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Opinión / A mí no me líe

Ni Iparralde existe ni Le Pen es amiga de España

Por Javier Ancín

Vox parece siempre más preocupado en ser de derechas que en defender los intereses de España más allá de los límites nacionales. 

Marine Le Pen durante las votaciones de este fin de semana en Francia. Photo: Thomas Samson/AFP/dpa

Si los aberchándales no conocen Navarra, se creen que todo es tan radical barra violento como esa barriada levantada durante el franquismo como pueblo de aluvión llamado Alsasua, ni te quiero comentar lo que conocen Francia, que es entre el cero y la nada.

No solo lo lejano desconocen, se licúan como la sangre de san Genaro con Córcega o eso que ellos llaman la Cataluña norte, dos territorios que en su paranoia consideran oprimidos por la Francia centralista y donde han votado mayoritariamente a Le Pen, sino que tampoco conocen la Francia que les pilla al otro lado de la frontera con España, eso que en su fantasmagórica imaginación llaman Iparralde.

Te ponen a desfilar en la korrika a la momia sanguinaria de Josu Ternera por Bayona, con el rodillo de amasar relatos de ciencia ficción tocado con una ikurriña imperialista de txitxinabo en la mano, como si aquello fuera la prueba irrefutable de que es territorio conquistado. La realidad no puede estar más alejada de esa opereta. Basta con mirar los resultados de los Pirineos Atlánticos en las presidenciales al Elíseo para constatar que la Iparralde mitológica del aberchandalismo ni está ni se le espera. El nacionalismo francés saca prácticamente el 40% de los votos en ese departamento.

El 60% restante lo consigue la derecha pro nuclear francesa de toda la vida, esta vez encarnada en Macron, que tampoco parece muy partidaria de hacer de Biarritz la Chantrea -en batua francés Chantgggggguea- o la Hernani -en batua francés Hegggggnani- del otro lado de los Pirineos. 

Es decir, en ese territorio galo que anhela el aberchandalismo para su aberchandalato, se vota como se vota en Francia, sin anomalía ninguna, sin estridencias: el sur más a la derecha de Macron y conforme subes hacia el norte, a la derecha de Le Pen. 

Lo de no conocer Francia es un mal endémico en la política española, no solo a los aberchándales les pasa, que a Vox también le ocurre lo mismo. 

Cada vez que veo al voxemita Buxade genuflexo ante Le Pen, sin afearle que votara en Europa a favor de mantenerle la inmunidad a Puigdemont y, sobre todo, sin asumir que la Francia que defiende el Frente Nacional es la enemiga secular de España, la que le vuelca los camiones de fruta o quiere llevarle de nuevo la frontera imperial al Ebro, flipo en colores. 

Vox parece siempre más preocupado en ser de derechas que en defender los intereses de España más allá de los límites nacionales. Ni quiere molestar nunca a Le Pen ni tampoco tiene problema en considerar aliado a Salvini, ese populero nacionalista italiano que se fotografía con ikurriñas y esteladas independentistas catalanas, es decir, contra España, como si no hubiera un mañana. 

Lo único que queda claro es que los franceses, desde Hendaya a Estrasburgo, votan a la francesa, es decir, a favor de Francia, nunca contra ella como sí pasa en España, y lo demás pues como el disco: cuentos chinos para niños del Japón. Y eso es todo. 


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