• sábado, 20 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

El euskera está muerto muertoak

Por Javier Ancín

El problema con el euskera es que es una lengua ideológica y no de comunicación. Es decir, aspiran a que sus hablantes abracen no solo un idioma con el que no señalar las cosas con el dedo, sino un conjunto de premisas políticas homogéneas para sus usuarios. 

Andan a vueltas los aberchándales de Navarra con una encuesta que ellos mismos se han hecho sobre el uso del euskera en nuestra comunidad. Se regatean décimas e intentan sacar conclusiones definitivas con un cero coma algo, más o menos, para decirnos si ha subido o bajado su uso con respecto a otras encuestas anteriores. 

La realidad desnuda es que el euskera, según sus propios datos/datoak, es que lo utiliza como vehículo para comunicarse solo un 5,8% de los navarros. El grupo que más lo usa es el de los niños, a los que se lo meten como a los patos el pienso para hacer foie, sin preguntar.

El que menos el de los jóvenes -que pasan mucho de las cosas de sus padres, ellos prefieren ampliar su campo de batalla de sus relaciones personales con idiomas de más amplio espectro, básicamente inglés y español- y vuelve a subir un poco entre los adultos, sin llegar al punto de los niños, claro, los únicos que no deciden libremente si quieren usarlo o no.

Los idiomas no suelen desaparecer, se dejan de usar y ya está, que es otra cosa. Dejando a un lado sus evoluciones que han dado paso a otros idiomas, el latín no ha desaparecido, teniendo una gramática y un diccionario ahí está, para el que lo quiera aprender, lo que ha dejado es de usarse como herramienta para las relaciones humanas. 

No comparto el fetichismo por los idiomas como algo más allá de la función comunicativa que tienen todos. Los idiomas por sí solos únicamente son unos ruidos que haces con la boca y unos símbolos que dibujas en una hoja.  Nunca he entendido esa emoción que les producen a algunos esos códigos, un poco como si vieras el verde o el rojo en cualquier lugar, unos zapatos rojos o una lechuga verde, y automáticamente sintieras una emoción desbordante porque en los semáforos indican el rojo parar y el verde pasar. Y te pusieras a desbarrar con la matraca identitaria de que estos colores son nuestros. Lo nuestro. Nuestras raíces. Estos colores somos nosotros y solo nosotros. 

Un semáforo funciona porque comparte con mucha gente ese significado que se decidió que tuviera, únicamente para facilitarnos la vida, para no matarnos en cada cruce cuando vamos en coche o andando,  que no en bici, que los usuarios de las bicis todo el mundo sabe no conocen esos tonos, no para diferenciarnos de nadie o para dotarnos de una identidad especial mediante el uso de esos colores concretos. 

No me emociona que a un perro se le llame txakurra o guagua o estrongeperren, lo emocionante, en todo caso, es que seas capaz de trasmitir con esos ruidos y esos signos a otra persona el concepto de perro, sin necesidad de señalarlo con el dedo, como escribió Garcia Márquez en Cien años de soledad: el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.

El problema con el euskera es que es una lengua ideológica y no de comunicación. Es decir, aspiran a que sus hablantes abracen no solo un idioma con el que no señalar las cosas con el dedo porque es más incomodo, con el que pedirse el pan en la panadería o preguntarse la forma más rápida para llegar a una dirección concreta, sino un conjunto de premisas políticas homogéneas para sus usuarios

Obviamente esto no puede funcionar de forma natural, es decir, sin más dinero, más dinero para conseguir que lo hablen los que libremente deciden no hacerlo o más privilegios para imponer su uso artificialmente, que solo sean funcionarios los que lo utilicen. Imagínense un idioma solo para los veganos u otro solo para los pelirrojos, que futuro podría tener si no es desde una imposición política. Ninguno. 

Si tenía alguna posibilidad de sobrevivir como mecanismo para establecer relaciones entre las personas, sus propios defensores/impositores se lo han cargado al excluir a la mayoría de la sociedad que no comulga con ese corpus político aberchándal

Es un idioma que no aspira a integrar al disidente de esa ideología aberchándal sino a convertirlo a ella y que se calle, por eso nunca va a triunfar como idioma mayoritario. Si un idioma no aspira a la universalidad, superando esos muros identitarios barra ideológicos que lo encorsetan, está destinado a dejar de usarse porque no es práctico, no porque nadie conspire para que deje de ser utilizado. Y eso es todo.


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