• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Servicio Navarro de insalubridad u Osasumidero

Por Javier Ancín

El caso es más o menos así. Tengo un amigo que siempre había sido muy vitalista, muy fuerte, muy activo, muy alegre.

Un joven pasea por un campo entre la niebla.
Un joven pasea por un campo entre la niebla.

Un amigo que siempre se había enfrentado a la vida con ganas pero por una serie de circunstancias vitales que no vienen al caso, su mundo explotó hace unos cuatro meses, dejándolo hecho añicos.

Toda esa fuerza se volvió en apatía, en ansiedad, en tristeza, en una absoluta falta de autoestima, en caos, y si te dabas la vuelta, cuando creía que nadie le veía, se ponía a llorar en silencio, amargado porque no entendía qué le estaba pasando. A mí amigo lo arropamos el resto del grupo y pese a que él intentaba asirse a las paredes del agujero, no encontraba una estrategia adecuada para frenar la caída.

Mi amigo quería salir pero solo conseguía estar cada vez más hundido. Ni nosotros sabíamos ayudarle porque no somos médicos ni él esperaba en nosotros nada más que compañía. Al final, cuando ya no pudo más, cuando todos los días eran llanto y el llanto era él, comido por una desesperanza completa, decidió buscar ayuda médica. Mi amigo quería curarse pero no sabía cómo. Según nos dijo, hacía como diez años que no hacía uso de la sanidad pública, para los que puedan pensar que era una exageración lo que le ocurría o era el típico hipocondriaco que vive en una sala de espera perpetua.

El caso es que se acercó a su centro de salud y pidió hora. Le dieron cita y se sentó a esperar, rendido, hasta que le llamaron y pasó. El diálogo más o menos fue así. ¿Qué te ocurre? No lo sé, estoy muy triste, muy angustiado y muy perdido. ¿Y qué quieres? Pues curarme pero no sé cómo, pensaba que cuando tenías un problema médico había que ir al médico para buscar un remedio o un tratamiento o una explicación o algo que él, como profesional, te sugiriera. No puedo salir de aquí solo porque ya lo he intentado y no lo he conseguido. Busco ayuda. ¿Quieres que te derive a la unidad de salud mental? Supongo que sí, tú sabrás, que eres la profesional, porque no puedo más, he llegado al limite y no sé qué hay más allá de este límite pero intuyo que no es muy bonito.

En ese punto se echa a llorar, cosa que no quiere porque le avergüenza esa falta de control de sus emociones, pero que no consigue reprimir ni detener. La médico ni le mira, como asustada. No es que sea falta de empatía, lo suyo parece que es que no sabe ni qué hacer. Algo realmente extraño. La depresión según cuentan es el gran drama médico de nuestro tiempo como para que le pille de sorpresa un caso así. Y sin más preguntas, la médico teclea en el ordenador, imprime un papel, se lo da y le dice que vaya a admisión para que le tramiten una cita. Baja, entrega el papel y la administrativa le dice que le dan cita para dentro de casi dos meses.

Dos meses en esas circunstancias, donde para mi amigo cada día es como si fuera una semana de largo no parece lo más adecuado. ¿Dos meses? La administrativa le dice que sí, que pese a que pone en el papel “Urgente” no puede hacer nada más. Así que mi amigo, sin volver a abrir la boca, recoge su cita y cuando se va a dar la vuelta para irse, la funcionaria le dice que se acerque al centro de salud mental a ver si le pueden hacer un hueco.

Tras un paseo por Pamplona, mi amigo está de nuevo frente a otra funcionaria a la que le explica su caso. Mire, me han dicho que me acerque por aquí porque en mi estado me da mucho miedo esperar dos meses. Necesito ayuda, a ver si pueden darme una cita más temprana o algo, no sé. Y la funcionaria lo único que le comenta es que imposible, que no hay nada. Es que ponerse "malico" en estas fechas navideñas tiene estos inconvenientes, que lo comprenda, le dice.

En cualquier otra etapa de su vida le hubiera contestado que la próxima vez le dieran un calendario para saber cuáles eran las mejores fechas para enfermar, pero no dice nada porque le sube un nudo de angustia a la garganta. Mi amigo se repone un poco y le dice que le anule la cita, que se quede con el papel y que muchas gracias por todo, que ya buscará algo fuera de los cauces estatales. Sale a la calle aún más jodido que cuando entró en esta rueda médica/estatal, porque para una puñetera vez que vence todas sus reticencias y le pide ayuda al estado, solo encuentra una mierda pinchada en un palo.

De esto me entero porque me llama y me lo cuenta, hundido ya absolutamente en una espiral desquiciada de llanto y voz rota. Le voy a buscar rápidamente en coche, me lo llevo a casa y empiezo a hacer llamadas a amigos para saber si alguien conoce a algún psiquiatra privado. Encontramos entre todos un nombre con buenas referencias, le llamo, le explico cómo veo a mi amigo y me da cita para esa misma tarde.

Cuatro horas después le acompaño hasta la puerta y cinco horas después mi amigo ya tiene un camino al que agarrarse. Un camino duro, completamente empedrado con guijarros puntiagudos pero un camino al fin y al cabo al que agarrarse, con un buen profesional que va a velar por él, que lo va a guiar por ese campo de minas en el que se ha convertido su vida y no un darse contra un muro de burocracia y maquinaria estatal obsoleta e inútil que a saber a dónde le habría llevado de tener que esperar esos dos meses.

El estado cuando realmente lo necesitas, cuando le pides ayuda desesperada, siempre te da una patada. El estado es una ficción de bienestar que solo te chupa el dinero vía impuestos como un yonqui para seguir caminando como un zombi ineficiente. Si el caso no hubiera sido tan grave le habría dicho a mi amigo que tenía que haber llorado en euskera, quizás así hubiera tenido más suerte, pero esto no es un asunto de broma, aquí hablamos de personas que se la juegan con la salud quebrada y la vida pendiendo de un hilo demasiado fino para tocarles los cojones.

La sanidad pública de Navarra es más deficiente y está bastante más desnuda de lo que piensa la gente que no la usa. Y mientras los políticos jugando a sus identidades y sus banderas y gastándose el dinero en sus campañitas de publicidad de idiomitas y sus gilipolleces varias. El estado es una forma de vida de los que viven muy bien del estado, no una estructura para facilitar la vida a los ciudadanos. Y eso es todo.


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