• martes, 16 de abril de 2024
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Opinión /

Inútiles

Por Javier Horno

Javier Horno, licenciado en Filología Hispánica y profesor de Música en Enseñanza Secundaria, analiza la gestión de la pandemia y el comienzo de curso escolar en Navarra.

Alumnos de un centro escolar hacen fila en el patio del colegio para entrar a las aulas. PABLO LASAOSA
Alumnos de un centro escolar hacen fila en el patio del colegio para entrar a las aulas. PABLO LASAOSA

Uno, en calidad de su profesión docente, quisiera explayarse sobre un comienzo de curso en el que, salvo taparse la boca y darse mucho jabón, no se están tomando ni las medidas que se anunciaron ni las que, con buena lógica, cabría tomar. Pero antes, y por no cansar al lector con cosas que seguramente ya haya oído, querría recordar una hermosa historia.

Hoy quisiera recordar el que fue, para quien escribe, el reportaje más edificante de los días del confinamiento, precisamente por su carácter docente. Ocurrió en Milenio live, el programa de Íker Jiménez y Carmen Porter emitido en el canal de You Tube. Intervenía el doctor Tomás Camacho, experto en toxicología. El Dr. Camacho, que venía cansado del hospital, anunció al comienzo de su intervención que tenía guardada una sorpresa: traía uno de los pocos ejemplares conservados de lo que se podría considerar el primer microscopio de la historia. El doctor, desde su casa y con una cámara igualmente casera, relató pormenores curiosísimos de quien fue su inventor, Antonie van Leewenhoek, un comerciante de paños del siglo XVII, que también había trabajado soplando el vidrio. El doctor habló de la esperanza. De esos microscopios salieron las imágenes decisivas para descubrir los agentes de las infecciones y las vacunas. La pieza, por cierto, hoy está valorada en medio millón de dólares, pero el Sr. Camacho ha renunciado a lucrarse con ella. Junto con su colección de microscopios antiguos ha sido donada a la comunidad científica.  

Qué paradoja: qué parvedad de medios y qué calidad en la comunicación. Hacía tiempo que no veía “televisión” de tan alto rango, información y humanismo al alimón. Llegados a este punto, debemos recordar que este altruista doctor ya advirtió en el programa Cuarto Milenio, en enero de este año, de los peligros del coronavirus; y todas las advertencias que en ese sentido se vertieron en el programa de Íker Jiménez fueron criticadas o silenciadas por la mayor parte de los medios de comunicación.

Qué lástima que no hubiera sido el Dr. Camacho el experto del Gobierno en Sanidad. Qué diferencia más nítida y trágica entre este médico, que podría irse con su microscopio a las Bahamas y vivir como un rey –pero no lo hace-, y ese tal Simón que dice ser médico y que dijo que no impediría a su hijo acudir a la manifestación del 8 de mayo. Qué diferencia más nítida y más trágica con ese ministro Illa, profesor de filosofía que no tiene idea alguna sobre sanidad y que no sabemos para qué está. Qué diferencia con la Ministra de Educación, que ha pasado agosto de vacaciones. Qué diferencia tan nítida y abismal con Pedro Sánchez, que acumula mascarillas falsas, test inútiles, imprevisiones, mentiras y querellas de médicos, farmacéuticos, enfermeros, geriátricos y tanatorios y oculta la cifra de muertos en España por coronavirus y desprecia un funeral cristiano sin temblarle una pestaña.

Porque esta es la gran diferencia entre una persona capacitada y lo que toda la vida se ha denominado un inútil. En España estamos pagando el simple y llano hecho de haber sacralizado la inutilidad. Esta inoperancia del Gobierno y el enervamiento de la sociedad, que ha preferido aplaudir en los balcones a pedir la dimisión en bloque de este gobierno de la ultraizquierda, no es casualidad.

Se empezó aplaudiendo en televisión simplemente por respirar, pero eso ya es frívolo recordarlo ahora. Le siguió la LOGSE, cuyo predicamento es una gazmoñería de palmaditas en la espalda, mientras los ministros llevan a sus hijos a los colegios privados. El caso es aplaudir cuando no toca para evitar que se escuche otra cosa más desagradable. En este fin de curso, póngase el caso, para premiarnos en medio de la enfermedad, la ministra de Educación no tuvo mejor idea que proclamar a los cuatro vientos poco menos que un aprobado general. ¿Qué se va a conseguir con eso? Que el descalabro del curso que viene sea descomunal, a no ser que lo maquillemos con aplausos de teletrabajo.

¿Dijo entonces alguien algo? Hace unos días acudí a la manifestación que todos los sindicatos habían convocado (creo que con poco empeño) para pedir al Gobierno de Navarra un comienzo de curso seguro. Tal vez estábamos algo más de cien personas. En la Universidad de Navarra (Universitas Navarrensis) se han realizado más de 12.000 pruebas que denominan PCR, a profesores y alumnos. Quieren, al menos, tener la tranquilidad de que empiezan el curso sin contagios, que no es poco. En la red pública y concertada vamos a empezar el curso como Dios nos trajo al mundo, salvo que llevaremos mascarilla. Y nos reímos de la Comunidad de Madrid, porque hubo que hacer cola para hacerse una prueba..., una prueba de la que aquí no se habla. ¿Ha habido un conato de protesta, de huelga? Eso: un conato. Y todos a clase.

¿Qué se puede añadir? Todo o nada. Qué más da: el objetivo es que todo el mundo apruebe...


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