• miércoles, 17 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

La última manipulación aberchándal: la batalla de Noáin

Por Javier Ancín

El aberchándal todo lo que huela a historia lo utiliza a favor de obra, es decir, su paranoia sentimental fruto de ese siglo XIX que generó tantos de los monstruos que aún padecemos.

A nadie se le escapa, son como ese comercial brasas que carpeta en mano te para por la calle para que le des tu numero de cuenta, ¿quiere hacerse colaborador nuestro?, que los aberchándales a lo que se dedican es a venderte la burra. Lo llevan intentando desde hace décadas, sin descanso, y no podían pasar esta oportunidad, la batalla de Noáin, quinientos años se cumplen estos días, para seguir con su labor de nosotros somos los buenos, vosotros sois los malos, putos fachas. 

Es decir, los navarros beaumonteses que apoyaban a Castilla eran los malos y los navarros agramonteses que apoyaban a Francia son los buenos. En el contexto de esta guerra civil entre navarros, si a algo somos dados en Navarra es a las guerras civiles, véase el caso de los burgos de Pamplona, siempre a hostias, los aberchándales te cuentan que esa batalla fue poco más o menos que entre invasores e invadidos, siempre con el mismo relato del nosotros contra ellos, intentando recuperar el reino para nosotros, olvidando intencionadamente, es decir, manipulando, que los dos bandos estaban integrados por navarros, dicho de otra forma... por nosotros.

El aberchándal todo lo que huela a historia lo utiliza a favor de obra, es decir, su paranoia sentimental fruto de ese siglo XIX que generó tantos de los monstruos que aún padecemos, y le da igual caer en mil contradicciones con tal de que puede levantar un relato entre buenos y malos, nosotros y ellos, que le impulse hacia su sueño, nuestra pesadilla, de esa euskkkalerría fantasmagórica y tribal en la que hoy, 2021, nos quieren encarcelar.

Para manipular la historia les da igual que nada case, si hace falta encajar las piezas del puzzle a manotazos se las golpea hasta quedar todo aplanado y listo, aquí nadie va a protestar y si protesta, es colocado automáticamente en el foso de los malos. Tan es así, que nadie hoy se pregunta por ejemplo, por qué el aberchandalismo al otro lado de la muga tiene como un héroe a San Ignacio de Loyola si cayó herido en Pamplona luchando como guipuzcoano, es decir, como castellano, contra los supuestos legítimos defensores del reino de Navarra si aquí ese bando es el de los despreciables, el de los usurpadores, el de los malhechores, el de los fachas. A callar... y punto. No preguntes. No cuestiones sus verdades. El relato es lo que ellos necesitan en cada momento que sea y ya está.

Al aberchándal la historia se la trae al fresco porque la historia no es esa cosa infantil que ellos manipulan y con la que pretenden justificar su proyecto totalitario actual. La historia es una cosa seria, yo diría que la mayor de las veces hasta aburrida, más cercana a las probetas y los microscopios y las batas blancas de un laboratorio aséptico que a esta cosa como de camisetas sudorosas, un partido de fútbol donde te hacen tomar partido por un equipo de forma demencial, sin crítica alguna, en la que quieren convertirla estos majaderos. 

Si un aberchándal de pueblo dormitorio, de los de sandalias, pantalones piratas, camisa tirantes y bolsita de lona cruzada, no olvidarse nunca de la greñita y el pendiente, te quiere contar la historia de Navarra en términos de buenos y malos, sin matices, porque él sabe y está en el secreto, como si fuera una película mala de sobremesa, porque tú no tienes ni puta idea y te la han contado mal, duda.

Prácticamente siempre te la va a querer meter doblada porque está en su naturaleza manipularla, como el escorpión que cruzaba el río a lomos de una rana que termina clavándole el aguijón. Y eso es todo.


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La última manipulación aberchándal: la batalla de Noáin