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Opinión / A mí no me líe

Hay que prohibir las bodas civiles

Por Javier Ancín

"Comprendo que si eres una persona creyente necesites consagrar tu unión ante Dios. Lo que no me entra en la cabeza es que lo tengas que hacer delante de un concejal. A una boda civil no le veo ni el romanticismo ese de poner ojitos, ni el misterio de lo trascendente por ningún lado. Una boda civil es un acto administrativo como puede ser presentar la declaración de la renta o renovarte el DNI".

Una pareja se pone los anillos durante la celebración de su boda. ARCHIVO
Una pareja se pone los anillos durante la celebración de su boda. ARCHIVO

Hace mucho que no voy a bodas. Ya no tengo ni ganas ni traje, y eso que durante una época de mi vida los tuve que vestir a diario para ir a la oficina. Prácticamente era lo único que tenía en el ropero. De todo se sale, afortunadamente.

Alguna corbata me queda, todas tan caras como pasadas de moda, que tampoco no sé ni para qué. Abro el armario y ahí están, cogiendo lustros, colgadas de un corbatero, que su única función es la de recordarme que soy mortal. Memento mori, chaval, cuidado que todo termina. Incluso esto, ser un despreocupado paseante al que le dejan escribir un folio de píxeles, un amo de casa de las palabras a las que siempre les sobra o les falta sal, y que inexorablemente serás expulsado del parnasillo hiperlocal en cuanto quien paga se dé cuenta de que eres un impostor. Carpe diem, que tarde o temprano tendrás que volver al traje de romano para ganarte el pan.

Lo de las bodas lo dejé cuando la entrada al sarao iba por 150€ y no tenías derecho ni a elegir el vino. No sé por cuánto ira el asunto hoy. Podrían hacer precio especial, un dos por uno, seguro que alguno ya lo ha pensado, este negocio es de lo más innovador, que una de cada dos acaban en divorcio y uno de cada dos divorciados vuelve a reincidir. Tengo una foto de la primera boda de un amigo a la que fui. Aparecemos toda la cuadrilla, con nuestros respectivos acompañantes. Hoy no queda ninguna pareja de aquellas, ni la de los que se casaban, que se divorciaron hace años. Otro memento mori, que como no somos de izquierda, no hizo falta ir retocando la instantánea con cada baja, como hacía Stalin con sus purgas. Alguno ha reincidido y hubo de nuevo que pasar por caja. Hacerse mayor es ver cómo tus amigos se divorcian, hacerse muy mayor es verlos a algunos casados de nuevo.

Como buen ateo que soy, solo concibo las bodas religiosas. Comprendo que si eres una persona creyente necesites consagrar tu unión ante Dios. Lo que no me entra en la cabeza es que lo tengas que hacer delante de un concejal. A una boda civil no le veo ni el romanticismo ese de poner ojitos, ni el misterio de lo trascendente por ningún lado. Una boda civil es un acto administrativo como puede ser presentar la declaración de la renta o renovarte el DNI. Allá tú si quieres ir vestido de fiesta y llevar invitados para recoger un certificado de empadronamiento o pagar una multa por saltarte un semáforo en rojo yendo en bici... quizás este último no sea el mejor ejemplo y en vez de en el apartado bodas tengamos que incluirlo en el de los milagros civiles.

Los sacramentos son sacramentos y los sucedáneos, esperpentos. Miedo me da que se generalice la extremaunción laica. Imagínate el cuadro de, estando en el lecho de muerte, que te aparezca un edil aberchándal a despedirte de la existencia con los laicos óleos del impuesto de sucesiones foral.

Yo, que a tantas firmas de hipoteca he asistido, en verdad os digo, queridos hermanos, que si queréis hacer un acto trascendente desde el punto de vista civil, montéis la celebración en la notaria. Ahí sí que se miraba la gente de forma especial, un hervidero de sentimientos era ese instante antes de rubricar el asunto. Algunos alegría pero la mayoría con pánico, asumiendo, comprendiendo más bien, como la vida en el poema de Gil de Biedma, que aquello iba en serio.

Leo que dos valientes se vinieron hace unos días a Pamplona a darse palabra de matrimonio en la Estafeta, la calle por la que desfilan más cuernos de todo el mundo. Qué temeridad. Quizás lo suyo hubiera sido no arriesgar tanto y poner rodilla en tierra para pedir la mano en la calle Salsipuedes. Y eso es todo.


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