• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Remedios caseros para combatir la ecoansiedad

Por Javier Ancín

"A lo mejor, hasta la ciudad entera está elevada por un ingenio similar porque el cambio climático asociado a la mano humana existe, fachitas, y los niveles de los mares han subido estos últimos años decenas de metros lo quieras reconocer o no, que ya está bien de tanto negacionismo".

Imagen de la playa de La Concha de San Sebastián. EUROPA PRESS.
Imagen de la playa de La Concha de San Sebastián. EUROPA PRESS.

Me gusta sentarme en los sitios y comparar el lugar con fotos antiguas. Buscar más que las siete diferencias, como en aquellos pasatiempos de nuestra infancia, que hay muchas, las similitudes. Encajar la realidad actual en puntos inmutables del ayer y el hoy: una escalinata, una roca, un edificio... cosas así. Superponer lo que fuimos con lo que somos para ver cómo hemos cambiado.

Hace cuarenta años, o cincuenta, nos decían las predicciones se supone que científicas, que la Concha de San Sebastián debería de haber desaparecido como mínimo hace diez años, si no antes, por culpa del cambio climático. Para el año 2000, los océanos y los mares iban a subir de nivel dramáticamente y lo iban a arrasar todo.

La costa que conocemos cambiaría por completo, anegando no solo playas, de las que no quedaría ni rastro, sino barrios enteros de ciudades costeras. Las olas a estas alturas de la película deberían de haber llegado ya a las puertas de la catedral del 'Buenpas'.

Hace unos días, después de regar las plantas de casa, realizar mis estiramientos de gimnasia de mantenimiento para la tercera edad y bajar a la calle para caminar por San Sebastián, como el jubilado que ya soy, tomando los aires del Cantábrico, me senté a disfrutar del aperitivo en el café de la Concha mirando el paisaje. Primero el humano, y cuando me cansé de buscar un cuerpo normativo que admirar, que no encontré, seguí por el divino: el mar, la isla, Urgull, esas cosas.

Convencido de que esta vez podía sucumbir a un ataque de ecoansiedad, seguro que todo ha cambiado por culpa del maldito cambio climático, me preparé mental y físicamente para el evento. Camarero, por favor, otra caña y un par de gildas más. Gracias. Y cuando me vi con fuerzas, al tercer sorbo y con el regustito a verano de la anchoa en la boca, saqué el móvil para buscar fotos antiguas del marco incomparable donostiarra.

Respiré hondo, otro sorbo más, y con los bigotes blancos de espuma, me enfrenté a la realidad. El Náutico, icono del racionalismo europeo, parece estar hoy donde estaba hace casi 100 años cuando el amigo de Federico García Lorca, el arquitecto falangista José Manuel Aizpurua, lo diseñó. No nos precipitemos, pensé, y seguí retrocediendo.

Ahí estaban los tamarindos de Alderdi Eder plantados en 1885, más o menos a la misma distancia del mar que ahora... qué extraño todo, me dije. No puede ser posible, seguro que es una reconstrucción posterior del jardín, comido por el agua hace décadas. Esta no será la disposición original. Y me dirigí a lo inmutable, las rocas del Pico del Loro, por ejemplo, que incomprensiblemente parecían en idéntica posición, separando la playa de la Concha de la de Ondarreta, hoy igual que hace más de un siglo.

Debe de ser una ilusión óptica... y me centré por último en la isla de Santa Clara, que se supone que está ahí desde hace milenios. En las fotos más antiguas que conseguí encontrar, yo diría que está erosionada de idéntica forma, como si el nivel del mar no hubiera variado, pero como eso es imposible y yo no tengo por qué dudar de lo que nos dicen los ecologistas, seguro que ha dispuesto el gobierno vasco algún mecanismo hidráulico para rescatarla del fondo marino y elevarla hasta el nivel de esas fotos. Será por dinero.

A lo mejor, hasta la ciudad entera está elevada por un ingenio similar porque el cambio climático asociado a la mano humana existe, fachitas, y los niveles de los mares han subido estos últimos años decenas de metros lo quieras reconocer o no, que ya está bien de tanto negacionismo. Y eso es todo.


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