• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 20:35

Opinión / Javier Lesaca es investigador en la George Washington University.

Palabras que matan

Por Javier Lesaca

El atentado terrorista que ha costado la vida a 13 personas en Barcelona vuelve a enfrentar a las instituciones públicas ante uno de sus mayores retos contemporáneos: la popularización y la normalización de los mensajes de odio, de extremismo y de violencia entre los sectores más jóvenes de la población.

Primeras atenciones médicas tras el brutal atropello masivo en la Rambla de Barcelona en un atentado terrorista EFE
Primeras atenciones médicas tras el brutal atropello masivo en la Rambla de Barcelona en un atentado terrorista EFE

Esta vez el arma homicida en Barcelona fue un vehículo. Igual que en Berlín, Londres, Estocolmo, Niza… Sin embargo, los centenares de muertos que ha causado el ISIS en Europa en los últimos doce meses no han fallecido sólo como consecuencia de atropellos, apuñalamientos o bombas. La principal arma de Estado Islámico para matar y expandir el terror han sido las palabras. Palabras como cuchillos, como furgonetas desbocadas, como bombas repletas de metralla.

Estado Islámico ha sacudido los cimientos de una sociedad postmoderna asentada en la comodidad del pensamiento débil: “todas las opiniones son válidas”; “todos los proyectos son defendibles”. Pues no. ISIS ha hablado más que matado. En los últimos tres años los terroristas han hablado a través de 10.000 campañas de comunicación, incluyendo 1.350 vídeos en redes sociales. Han defendido su proyecto político con ideas, con palabras, incluso con argumentos racionales. Palabras que han resonado con fuerza en decenas de miles de jóvenes de todo el mundo que se han unido en los últimos tres años a las filas de esta organización terrorista. Algunos de ellos ni siquiera tenían ninguna vinculación con la cultura árabe o la dialéctica islamitas. Pero las palabras llenas de totalitarismo y nihilismo del ISIS han sabido canalizar el malestar de una parte de la juventud global y postmoderna sedienta de venganza por una frustración que no lograban entender. Había que buscar un enemigo al que achacarle todos los males (personales y colectivos) y ofrecerlo como sacrificio.

Las palabras de Estado Islámico a través de las redes sociales han sido la chispa en el océano de gasolina que ha dejado la crisis de la modernidad. Una chispa que se genera incendios sin control a través nuevos canales de comunicación. Pero aún hay peores noticias. Estado Islámico no es el único pirómano en un bosque de pinos secos en un día de bochorno de agosto. En los últimos cinco años, el número de incendiarios se ha multiplicado. La justificación de la violencia contra los turistas; la adoración y exaltación pública a personas condenada por delitos de terrorismo; la justificación de discursos supremacistas y racistas; la deshumanización de funcionarios públicos; la caricaturización de rivales políticos en la esfera pública… Palabras. Simples palabras que desembocan en incendios incontrolables.


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