• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 12:59

Opinión / A mí no me líe

Benditos lunes

Por Javier Ancín

A mí los lunes me gustan, lo que no me gusta es madrugar. Empezar un lunes a las doce de la mañana, once o diez... incluso nueve no es tan desagradable.

Varias personas de Pamplona tras la recuperación de la obligatoriedad del uso de las mascarillas en exteriores. IÑIGO ALZUGARAY
Varias personas de Pamplona tras la recuperación de la obligatoriedad del uso de las mascarillas en exteriores. IÑIGO ALZUGARAY

Mi drama siempre fueron los domingos, sobre todo después de comer, cuando ya se avecinaba tormenta, angustia existencial a la hora de la merienda cena. Los domingos por la tarde es el momento más depresivo que recuerdo en mi vida. Un eterno uno de enero cuando todo estaba cerrado. Un eterno quince de julio cuando todo estaba derruido. Horrible. Qué será de mí mañana, hacia dónde será... ¿llegará a ser? Todo moría los domingos por la noche. Luego llegaba el lunes y como la mayoría de las cosas en la vida, tampoco era para tanto. La existencia sigue, el show continúa.

Un domingo es lo contrario al viernes, que merece ser salvado por sistema, con nombre propio, en mayúsculas, incluso humano, como el Viernes rescatado por Robinson Crusoe de las garras de los caníbales. Un viernes era el día perfecto, el día en el que todo aún estaba por suceder, pero que ya había comenzado, aunque no lo hubiera hecho. Siempre era mejor salir la noche del viernes, sin darle importancia, que el sábado, donde te la jugabas. Un viernes era un sábado con red, con posibilidad por tanto de repetir el truco, con la certeza de que si te pasabas, nunca era tan devastador.

La resaca un sábado era algo a lo que siempre se sobrevivía mejor que a la resaca un domingo que ya era peor que la muerte, porque no estabas muerto sino que estabas muriendo, eternamente. Como el muero porque no muero de Santa Teresa de Jesús pero por la otra vertiente, la del vicio y no la de la virtud.

Siempre es peor esperar a los bárbaros, la puta angustia de esperar a los bárbaros que tan bien describe Coetze en su libro ídem, que tenerlos ya encima y poner al menos entretenerte peleando contra ellos.

Los domingos y los viernes tienen prestigio, aunque sea por motivos antitéticos, Dios y el diablo, el bien y el mal, pero del lunes nadie se acuerdo, solo se le odia, malditos lunes, ya como tradición. De vez en cuando hay que pararse y revisar los dogmas. A ver, a ver, a ver... cómo es eso de que es bueno porque siempre se ha hecho así, vamos a darle una pensada que a lo mejor nos llevamos una sorpresa.

A mí los lunes me gustan, lo que no me gusta es madrugar. Empezar un lunes a las doce de la mañana, once o diez... incluso nueve -madrugar conforme cumples años es una cosa que también se encoge de forma natural- no es tan desagradable. Es más, conforme envejeces, los lunes es lo más cerca que estarás de volver a empezar, ese regalo que pocas veces abrimos, generalmente por miedo, aunque luego siempre proporciona más satisfacciones que decepciones. O porque sentimos que ya no queda tiempo aunque luego siempre hay tiempo mientras vivimos. Pon un lunes en tu vida. Hazte ese favor.

El caso es que aquí estoy. Y aquí espero quedarme una buena temporada. Dando la murga desde el primer día de la semana. Mi primer lunes desde hace mucho. No recordaba los lunes, no recordaba esa sensación agradable de dar inicio a algo. Últimamente solo tenía la sombra encima alargada, constante como la del ciprés de Delibes, de estar acabando semanas, nunca de dándoles salida. Y había que cambiar la inercia, el reparto de pesos en el vehículo para modelar de forma más eficaz la fuerza que nos centrífuga en la curva.

Es mejor salir acelerando de la curva que frenar al entrar en ella. Es mejor nacer que morir, aunque sea igual de sobrecogedor, para qué vamos a decir lo contrario. Y eso es todo.


  • Los comentarios que falten el respeto y que no se ciñan al tema de la noticia, podrán ser eliminados.
  • Cada usuario será el único responsable de sus comentarios.
Benditos lunes