• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Las redes sociales no son la sociedad

Por Javier Ancín

Parece que estamos todos apiñados en una pelota imposible, millones encerrados en un espacio minúsculo, gritándonos al oído.

Redes sociales. IMAGEN DE ARCHIVO
Redes sociales. IMAGEN DE ARCHIVO

Desde la mesa de mi despacho veo San Cristóbal. En realidad siempre desde mi ventana he visto ese monte. Cuando era pequeño me ensimismaba mirándolo, cualquier cosa era mejor que ponerse a hacer la tarea del cole. Si era de día contaba sus antenas y si era de noche, me entretenía en ver los faros de los coches que subían como en las pelis americanas ascendían con sus Mustangs por las lomas de la ciudad para contemplar Los Angeles... o algo así, que ya sabemos para que se sube hoy a San Cristóbal: para beber, para follar o para una combinación con más o menos porcentaje de cada una de esas dos cosas. La vida es más prosaica que el cine, y más sucia, yo diría que afortunadamente.

Ahora que soy mayor en lo que más me fijo es en las nubes que se enganchan, las brumas que lo envuelven. En este instante está despejado, anda, y un segundo después, te despistas y ya está velado, como nuestros pensamientos.

Con este monte me pasa una cosa curiosa. Habré subido en bici más de cien veces, en realidad seguro que han sido muchísimas más, que hubo años en los que durante temporadas largas cada día pedaleando lo coronaba dos veces; pero desde arriba, amorrado al botellín de agua al pie de los repetidores que tan bien se ven desde mi casa, nunca soy capaz de encontrar la ventana en la que ahora apoyo la frente contra el cristal.

Es curiosa esa sensación de que en esta línea recta, desde A hasta B parece que hay una distancia, que piensas además que es pequeña, y desde B hasta A parece que hay otra infinitamente mayor.

Desde los edificios pareciera que con solo estirar la mano, como King Kong, pudieras arrancar las estructuras metálicas llenas de parabólicas como si fueran espinillas juveniles, pero desde la cresta la sensación es de que la ciudad cuando la miras se ha alejado años luz. ¿Seré capaz de volver allí abajo, con lo lejos que queda desde aquí sus calles? Quizás me quede en el camino, desfallecido... seguid sin mí, yo os cubro, como esas calaveras de animales abandonadas del desierto.

Pensaba en esto hoy... mirando el móvil, leyendo el ruido y lo cerca que parece que está el mundo cuando cotilleas las redes sociales, todo ese jaleo, toda esa marabunta gritando afortunadamente en perfecto silencio y lo lejos que queda cuando aprietas el botón y fundes a negro la pantalla, sentado en un banco del parque, abriendo un libro o comiéndote un helado escuchando música.

Parece que estamos todos apiñados en una pelota imposible, millones encerrados en un espacio minúsculo, gritándonos al oído, cogiéndonos de la pechera hasta que con solo apagar el trasto consigues disipar esa ficción y proyectarla a una distancia mayor que la del Big Bang con los cuerpos celestes.

Si las redes sociales fueran la realidad, sería poner un pie en la calle y que empezaran las hostias. Afortunadamente todo es un espejismo. La gente por las calles ni nos miramos. Somos perfectos desconocidos anónimos los unos para los otros. Estamos solos en la galaxia. Qué paz. Y eso es todo.


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Las redes sociales no son la sociedad