Cojamos al menos el acto estrella de la fiesta, lo que realmente la hace diferente a todas las demás celebraciones, el encierro, y probemos.
- miércoles, 24 de abril de 2024
- Actualizado 18:52
Yo no sé el porqué de las prisas. Tampoco sé esa necesidad de Txibite de meterse en casa ajena a ordenarte los estantes de los libros que no son suyos -tiene pinta de clasificarlos por colores- o a decidir por ti que el abrigo que cuelgas del armario ahora tienes que dejarlo en un perchero en el recibidor que debes de comprar, inexorablemente, porque a ella se le ha metido en la cabeza. Es que no me gustan las cosas al aire, prefiero tenerlas recogidas, me agrada mi recibidor como está, diáfano, te aventuras a señalar. Ni puto caso, ya te ha mangado la tarjeta de crédito y te ha comprado uno que te llegará en un par de días.
No entiendo por qué hay que suspender los Sanfermines, de raíz, sin consultar con el dueño del piso, salvo por esa necesidad que tienen los políticos mediocres de dejar constancia a cada paso de que mandan. El esto es así porque lo digo yo de toda la vida salpimentado con un bastante de usted no sabe con quién está hablando. Y a callar, porque como te opongas a una persona así de autoritaria sabes que es para tener follón.
Desde que yo recuerdo, voy embalado a poco que me descuide hacia el medio siglo, llevamos toda la vida de Dios repensando las fiestas de Irroña. Todo son mesas, todos son propuestas, todo son ganas de cambio: es que están muy masificados, es que no se puede seguir así, es que hay que poner límite, es que la abuela fuma y se nos ha ido de juerga por San Nicolás, es que el abuelo no retiene y se ha sacado la chorrica en la esquina de la Estafeta con la bajada de Javier. Pues qué mejor año que este que se nos presenta, ya que nos tienen encerrados, no sé ni en qué perímetro, si es local o autonómico, para ensayar algunas formas de actuar diferentes.
Y no me refiero a lo obvio, que me conozco a mis clásicos y su rasgarse las vestiduras con mucho aparato y pantomima. Yo no quiero descorchar champán y llenar las calles, más bien mi claustrofobia y misantropía me llevan a lo contrario, vaciarlas para siempre. Si por mí fuera, los Sanfermines los organizaba como las olimpiadas, cada cuatro años y con dos o tres días, suficiente. Después, como es tradición, todos a Salou y aquí paz y después gloria y los jardines nos lo agradecerían.
De lo que hablo es de otra cosa. Cojamos al menos el acto estrella de la fiesta, lo que realmente la hace diferente a todas las demás celebraciones, el encierro, y probemos.
Ocho encierros solo para los de Pamplona, un nuevo concepto, el que sea, cada día uno diferente, a ver si funciona la nueva fórmula. Yo qué sé, desde censo para correr, limite de corredores por edades, por condición física, por sexos, por sexas o por número de zapatilla, hasta horario diferente y volver al de antaño, más madrugador.
Lo que os de la gana. Como si queréis sacar los toros de la plaza y llevarlos hasta el corral de Santo Domingo, a ver qué pasa. Un encierro todo de bajada, a lo loco.
Total, que más da, es nuestro juguete y aprovechando que este año todo va a seguir siendo un solar, juguemos con él de una forma novedosa. Nunca vamos a tener la oportunidad de tener el recorrido tan despejado. Nunca van a darse unas condiciones tan especiales, pues utilicémoslas, copón, que a lo mejor encontramos en este laboratorio una fórmula magistral que se nos había pasado por alto.
Podríamos exigir, propuesta con la que no puedo estar más de acuerdo, que solo se pueda correr de blanco, por ejemplo, y por mí, también solo de rojo, y olvidarnos para siempre de esas antiestéticas camisetas fosforitas o de las fajas verdes y pañuelos azules de los raritos de algunas peñas. Y eso es todo.
