• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Pamplona a veces también merece la pena

Por Javier Ancín

Hacía tiempo que no practicaba el género noctámbulo en esta ciudad y como llevo una temporada entregado a los viejos ritos de juventud, me he metido en ella sin pestañear.

Un joven graba con su teléfono móvil un concierto de música en una discoteca ARCHIVO
Un joven graba con su teléfono móvil un concierto de música en una discoteca ARCHIVO

Aquí en Pamplona no tengo moto, en Madrid ya lo he remediado, así que me he cogido la villavesa para subirme a los bares de siempre. Este finde han brillado todas las motas de polvo del pasado que fue mi Pamplona de juventud. Y ha merecido la pena. Bares, amores, desamores, historias, recuerdos, planes presentes, futuros y amigos. Y conciertos, el viernes un Iván Ferreiro sublime y el sábado en el bar Cavas, Triángulo de amor bizarro que según la revista Mondo Sonoro tienen el mejor disco de 2016. Brutal. Hacía mucho que no paraba por este sitio que llegó a ser nuestra escombrera particular tantos fines de semana cuando éramos veinteañeros. El Cavas era la última estación de la noche. La última frontera con la barbarie. Siempre estaba lleno. He visto a Martín canoso y con coleta y me he quedado en shock. También lo he visto en forma. Descubrir el paso del tiempo en los rostros de los camareros de siempre es otra forma de asustarte por cómo corre la vida. Todos nos hacemos mayores. Yo el primero. El bar, como nosotros, también está diferente. Ahora los baños los han colocado al fondo y hacen conciertos. Conciertos chulos. Me alegro. Echo de menos el gran póster del disco War de U2 pero la música sigue siendo muy buena.

Entramos, 15 € y Perro a toda hostia en los bafles con su Reina de Inglaterra. Promete la velada. Pillamos banqueta y yo me pido una Alhambra 125. Una milno. Una de las verdes. Pichón, joder, que estás disperso como un padre primerizo, deja los críos y anota, secretario, 4€. Un robo. Da igual. No se lo vamos a tener en cuenta por una vez al bar ni a la ciudad. Es una cerveza cojonuda y la noche es perfecta. Salen Triángulo de amor bizarro y el garito se transforma. Tralla y a disfrutar. Parece un club inglés setentero punkarra con musicaza y gentuza de la peor calaña, o sea, de la mejor. Jóvenes saltando como animales a centímetros de los músicos y los que ya somos casi cuarentones en la barra mirándonos y sonriéndonos. Chocando botellines con desconocidos. Así sí, joder. Por fin Pamplona merece la pena. Música, desmadre y buen ambiente. Un fin de semana feliz entre tantos días de mierda, alejado del oficialismo, por fin. El aberchandalismo está perdido desde que son el poder. Están fofos y bufan cansados cuando les toca recorrer Calderería sin coche oficial. Lo underground ha cambiado de bando. La mística de lo prohibido ahora es nuestra. La revolución nos pertenece a esa tercera Pamplona que sé que existe. La estoy viendo hoy. Las Gazelle de nuevo están ganando al pantalón del chándal negro del uniforme de político. Duelo fratricida en Adidaslandia. Pamplona este finde ha estado a la altura de mis circunstancias. Me alegra poder contarlo. Me alegra mucho poder contarlo.

Bolazo de los Bizarros. Intenso y caluroso. Ni una pausa. 21 canciones enlazadas sin un punto. Como en el libro Cristo versus Arizona. Un martillo pilón percutiendo en una Pamplona despierta, ágil. Es casi un milagro que los parches de la batería hayan aguantado tanto leñazo sin rasgarse. Estos conciertos pequeños donde puedes verlo todo de tan cerca, donde puedes escribirlo todo después de tan cerca, son los que me gustan. ¿Que no se escuchaba del todo bien? Qué más da. Aquí hemos venido a otra cosa, a sentir, por ejemplo, a sonreírnos cómplices con extraños, si quieres escuchar ponte el disco. A mezclarnos con los músicos. Punto final y sudor. Maravilloso ejercicio de estilo. Me han encantado. Mucho más frenéticos que en las grabaciones. Y es verdad, mucho mejor cuando canta ella.

Se vacía el bar y me quedo con una sonrisa en un rincón de la barra escribiendo este artículo en el móvil, leyendo en la Mondo Sonoro que no se ha lesionado ningún niñato, disfrutando de la noche, de la ciudad y de que aquí dentro no hace nada de frío. De repente un tipo que lleva mucho tiempo mirándome se me acerca para preguntarme si era el de Kokoshca. Era... el de Kokoshca, era. No sé ni cómo es el tipo del que me habla. Kokoshca es un grupo estupendo de Pamplona, es lo único que le he acertado a decir. Muy buenos. Ojalá los traigan antes por Pamplona porque tocan en Logroño en un festi veraniego. Iremos. Me ha gustado la experiencia de ser un músico indie durante 15 segundos. Pide lo que quieras, me dice, no serás el que digo pero tienes pinta de majete. Oye, pues gracias. Ponme otra milno fresquita. Que sean dos. Chocamos las birras y me deja tranquilo escribiendo. En Pamplona también pasan cosas, pienso, y cierro los ojos y me acuerdo de los festis donde quedaba contigo.

Sigo dándole a la tecla y al rato se me acerca una tipa y me dice que qué hago. Escribir una articulo para el periódico, le contesto. Se lo enseño, lo lee, me comenta que le gusta lo que cuento, lo habla con sus colegas y me dice, pon que nos han hecho bailar mucho y que hacía meses que no salía a bailar. Y que nos han gustado mucho y que ojalá vuelvan pronto a Pamplona. Hecho. Tengo que salir más, me digo. Se me escriben solos los textos. Triángulo de amor bizarro, volved pronto a Pamplona. Es una orden de una lectora vuestra y mía.  

Y así ha ido pasando la madrugada hasta que ya se ha hecho tarde. Si hubieran puesto la tele había un partido de Nadal donde Federer ha marcado un punto realmente increíble. Luego he caído en que tenía que escribir sobre Spiderman, que casi no recordaba. Quería contar algo de Armando Cuenca, el jueves sin falta le hacemos un traje nuevo de hombre araña. He apurado la cerveza y me he puesto triste justo antes de irme. He estado con Víctor hasta las tres y nos hemos metido en cuatro millones de taxis. En realidad, eran solo dos, pero la lírica manda, y no he vuelto a pensar en ti hasta que he llegado a casa y ya no he podido dormir como siempre me pasa. Ha sido un buen día por Pamplona. Y eso es todo. 


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