• miércoles, 24 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

De las tradiciones a las catástrofes en Navarra

Por Javier Ancín

Había que buscarse otro Apocalipsis con el que mantener la atención del vecindario en las zonas comunes y el tiempo es un tema socorrido.

Del tradicional calor tres días en julio con sus tradicionales noches refrescadas pasamos, según anuncian los meteorólogos al tradicional tormentoso agosto. Lo bueno de Pamplona es que la emergencia climática la solventamos con la tradicional chaquetica por si refresca y con el paraguas, no menos tradicional, por si nos cae encima todos los chuzos de punta del mundo, como siempre sucede por estas fechas.

Atención agricultores de Álava, Navarra y La Rioja: hoy sí existe riesgo de tormenta con granizo... como los tradicionales anuncios de la radio de la infancia de los que ya somos cuarentones nos anunciaban. Me voy pa Chile, caminando, caminando y vinos Artajona, jona, jona... eran los otros dos que completaban la trilogía tradicional de los desayunos de miles de niños.

Qué sería de Pamplona sin la tradición. Todo es tradición en esta ciudad, hasta los plagios, como los de la bandera de Inglaterra.

Hemos pasado de llevar el jersey sobre los hombros en una playa nudista, a llevarlo sobre los hombros en las misas donde Greta nos anuncia que del cielo caerá fuego y azufre por ecopecadores o biopecadores. Si la mujer de Lot hubiera escapado de Sodoma con chaquetica estoy convencido de que nunca se habría convertido en estatua de sal, pero cualquiera le enmienda la plana a los ecoclérigos o bioclérigos de hoy en día. Como te pillen haciendo coñas, que no coños, te escofusilan o te biofusilan. Cancelado, es decir, biocancelado y ecocancelado.

Creo que hablamos tanto del tiempo porque la alternativa es hablar de enfermedades, las dos conversaciones tradicionales de ascensor, y ya estamos un poco hartos después de dos años y medio de covid. Además, ¿qué vas a hablar a estas alturas del covid, si después de unos Sanfermines multitudinarios, aglomerados, como los paneles de virutas de madera, y sin mascarilla, los contagios no es que no subieran sino que bajaron?

Había que buscarse otro Apocalipsis con el que mantener la atención del vecindario en las zonas comunes y el tiempo es un tema socorrido. Pues hace calor, sí, sí. O frío, también, también. ¿Ha salvado ya usted alguna foca esta mañana? Sí, a la del quinto izquierda.

Esto ya lo vio Hollywood hace años, lo de cómo ganar más dinero, digo, con el asunto de la destrucción. El ser humano necesita un enemigo al que combatir para sentirse buena persona, mejor persona, persona excepcional. Al principio los buenos éramos nosotros, claro, y los malos los indios, los japoneses, los comunistas (bueno, estos sí que son malos de verdad), los chinos... contra los que luchábamos.

Hasta que se dieron cuenta de que era mejor no soliviantar a nichos de mercado y lo malo fue reemplazado por algo más impersonal, Spectra en James Bond, por ejemplo, una organización inexistente, y después, por algo definitivamente etéreo como las catástrofes, que esas no compran películas y se les puede batallar sin miedo, con todo el sadismo y la crueldad que tanto gusta al espectador. Nadie quiere ser una catástrofe, ninguna persona se identifica con ellas. Las catástrofes no son potenciales consumidores, no se rascan el bolsillo pero tú, sí, que es de lo que se trata, mantener vivo el negocio.

 ¿Tú no ganas dinero con la catástrofe? Tranquilo, alguien ya lo está haciendo por ti. Y eso es todo.


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