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Opinión / A mí no me líe

La felicidad de un 6 de enero

Por Javier Ancín

La felicidad es un absoluto que nos une de la misma forma, da igual que seas de aquí o de allá o que seas alto o bajo.

Los Reyes Magos desfilan por las calles de Pamplona durante la Cabalgata 2023.  PABLO LASAOSA

Tolstoi ya lo vio en el comienzo de Ana Karenina: todas las familias felices se parecen. Y bien que así sea. La felicidad es un absoluto que nos une de la misma forma, da igual que seas de aquí o de allá o que seas alto o bajo. Da igual que ocurre de noche o de día, la felicidad se nos presenta a todos como un fenómeno similar.

La felicidad nos iguala a los humanos, nos conecta, nos hace rebotar en la misma longitud de onda, entramos de similar forma en resonancia, como el famoso puente de Tacoma pero sin colapsar.

La felicidad nos hace vibrar a cada uno con la misma nota, como cuando deslizas un dedo humedecido por el borde de una copa y surge la música. La felicidad es la abolición de las fronteras de los estados de la materia: sólido, líquido y gaseoso fusionados. La felicidad es el momento exacto en el que un gas sólido se licúa. Un milagro similar al que ocurre en Nápoles con la sangre de San Genaro.

La felicidad es la mañana del 6 de enero, todos al rededor de algún regalo, en pijama, rasgando el papel impacientes para ver qué nos han dejado los Reyes Magos. O incluso mejor, el mejor presente, que es ver a alguien que quieres abrir un regalo. La escena debe de ser así en todos los salones, aunque de ella solo nos queden las pruebas circunstanciales al bajar los envoltorios al contenedor y ver que todos, en realidad, son el mismo.

Quizás el mundo iría mejor si quedáramos para abrir los regalos a la vez, que desde que somos niños, tiene la misma forma. Yo cada vez que veo al lado de mi zapato un regalo una mañana de Reyes lo veo con los colores blanco, rojo y negro de la juguetería Purroy de mi infancia que ya ni existe. Y aunque tarden años, siempre llega lo que tanto has querido tener. Solo hay que tener un poco de paciencia.

A mí hoy me han echado lo que llevaba esperando hace décadas. Lo vi por última vez hace un par de meses en la exposición que han montado de Hergé. No me decidí a comprarlo porque era un lío y lo dejé ir pero los Reyes, que son magos, debieron de tomar nota y hoy me lo han traído.

Aquí la tengo, en mi mesa de trabajo, donde estoy tecleando, reluciente, rojo y blanco, a cuadros, similar a los colores de la selección de fútbol de Croacia, tan estilizado como siempre. Cada año que pasa me parece más moderno, un diseño prodigioso, anterior incluso a la misión Apolo que llevaría al hombre al mar de la Tranquilidad casi 20 años después y que no me puede gustar más.

Por fin tengo la maqueta del cohete con el que Tintín, el capitán Haddock, Milú, el profesor Tornasol y demás cuadrilla llegan a la Luna.

¿Y a vosotros, qué os han echado?

Todas las familias felices se parecen. Espero que al menos hoy nos parezcamos muchos, cuantos más, mejor. Y eso es todo.


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