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Opinión / A mí no me líe

Calleja y el coronavirus nacionalista

Por Javier Ancín

Días tristes estos, grises, lluviosos. Días de mierda. Se ha muerto Calleja, de este virus, el primer periodista vasco al que se le hincharon las narices desde dentro del nido de la serpiente, presentando el teleberri.

GRAF3600. MADRID, 21/04/2020.- El periodista José María Calleja, acompañado por la presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua (i) durante una prsetación de su libro el pasado 21 de febrero de 2006. El periodista y escritor José María Calleja ha fallecido este martes como consecuencia de la COVID-19. EFE/Fernando Alvarado
El periodista y escritor José María Calleja ha fallecido este martes como consecuencia de la COVID-19. EFE/Fernando Alvarado

Aramburu, autor del impactante libro de relatos, Los peces de la amargura, lo contaba en sus redes sociales cuando conoció la noticia, Calleja había sido la semilla para levantar sus cuentos. La primera obra literaria que yo recuerde que dignifica a las víctimas, llama asesinos a los asesinos y centra el asunto con tanta sencillez, despojándola de ese halo de misterio, incluso de cierto prestigio en el que el nacionalismo había tenido a sus asesinos hasta entonces, que acojona. Detrás de todo ese castillo de nacionalismo y violencia no hubo, no hay, nada bueno, ni elevado, y menos digno.

Días tristes estos, grises, lluviosos. Días de mierda. Se ha muerto Calleja, de este virus, el primer periodista vasco al que se le hincharon las narices desde dentro del nido de la serpiente, presentando el teleberri.

Cometió el crimen de a los muertos llamarlos asesinados y eso acabó constándole el puesto en la televisión del PeneUve. Le sustituyó en el puesto una tal Uxue Barkos, ¿la recuerdan?, más afecta al régimen nacionalista, tanto, que acabó siendo presidenta florero donde de los señoros de los jardines de Albia dejaban sus ramos de capullos tricolores: verdes, blancos y rojos cuando venían a que les rindiera cuentas. Urkullu llegaba por aquí de vez en cuando a ver cómo le llevaba la muchacha la hacienda, le palmeaba el lomo y se volvía a su Bilbao, capital de Euskadistán. Sigue así. El PeneUve a la mujer o planchándoles las ikurriñas o llevándoles la casa y los niños, no hay más. Buena neska. Agur.

En Egin, la cosa esa donde reivindicaban los asesinatos los de la eta y que tituló 'Ortega Lara vuelve a la cárcel' el día que fue liberado después de más de un año torturado, bendijeron el cambio.

Por cierto, imagínense, amados lectores, ahora que llevamos encerrados cómodamente en nuestras casas, haber pasado estas semanas en un espacio poco mayor que el de nuestros cuartos de baño, sin ventana. Pues multiplíquenlo por diez y súmenle el miedo constante, la luz no se apagaba nunca, a que en el siguiente segundo te fueran a pegar un tiro en la nuca, para tener una vaga idea de a lo que se dedicaban los asesinos nacionalistas vascos.

Decía que Egin celebraba así la sustitución de Calleja: se ha ido el español que crispa y llega el sirimiri que acaricia la hierba, Uxue Barkos.

Qué dura por aséptica resulta consultar la hemeroteca. De ese virus, de lo que fuiste, de tu historia, de tu pasado no te desinfectas nunca. El sisirmiri que acaricia la hierba...

Aún hoy sufrimos las consecuencias de toda aquella pocilga. El nacionalismo matar ha matado mucho pero no cura nada y gastarse la pasta en políticas nacionalistas, como ha hecho Txibite y su Psoe, UnidasPandemias, el partido de los señoros del PeneUve y el de la eta... pues menos.

En Navarra los recortes sociales y sanitarios se han llamado políticas identitarias nacionalistas vascas. Todo esa pasta que llevamos dilapidada durante ya la mitad de la última década a ese sueño de la razón que produjo los monstruos más terroríficos -Txibite incluso ha llegado al paroxismo multiplicando puestos de gobierno para contentar a todos sus socios- ay si lo hubiéramos dedicado a sanidad o a gasto social, por ejemplo, las residencias de ancianos, donde han muerto en silencio decenas de internos, cuántos disgustos nos habríamos ahorrado. Y cuantas muertes. Y pensar que todo pudo ser distinto, en fin.

El propio Aramburu colgó hace unos días una foto dando la noticia de que en Alemania, país en el que vive, ya habían abierto las librerías, para los que piensan que esta mierda no pudo ser gestionada de una forma más eficiente. Ellos sí que podrán celebrar mañana el día del libro, del libre, comprando alguno, nosotros seguiremos arrestados en nuestros pasillos porque un gobierno de inútiles no ha sabido ni surtirnos de mascarillas. En fin... qué puta banda. Otra puta banda... siempre jodidos por una. Es nuestro sino, preguntarnos siempre cuántos muertos podríamos habernos, por una u otra cosa, ahorrado. Y eso es todo.


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