• jueves, 25 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Viva San Fermín... o no

Por Javier Ancín

Los Sanfermines son unas fiestas estupendas, sin ellos muchos no habríamos tenido contacto con gente de todo el mundo.

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El Pobre de Mí pone el final a la fiestas de San Fermín. PABLO LASAOSA / ARCHIVO

Ayer jueves por fin se olió por la noche el verano. Un aroma que es como de alivio porque cada año, puto calentamiento global que nos está matando de frío, se retrasa más. Ese primer olor es ya en mí una tradición, reencontrarme con él es como meterme una benzodiacepina para el alma.

Hay que cuidar las tradiciones, por favor, no hay que dejar que mueran. Yo qué sé, los Sanfermines, por ejemplo, este año voy a actuar como si existieran, como si no se hubieran suspendido por segundo año consecutivo, es decir, ya lo estoy preparando todo para que todo sea como siempre ha sido. 

Llegadas estas fechas siempre siento un cosquilleo especial, así, como de ansiedad identitaria, no hay que dejar ningún cabo suelto... salvo que sea el de Gata y decidir rápido para reservar, que luego se nos echa el tiempo encima y están todos los vuelos pillados. 

Si hay algo tradicional que hacen los pamploneses llegada la segunda semana de julio es correr para salir de esta ciudad como si no hubiera un mañana. 

Salou para los jovenzuelos, Benidorm para los abueletes. Dónde ir... tengo buen recuerdo de aquella villita que me alquile en Dubrovnik, con jardín y todo, donde pasaba las madrugadas mirando al mar Adriático, con una cerveza tras otra esperando en la mesa y un libro que leía con el resplandor de la luna y del mármol de las calles de Ragusa. De vacaciones no hay resaca, una cosa que algún médico debería estudiar.  Tenía de todo, hasta los encierros por la tele croata, que veía porque buscaba los resúmenes de no sé qué Eurocopa o Mundial que me coincidió por allí. Entre gol y gol, toros subiendo por Santo Domingo

Este año no estamos para salir de España, así que Málaga o Cádiz han llegado a la final. Por cuál decantarse. Qué contrariedad. Cádiz está lleno de batasunos, creo que mejor Málaga, que está llena solo de peneuveros y meten menos ruido. Al final es la tranquilidad lo que más se busca, y uno ya no tiene el txitxi para farolillos. Siento sudores fríos recordando aquella vez que llegué a Conil, aparqué, por fin en España, feliz, a disfrutar del sol y el gazpacho y los espejos de sardinas, pensé, y cuando estaba poniéndome la crema solar en la nariz, me fijo en la matrícula del coche delantero: concesionario no se qué- Alsasua. Me cago en mi puta vida. No Puede ser verdad.

Otra tradición. En España das una patada a una piedra y te aparecen cinco aberchándales.... y eso en invierno, que en verano son diez los aberchándales que brotan cuando apartas el pedrolo -hostia, diez Kepas con el jersey por los hombros o la sudadera (con riñonera de los jipis de San Fermín para el papel de fumar y todo), por si refresca-, porque el aberchándal es el único pueblo oprimido que se va de vacaciones al país opresor

A ver, que yo no tengo nada contra las fiestas de Irroña. A veces se me acusa injustamente de algo que no soy, pamplonófobo. Yo estoy encantado y desde aquí lo proclamó una vez más. 

Los Sanfermines son unas fiestas estupendas, sin ellos muchos no habríamos tenido contacto con gente de todo el mundo porque aunque te dé pereza, siempre da más pereza quedarte, así que haces la maleta sin mirar atrás y cada año a fecha fija, emigras a diferentes destinos para huir de ellos como de la peste bubónica. Y eso es todo.


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