• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Alsasua, capital de la vergüenza

Por Javier Ancín

El odio es libre, mujer, niña, cría, bebé y van a odiarte en cada esquina. Si te hubieras quedado, cada segundo de tu vida te iban a clavar esas miradas que al principio no entenderías, pero que te darían miedo siempre.

Visita de Albert Rivera a Alsasua. MIGUEL OSÉS_22
La Guardia Civil retiene a los radicales abertzales en Alsasua. MIGUEL OSÉS

Ayer, día del padre saltó la noticia. Un papá recibe una carta en Alsasua en la que su hija de 18 meses es amenazada de muerte. Una niña de un año y medio puesta en una diana porque su padre trabaja en Alsasua y fue apaleado una noche en un bar de esa localidad.

El padre hostiado por una recua de euskofascistas, sigue la noticia, anuncia que abandona el pueblo porque una cosa es soportar sobre sus hombros el odio soplándole en la nuca y otra, tener que ver como ese odio escupe sobre su bebé todas sus babas a diario. El odio gana, el guardia civil pierde y se va. El odio nacionalista vasco gana y se queda en el pueblo, la niña con sus juguetes y sus risas inocentes se va. Alsasua se queda, la vida y el futuro se van de ella.

El pueblo calla mientras la cría ve como meten su ropa, sus zapatitos, sus muñecos y sus chupetes en una maleta para dejar aquella sociedad que le ha declarado la guerra: amenazándola por carta unos, otros con el silencio cómplice, todos formando un pueblo cobarde y violento. A ti nadie te cree, hermana o hermanita. A ti te dejan con tus menos de dos años tirada en la cuneta. A ti nadie te arropa, nadie sale a decirte que no estás sola, nadie sale a manifestarse a tu lado, para que puedas seguir creciendo tranquila, corriendo veloz, riendo alegre. Tu felicidad alimenta el odio con el que se envenenan.

A ti solo te miran y te gritan: Ospa. No hay sitio para ti en este pueblo. Si te quedaras, el odio adulto te miraría a tus ojos infantiles hasta hacerte llorar, hasta que de tanto llorar, reventaras. Largo.

Si ninguna agrupación feminista de Navarra salió en defensa de aquellas mujeres que también fueron apaleadas por tener parejas que eran guardia civiles, ninguna saldrá a defenderte a ti, amenazada por lo mismo, por tener un padre funcionario público en ese cuerpo policial. Te dirán que no te defienden porque no te odian por ser mujer -de nuevo el eufemismo-, y que te busques la vida porque tienen derecho a odiarte. El odio es libre, mujer, niña, cría, bebé y van a odiarte en cada esquina. Si te hubieras quedado, cada segundo de tu vida te iban a clavar esas miradas que al principio no entenderías, pero que te darían miedo siempre.

Del odio del nacionalismo vasco me lo creo todo. Alguna vez ya conté que fui a un colegio amenazado por dar clases de francés en una década en la que los aberchándales declararon la guerra -boicot lo llamaban ellos, siempre con sus eufemismos-, a todo lo que oliera a Francia, por muy colateral que fuera, llegando incluso a insultarnos por la calle -siendo críos, recuerden-, cuando reconocían el uniforme del centro educativo en el que estudiábamos.

Poco ha cambiado. El odio sigue campando en algunas reservas euskoindias, en algunas bolsas que han quedado de la guerra que nos montaron los nacionalistas vascos durante 40 años y que no piensan dejar que se diluya. El quiste en Alsasua es alimentado a todas horas. Una de las madres de los agresores, fichada por los batasunos para acarrear paladas de pus cada día, no piensa dejar que esa hinchazón se rebaje.

De Alsasua siempre me asombra una cosa. Su empecinamiento. Ahora que todo el mundo anda desmarcándose de toda esa mierda criminal, van estos de La Barranca y cogen la bandera que estaba ahí tirada y que nadie quería ya. Aquí estamos, dispuestos a que quede constancia de que somos el pueblo que más asco da de “el conflicto”, su conflicto, su paranoia, en la que viven desde hace décadas. Que quede en los libros de historia. Queremos ser el paradigma de la sinrazón, de la violencia. Y a ello se aplican sin descanso. Que hay que amenazar a un bebé, pues se le amenaza y se calla y que se entere todo el mundo de que ante las amenazas a un bebé, silencio.

Cada uno revienta la reputación de su pueblo como le da a gana, que para eso es suyo. Si no estaban contentos con la imagen esa de cabestros que dieron con la motosierra encendida que vio todo el mundo, pues toma dos tazas del mismo caldo del banquete de vísceras y estiércol. Que luego no pregunten porque se han convertido en la capital de la vergüenza, en el pueblo que más grima da a este lado del Río Pecos, con K. Y eso es todo.


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Alsasua, capital de la vergüenza