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Opinión / A mí no me líe

'Aquí no se rinde ni Dios': una historia sentimental de Osasuna

Por Javier Ancín

Un partido, un libro... se parecen tanto: siempre se desarrollan igual y siempre tienen historias distintas, infinitas.

Una imagen del público y jugadores en El Sadar junto a la portada del libro de Sergio Amadoz.
Una imagen del público y jugadores en El Sadar junto a la portada del libro de Sergio Amadoz.

Es un libro de dimensiones de catecismo. O de reglamento de fútbol. Para llevarlo en el bolsillo y leerlo en El Sadar antes de que se abran las puertas del infierno y ruja la bestia. Los cuarenta últimos años de Osasuna concentrados por Sergio Amadoz , su autor, tan sutiles como un penalti tirado a lo Panenka.

Tenía ganas de que Osasuna se clasificara para esa Champions literaria que tiene montada desde hace años la editorial Libros del KO con el nombre de Hooligans Ilustrados. Y por fin hemos logrado ese ascenso. 

 ‘Aquí no se rinde ni Dios’ no tiene capítulos, lo suyo son jugadas, lances, remates, despejes... es un libro que tiene dentro todos los regates que recuerdas, que se lee como cuando defiendes un 1 - 0 en el descuento, conteniendo la respiración. 

Pensaba mientras me internaba por la banda de esta obra en las similitudes de los campos de fútbol y las librerías, esos templos suspendidos de realidad donde todo es posible. Un partido, un libro... se parecen tanto: siempre se desarrollan igual y siempre tienen historias distintas, infinitas. No hay dos goles por la escuadra idénticos ni dos paginas que sean la misma. Amadoz logra remodelar El Sadar cambiando los asientos por estantes de una biblioteca en rojo. Ruge la bestia... mientras es leída.

Cuando era pequeño y mi padre me bajaba a El Sadar, siempre nos poníamos en el mismo sitio, sobre la portería de graderío sur, en primera fila, apoyados en la barandilla, para poder ver el césped sin nadie delante en un fútbol y un campo aquel de los años 80 en el que todo estaba diseñado para estar de pie. 

Siempre fantaseaba con la posibilidad de cambiarme de ubicación durante el partido, con un chasquido de dedos, como cambiar de plano en una retransmisión televisiva, para ver las jugadas desde puntos de vista diferentes.

Este libro es un poco así, son nuestros recuerdos contados desde otro punto del graderío con una prosa que da gusto leerla. Corre el balón por ella tan suave como cuando estaba húmedo el césped... y desde la grada se oía el golpeo, como la salida de un zambombazo.

Álzate con sus indios, Urban, Robinson, Bustingorri, Echeverría, Pedro Mari Zabalza con su si nos confiamos somos muy malos. Martin celebrando un gol contra el Glasgow subido en la valla. Ay, la valla... nuestra valla. La valla en la que nos encaramamos todos cuando fuimos niños y de la que ya no hemos bajado. 

Está todo aquí... solo me ha faltado la charanga Marcilla, animando, pero esa ya la traigo yo, sentado en aquel ángulo donde nos ponían a los críos, bajo el marcador simultáneo manual, soñando que algún día este libro iba a ser escrito.

Está lo bueno y lo malo. Los petardos a Buyo y la final de Copa del rey, mi copa, a la que solo le pedí, camino del Calderón, después de acoger en casa a no sé cuántos amigos de Pamplona, porque por entonces yo vivía también en Madrid, poder celebrar un gol que sirviera de algo. Con eso me conformaba. Por eso con el gol de Aloisi que nos llevaba a la prórroga sigo durmiéndome a veces hoy, feliz. Aquel día llevamos los Sanfermines a las calles madrileñas.

Qué joyita de libro... merece estar en la sala de trofeos de cada uno, al lado de la bufanda, de las camisetas de Osasuna. Me ha gustado tanto, que le he metido hasta la entrada de aquella final, como marcapáginas, para no perderla nunca. Cómprenlo, les va a gustar este partido. Y eso es todo.


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