• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Chivite, perdida en el Metaverso

Por Javier Ancín

El Metaverso que nos ha presentado Txibite, para que nos entendamos, es como una web insufrible del gobierno de Navarra, de esas que fallan y se saturan cada dos por tres.

Anda, se ha metido Txibite a programadora retro y nos ha presentado como si estuviéramos en 1990, un juego para el Spectrum, aquel ordenador que básicamente era un teclado con un pletina para las cintas, que aquellos juegos venían en casete. 

Qué tiempos más heroicos los de la primitiva informática, que compartían formato físico los juegos con los chistes grabados del señor Tomas que ponía tu padre en el coche sin aire acondicionado, ni elevalunas eléctricas, ni cierre centralizado, ni dirección asistida, camino de la playa. 

Yo nunca tuve uno, pasé directamente a los PC1512 de Amdstrad con disco de 5 1/4 y que salvo para jugar no tenía más utilidad, pero recuerdo que el Spectrum necesitaba una tele pequeña de las de tubo para conectarse. Alguno se la robaba a la abuela que la tenía sobre la mesa camilla con su mantel de croché de la salita, dando un maravilloso aire retro futurista a aquellas casas de nuestros mayores.

El Metaverso que nos ha presentado Txibite, para que nos entendamos, es como una web insufrible del gobierno de Navarra, de esas que fallan y se saturan cada dos por tres, que son incapaces de dejarte hacer los trámites burocráticos más elementales por internet, pero en 3D y con un muñequito que se supone que eres tú. 

Tu avatar virtual, tu mala leche y desesperación hecha a base de ceros y unos, yendo de ventanilla en ventanilla, de Windows en Windows, para que también te digan, eso sí, digitalmente, que vuelva usted mañana. O ni eso, que lo que nos han enseñado con mucho bombo y platillo y gafa de realidad virtual son una especie de paredes, salas si le echas mucha imaginación, donde cuelgan fotos de políticos de doña Psoe, literalmente, para informarnos de que los que mandan en el cotarro este son ellos también. Maravilloso despliegue técnico. 

Para entendernos entre los cuarentones, es como el Doom, aquel mítico videojuego first-person shooter de hace 30 años pero sin armas -no habrá participado ninguno de sus socios del partido de la eta en el desarrollo del producto- y con unos gráficos aún más deplorables. Desplazas al muñequito de aquí para allí para que se pasee y poco más, que el monstruo de final de pantalla no consta que lo hayan metido dentro. Lo siento, Coronalzorriz. Otra vez será. Tendrás que esperar a la actualización.

Había más calidad en las maquinitas de arcade de los bares de mi infancia, allí por el Pleistoceno informático, las que tenían un joystick y un par de botones, las que para empezar la partida necesitabas meter una moneda de cinco duros, veinticinco pesetas, que en esta mierda que nos han presentado finalizando ya el primer cuarto del siglo XXI. Nos prometieron coches voladores y nos tenemos que conformar con el jeto de Txibite hecho pixel. Cojonudo.

Esto ya lo hemos visto a principios de este milenio, se llamó Second Life, una pérdida de tiempo parecida pero al menos financiada por empresas privadas, y ahora lo que hacen es resucitarlo de una forma aún más tosca para hacernos creer que Txibite y su administración son el colmo de la modernidad. Humo digital, vamos. Titulares publicitarios para salir en portada de la prensa amiga.

Cualquier día nos devuelve a la vida aquella revista formato sábana con la nos informábamos tanto de los nuevos videojuegos como de los trucos para acabarlos hace 35 años: la Micromania, esta vez rebautizado por exigencias del PNV como Mikromaniak. 

¿Y esto cuánto habrá costado? Ni idea, pero mucho, que estas cosas siempre nos salen por un ojo de la cara y ese nada virtual, real como las monedas que hacen cling-cling cuando salen de nuestro bolsillo y caen en las arcas de la Hacienda Foral. Lo que sabemos es que esta cochambre inservible que pagamos los contribuyentes va a conseguir mejorarnos la vida exactamente en... nada. Y eso es todo.


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Chivite, perdida en el Metaverso