán, José Javier Esparza y María Chivite (01). IÑIGO ALZUGARAY
Ana Beltrán, José Javier Esparza y María Chivite en los pasillos del Parlamento de Navarra. IÑIGO ALZUGARAY

Ahora, hace diez años –fue el 28 de octubre de 2008- que el PP dio por roto el pacto de colaboración política firmado entre UPN y PP el 26 de marzo de 1991. Durante los 17 años transcurridos, el pacto produjo evidentes réditos políticos positivos.

De inmediato, permitió conseguir el Gobierno de Navarra y abrió una fecunda etapa de colaboración política en el ámbito nacional y regional entre ambos partidos. Solo referido a Navarra, UPN mantuvo todos los gobiernos habidos hasta el momento de la rotura, hecha excepción del episódico gobierno tripartito de 1995.

Su incidencia electoral creció 15 puntos porcentuales hasta alcanzar el 40 de los votos válidos emitidos y su grupo parlamentario aumentó hasta alcanzar 22 de los 50 parlamentarios. Al margen de estas consideraciones partidistas, Navarra, con la colaboración del PSN, se benefició de un fuerte proceso de crecimiento económico y desarrollo social.

Con toda seguridad que pocos recordarán los motivos aparentes que provocaron la rotura del pacto; tal era su futilidad. Es cierto, no obstante, que en el seno de UPN había fraguado la idea de que el pacto estaba agotado, que era oneroso para sus intereses porque impedía su visibilidad en el ámbito nacional y porque creaba problemas al Gobierno de Navarra.

Recordemos las situaciones políticas de Navarra entre ambos decisivos momentos. Entonces, UPN dirigía el Gobierno, ahora está en la oposición. Ahora el Gobierno se cobija en las manos de una informe amalgama de partidos de izquierda, radicales unos, populistas otros, nacionalistas que no condenan el terrorismo y nacionalistas conservadores.

UPN era el partido mayoritario y, ahora ha perdido el 33 % de sus votantes y el 32 % de sus parlamentarios. UPN disputaba el espacio electoral que le es propio, el centro derecha, con un único partido, el CDN. Ahora lo hará con dos: PP y Cs.

Por otro lado, las expectativas electorales no acaban de mostrarse risueñas para quienes defienden sin menoscabo alguno, y con razones históricas indiscutibles, la personalidad jurídica propia de Navarra. La mezcolanza de partidos citada, por motivos e intereses diversos, hace el juego al nacionalismo vasco que no ceja de laborar con ímpetu por la integración de Navarra en Euzkadi como una Diputación más. En tal caso, Navarra aportaría los argumentos históricos con los que intentar romper la Constitución española y lograr la soñada independencia en una España republicana y confederal.

Sorprendentemente el PSN, confundido, se apunta a la táctica nacionalista sin llegar a ver que lo que está en “almoneda” no son las aspiraciones políticas de los partidos conservadores, sino la Constitución misma de 1978, la unidad de la soberanía nacional y, con ella, la unidad territorial de España. Olvida que en el genotipo político español permanecen agazapados los separatismos, siempre dispuestos a aprovechar la menor debilidad política para avanzar hacia sus espurios intereses.

Ahora, en la antesala de las elecciones regionales, ha llegado el momento para que los líderes de UPN, PP, Cs, sin olvidar a VOX y al PSN trasciendan de sus intereses personales y el de sus partidos para encontrar el constitucional común al que se deben. Sin duda que, analizados sus programas con lupa de mucha resolución, se encontrarán importantes diferencias entre ellos, pero ninguna suficiente para oscurecer el elemento común aglutinador: la vocación de partido constitucionalista, comprometido con la personalidad política de Navarra y la unidad de España.

La ley D’ont produce sorprendentes efectos en los resultados electorales. El precio en votos de cada escaño parlamentario es variable. De ahí que los líderes deban estudiar con precisión la mejor estrategia electoral para alcanzar el máximo número de representantes. Empezando por resolver si conviene establecer coaliciones preelectorales o concurrir separadamente En cualquier caso, este dilema no puede eludir tener discutida, convenida y comprometida una estrategia postelectoral clara para no dejar el campo político libre a los intereses nacionalistas.


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Ahora es el momento