• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

La Navarra de Txibite se hunde

Por Javier Ancín

Es lo que hay cuando tus gobiernos solo persiguen no hacer sombra económica a la Comunidad Autónoma Vasca, tierra matriz de los partidos regionales aberchándales que mandan en la Navarra de la títere Txibite.

La presidenta navarra María Chivite posa a su llegada a la XIV edición de la gala de los Premios MIN de la música independiente. EFE/ Jesús Diges

Puede disimular lo que quiera, pero el pinchazo en el muslo le hace cojear y le impide un golpeo eficaz y limpio al balón. Si el entrenador no lo cambia estamos jugando con diez. Puede esconder la cabeza como el avestruz, pero la realidad seguirá estando ahí, como el dinosaurio, que por mucho que una se eche a dormir no va a desaparecer cuando despierte.

La Navarra de Txibite no va bien, renquea, o directamente echa un humo negro que por mucho que quieran, no hay forma de esconderlo: lo está envolviendo todo, ahogándonos. La fría estadística, los indicadores numéricos y las tablas que los ordenan están ahí, en silencio atronador, para quien quiera leerlos. La clasificación general es despiadada, aunque quieras esconderte detrás de un penalti dudoso, si caes, déjate de monsergas, has caído por tus propios deméritos.

Tras dos años de pandemia, somos la comunidad autónoma donde más sube el paro, el PIB lejos de ascender... desciende -el económico, el producto interior bruto de Txibite de los pactos políticos ese no deja de embrutecerse engordando cada mes- y las listas de espera en los hospitales están disparadas... en los pies de los pacientes que aún piensan que la sanidad Navarra es un tesoro de piedras preciosas, cuando hace tiempo que nos la cambiaron por una baratija. Con los gobiernos aberchándales y del PSOE que padecemos desde hace ya más de media década, ha pasado de gargantilla de joyería de Carlos III a collar de plástico sanferminero sin valor alguno.

Es lo que hay cuando tus gobiernos solo persiguen no hacer sombra económica a la Comunidad Autónoma Vasca, tierra matriz de los partidos regionales aberchándales que mandan en la Navarra de la títere Txibite -el partido de la Eta es guipuzcoano, el partido del Peneuve, vizcaíno y el PSOE es de los dos porque con ellos pacta Sánchez-. Recuerden una vez más, una y otra y otra vez más, que podríamos hacerles competencia fiscal pero ahora mismo lo que tenemos son unos impuestos más altos que ellos, no vaya a ser que alguna empresa decidiera dar el salto a Navarra desde la CAV y crear aquí empleo en vez de allí, que bien sabe el nacionalismo que una cosa es que todos seamos hermanos vascos y otra ser primos... o hacerlo. Ya lo dice el refrán: Al pan identitario como hermanos, al dinero como Etxeberrias.

Cuando lo único que ofreces al personal, fofo y viejo calzado con sus pantalones pirata y su riñonera para andar por el paseo marítimo de Salou, es que vivan lloriqueando porque hace cinco siglos eran en su fantasía una mezcla entre Conan y William Wallace, cachas y con espada enorme defendiendo las puertas del castillo de Maya, pues pasa lo que pasa, que te hundes porque te has olvidado del presente y, sobre todo, del futuro.

¿Por qué sobre la historia de Navarra sólo se habla de nieblas? ¿Quién lo ha decidido? ¿Por qué se olvidan de decenas de actores extraordinarios que pueblan, por ejemplo, el siglo XVIII y XIX navarro qué tanto podrían inspirarnos? Obviamente es algo deliberado, claro, que estas cosas siempre tienen un porqué: alguien deprimido es más fácilmente manipulable.

El otro día leyendo sobre la guerra de la independencia, me di de bruces con uno de esos personajes navarros que tanto bien nos haría estudiar su periplo. Otro más. Desconocía que Goya, a su muerte en Burdeos, fue enterrado en el panteón de su amigo Juan Bautista Muguiro e Iribarren, de Aldaz, empresario y banquero que llegó a ser hasta presidente del Congreso de los Diputados en 1837. Compró la última obra del pintor aragonés, La lechera de Burdeos, ese cuadro sereno y dulce que es como una posdata de esperanza tras la tormenta de existencia que le tocó vivir.

Qué bien le vendría a Navarra abrir las ventanas, dejarse de adolescentes batallitas medievales y que entrara luz adulta para ventilar un poco la leonera que somos, que ya tenemos una edad para rescatar del olvido a nuestros antepasados más audaces. Y eso es todo.


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