• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Al totalitario no le gusta la música

Por Javier Ancín

Otro atentado brutal contra un concierto donde sobre todo han muerto críos. Esto ya va más allá de izquierda o derecha y de arriba o abajo.

Un grupo de niñas, desconcertadas en las afueras del Manchester Arena, el estadio atacado. EL ESPAÑOL
Un grupo de niñas, desconcertadas en las afueras del Manchester Arena, el estadio atacado. EL ESPAÑOL / REUTERS

Esto va de fanáticos y de personas libres. De censores y de gente que hemos decidido vivir nuestra vida con diversión, libremente, sin joder a nadie, sin obligar a seguir nuestros pasos a quien no quiera seguirnos.

La música es más peligrosa que las ideologías y las religiones liberticidas o cualquiera de esas mierdas que nos dividen. Hace más libre y feliz a la gente, a todas las personas, sin barreras, humaniza el espacio y eso es intolerable. Crea concordia entre nosotros sin necesidad de que dejen de ser cada una individualmente de su padre y de su madre, por eso la atacan con tanta fiereza. Un concierto es el lugar más alegre y terapéutico que puedes encontrar en la tierra, por eso quieren acabar con todos ellos a bombazos.

Nada nuevo, por aquí al terrorismo nacionalista vasco le dio por volar discotecas en los noventa. Lugares de pecado y vicio, lo puto peor. La misma cloaca mental retorcida una vuelta más la tuerca. Nos quieren enfermos y encerrados en la quietud del silencio. Nos quieren escuchando solo sus aburridas canciones. Nos quieren... qué cojones nos van a querer, nos odian en realidad.

Este fin de semana he estado de festival. Dos días de heroicos conciertos con un montón de amigos, celebrando con mil risas la vida y que pese a todo, y a tantos, estamos vivos y a nuestra puta bola, que de eso se trata. Vivos y libres, que jode bastante.

Me he divertido y he aprendido mucho. Hay algo que suelo hacer últimamente en los conciertos, en vez de mirar a los músicos, me suelo dar la vuelta un buen rato y miro a la gente, sus reacciones divertidas, sus caras felices, sus gestos de euforia, su forma de saltar alegre, de cantar a pleno pulmón porque por ahí se van todos los problemas, aunque sea solo durante un rato.

La música mueve montañas, eleva el ánimo. La música es la mejor terapia que conozco contra casi todos los males y eso es peligrosísimo para tanto censor de almas y fanático de ideas castrantes.

Ver a la gente en un concierto me reconcilia un ratito con el ser humano. Mi eterna misantropía cae al subsuelo e incluso canto, salto y me abrazo con desconocidos y río y me siento parte de algo que sí que merece la pena. Un concierto es un lugar donde el ser humano es mejor persona. La música nos hace sublimes y generosos. La música nos pone, por fin, en un paraíso terrenal, el único paraíso que existe, y eso no puede soportarlo tanto vendedor de crecepelo fantasioso porque les jode el negocio.

La diversión, divertirse, siempre es fuente de sospecha. Sin ir más lejos, en muchos de los comentarios que leo a mis artículos, me reprochan poco más o menos eso, que me divierto y por lo tanto que ya soy sospechoso de un montón de males que solo existen en sus ensoñaciones. La diversión nos iguala, la música derrumba muros y eso es algo que no pueden soportarlo. Se divierte, no es de fiar, no es de los nuestros, no comparte nuestra fe que siempre ha pasado si era necesario, si no querían doblegarse, sobre las personas, sobre cualquier persona, sobre cualquier diversión.

El totalitario solo busca la crispación, la división: el enemigo y el aliado. Y solo para someter a la población con el único fin de mantener el poder sobre un grupo completamente monolítico al que le hacen creer que es el elegido de algo que nadie en cuanto se para a pensar un poco, sabe para qué sirve. El totalitario es contrario a la libertad porque una sociedad libre es imposible de controlar, por eso atacan a la música, porque la música es lo más cercano que tenemos a la libertad pura. La música nos demuestra que unos y otros podemos coexistir sin imponernos nada.

En un concierto en el que convives alegremente con cientos de personas nada importa lo que piense el que te sonríe al lado porque la concordia lo inunda todo. Dentro de un concierto es el lugar de la sociedad donde más respeto he visto por el ser humano. Es casi un espacio mágico. Y eso, claro, es muy peligroso. Demostrar que existen puntos de conexión entre la gente produce a muchos terror. A un totalitario le interesa primero polarizar la sociedad y después, cuando, ya la tiene sometida, apretarla mucho, para tenerla sumisa y dominada bajo la ilusión de que esa cosmovisión es la correcta y que existen elementos fantásticos, nadie sabe dónde, que quieren atacarla para destruirla.

La música, y por ende la diversión, necesita ser controlada por los que mandan, politizarla para convertirla en algo odioso, como tan bien sabemos por estas tierras de fanáticos, para que no cumpla ese fin liberalizador, sino para que bajo una falsa percepción de libertad todos entren dentro de una misma idea diseñada por el totalitario de turno para mandar, para controlar, para imponer.

Este año en Sanfermines hay menos conciertos que nunca y toda la calle más politizada que nunca. Bah, pero será casualidad, es imposible que los nacionalistas que gobiernan, esos cuatro partidos o coaliciones de partidos de derecha eta ezkerra, lo hayan planificado a conciencia para crear un espacio tan asfixiante y monolítico donde solo exista su fe. ¿Verdad? Y eso es todo.


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Al totalitario no le gusta la música