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Opinión / A mí no me líe

Hay que prohibir el Olentzero (making-of)

Por Javier Ancín

Ah, la vida, ese loco teatro del mundo calderoniano, esas risas, esos llantos, esos dramas, comedias. Esto es espectáculo, que gritaba Robert De Niro cuando interpretó a Jake LaMotta en Toro Salvaje. Hasta que echemos el telón, ¡vivamos!

Desfile del Olentzero de Pamplona (20). IÑIGO ALZUGARAY
Desfile del Olentzero de Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY

La apuesta era fuerte. Quien gane paga una cena en un tres estrellas Michelin. En Giputxiland, apostillé, que la decadente Pamplona, siempre nublada, tiene menos de esa constelación de la guía francesa que, por ejemplo, la ciudad de Huesca. Hecho, me contestó mi colega más vasco que un retoño del árbol de Guernica con ka y sin u, y más nacionalista que el palo de la ikurriña.

Mi amigo confiaba mucho en los suyos, los aberchándales de navarra. Un vasco no es un curilla de la moral de chichinabo ni un puritano, me decía, orgulloso de su estirpe milenaria. A un vasco de verdad, le gusta comer y beber como un animal y no repara nunca ni en gastos ni en horarios ni en fechas ni en cantidades. Un vasco jamás te dirá nada por decir que te has tomado dos gintonics y menos en un día festivo, alegre. Además, joder, añadió, dos gintonic es una miseria, copón.

Iluso... yo sabía que los suyos, la aberchandalada, sería capaz de montar un pollo hasta por decir que me había tomado una ensalada solo de lechuga, ni cebolla para darle un toque. Verde a palo seco. Por algún lado le sacarían punta. Si me conoceré a mis clásicos.

Se lo dije a mi colega pero no me hizo ni puto caso, verás cómo si pongo que me tomé dos gintonics antes de la cena van a entrar ahí como los miuras en el callejón y no va a haber más párrafos. Él me decía, imposible, el pueblo vasco históricamente es de un borrachuzo sin complejos, tanto, que hasta al Olentzero le hacen ser uno de ellos, rosadito, alegrón, ya sabes, un poco bobalicón del pedo que lleva.

Joder, que hasta la gente le canta más o menos que te has puesto de vinazo hasta el ojal, Olentzero. ¿Cómo van a ir contra ellos mismo? Y yo, que veía que hacía tiempo que no estaba en la onda porque vive fuera, le advertí. Tienes a tus aberchándales a un paso del apio, que hace tiempo que no los tratas, que no sabes lo raritos que se han vuelto, que vas a perder y yo me voy a descojonar vivo. Imposible, insistió, la borrachera va implícita y explícita en la propia naturaleza del personaje, hostia, lo dice la canción que le cantan. Negar que el Olentzero es un borracho glotón es negar la tradición en sí misma, volvió a insistir mi amigo, mientras yo le chinchaba diciéndole no moviendo la cabeza, divertido.

Te vas a estrellar contra la realidad, verás cómo va a ser un escándalo los dos gintonics. No me lo creo, clamó llevándose las manos a la cara. Pon al menos que nos tomamos algún chupito (él dijo txupito), o un pacharán (él dijo patxaran) con dos gintonics nadie va cocido. Estuve tentado de decirle que con estos censores tramontanos que por aquí pululan son capaces de llevarnos a alcohólicos anónimos por una cerveza cero punto cero, pero le deje hacer un rato más. Verás como a que lo que se parece esto es a la escena de Casablanca en la que clausuran el café de Rick al grito de, qué escándalo, aquí se juega, mientras el capitán Renault recoge sus ganancias obtenidas a la ruleta.

Verás... repetí casi como advertencia, pero nada mi amigo, cabezón como él solo, no se bajó del burro, y con un apretón de manos sellamos la apuesta. Escribí dos gintonic, mandé artículo, me lo publicaron y llegaron las risas a mi vera. Mi amigo incrédulo fue contando los comentarios contra la ginebra. Atónito por lo prosaico de la verdad, que como decía Serrat, nunca es triste, lo que no tiene es remedio, asumió su derrota como un caballero euskaldun de los que ya no quedan y me pido fecha para reservar. En ningún momento hubo partido.

Pues bien, Koldo Mari (mi amigo se llama así, que aquí ya hay que tentarse la ropa con todo), gané. Es más, nunca me ha resultado más sencillo ganarte, que llevo ya aquí un año y de otra cosa no sé, pero de sociología aberchándal de infantería tengo ya una tesis doctoral hecha. O dos.

Gracias amado pueblo escandalizable por hacer que me inviten a una cena en Arzak. Prometo que los dos primeros copazos, luego, por el centro de Donosti, irán a vuestra salud, amados censores. Esos los pago gustoso yo. El tercero ya, si eso, irá a la salud de mi amigo, descojonándome un poco de su inocencia, al que habéis dejado hundido en su aberchandalismo para mucho tiempo. Tiene una crisis de identidad que no sabe ni por dónde le da el aire... pobre, de esta se hace runner o se pone a régimen o deja de fumar o se vuelve abstemio o pide asilo político en Tabarnia.

Prometo darle un abrazo, para que se le pase el sofoco pronto. Va repitiendo por las esquinas, preocupado, espantado más bien, como zombi, que en una de estas su pueblo elegido, el que hunde sus raíces en Tubal se le hace vegano, ¡vegano! Lo vais a matar a disgustos, aberchándales. Ay... Y eso es todo.

(Coda: En la escritura de estos dos artículos no ha sido dañado ningún crío. Se les dio la paga, mosto y croqueta. No se violó ningún punto de la declaración de los derechos del niño ni de la convención de Ginebra. Feliz año/a eta urte berri on/off a todos y todas).


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Hay que prohibir el Olentzero (making-of)