• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Despedirse de los muertos

Por Javier Ancín

Hoy me he enterado del fallecimiento de una persona muy especial para mí. Hoy no quiero escribir, solo quiero despedirme. Solo quiero despedirme a mí manera, juntando letras casi sin sentido, mirando más allá del más allá que no me mira jamás.

Luna llena sobre Pamplona
Luna llena sobre Pamplona.

Hoy no quiero seguir, hoy solo quiero sentarme en el coche y conducir por las carreteras que desconozco, en circulo. Hoy solo quiero escuchar música y dejar que todo me caiga encima, suave, como una capa de polvo que lentamente vuelve al suelo tras una ráfaga de viento al abrir una puerta cerrada casi hace mil años. Que la ceniza me cubra y me oculte.

Miro la noche, conduciendo, sin prisa, a una velocidad perpetua, como si no fuera a detenerse el coche nunca, como si en vez de rodar se deslizara por una placa de hielo que amortigua hasta los sonidos. Me suena silenciosa hasta la música que llevo puesta.

Miro la noche y descanso, tranquilo, triste, bastante triste pero sereno. No tengo rabia, solo cansancio. Estoy muy cansado desde hace seis meses para tener rabia contra nada. Esto ya no es una mala racha, como hablaba este fin de semana con un amigo, esto es simplemente la incertidumbre de darse cuenta de que todo lo que era sólido era un espejismo. Todo lo que era sólido solo era una ilusión en la que vivimos alegres cuando somos niños, cuando somos jóvenes.

La vida adulta es una continua incertidumbre horrible que nos golpea a la mínima. La vida es esto viscoso que nos tiene atrapados, haciéndonos caminar con mucho esfuerzo. La vida es esto que requiere toda la concentración para no perder el equilibrio y caer contra el suelo, para no estrellarte contra un muro, para no terminar arrastrado por la resaca perdido en la marea.

Miro la noche y el cielo, agarrando el volante como si no lo agarrara, como si él me condujera a mí por donde menos baches hay, cuidándome, llevándome hacia un destino sin destino. Miro la noche y el cielo y veo las estrellas que brillan como no recordaba. Miro las estrellas tan compactas, tan nítidas, que fantaseo con la idea de que nos hemos acercado tanto a ellas que por fin son perfectas. Miro la noche y el cielo y es diferente a todos los demás cielos que he visto, aún se ve una línea de claridad, incluso hay abajo un poco de bruma que increíblemente no afecta a su visión sino que más bien la potencia.

La noche esta a un metro de reventar en una primavera dulce, la noche está a un centímetro de romper a hablar, la noche está a un milímetro de descubrirnos todos los secretos. Miro la noche y me acuerdo de mil recuerdos. Miro la noche y en la noche se proyectan todos los recuerdos, como en una pantalla blanca que es negra, que es azul, que es rosa, que es amarilla, que es tierna. Todo está tan en reposo que da ganas hasta de sonreír o iniciar al menos la mueca.

El descanso es una paz de la que solo somos conscientes cuando ya lo hemos dado todo, sin dejarnos nada dentro. La noche no se me presenta como un lugar espantoso. La noche se me presenta hoy por primera vez como un lugar agradable para siempre. Despedirse en una noche es lo que procede. La eternidad es una noche con mil matices. La eternidad es una noche donde entretenerse contando destellos, con una temperatura dulce. Miro la noche y me consuela.

A veces da ganas de creer en dios o en cualquier cosa o en todas y que significara algo único esa luna inmensa, rojiza, a la que le faltaba un pellizco, que se me ha colocado junto a la ventanilla, acompañándome, y que después se ha girado hasta ponerse de frente, atravesando en parabrisas del coche, como si fuera mi guía.

Ojalá que no sea el azar, al menos no está noche, que tenga sentido, que sirva de despedida. Ojalá la muerte sea un misterio que merezca la pena, la pena tranquila, la pena y el llanto resignado y tenue, armónico, sin estridencias, y que todas las personas que apreciamos y que se van tengan una continuación en algún espacio, de alguna forma, en algún para siempre feliz y libre. Y eso es todo.


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