• miércoles, 24 de abril de 2024
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Opinión / A mí no me líe

Los agresores de los chavales de la Peña Mutilzarra

Por Javier Ancín

"Es lo bueno de la civilización, que te lo particulariza todo, que te saca de la masa en la que tan a gusto agredes, creyéndote impune, y te pone frente a tus delitos de forma individual, con un foco bien grande que no esperabas tener".

Javier Ancín
Javier Ancín

Quiénes serán los figuras. Lo acabaremos sabiendo porque, afortunadamente, la justicia es pública, cosa que me parece que esos aberchándales no eran muy conscientes cuando agredieron a los miembros de la Peña Mutilzarra el último día de San Fermín. Creyeron que su violencia impune quedaría en el anonimato pero se equivocaron.

El monstruo está formado por piezas de mecano anodinas, que es lo que resulta interesante de conocer, quiénes son los pringados que arman semejante ideología del odio. En la era de la información está a golpe de un clic y quien no tiene una cuenta en Facebook, tiene otra en Instagram o un perfil en alguna red profesional. Es decir, va dejando un reguero de lo que es por el que resulta curioso a veces darse una vuelta.

El de la calle Curia, un cuarentón, cuando le reventó la nariz al munipa, no era consciente de que además de su odio tenía una vida que es la que empezó a circular a toda velocidad por las redes sociales, en silencio por los WhatsApps de la gente de Pamplona.

A los agresores de los chavales de la peña Mutilzara les pasará lo mismo. ¿Este no es aquel de tal o cual bar, piscina, empresa...? Sí, hombre, haz memoria. Vivir en una ciudad pequeña de provincias tiene estas servidumbres, que nos conocemos, por un lado o por otro, todos.

Al final tendrán que responder ante un juez y ante la sociedad con su nombre y apellidos, su número del DNK, su luz y sus taquígrafos por las agresiones. Es lo bueno de la civilización, que te lo particulariza todo, que te saca de la masa en la que tan a gusto agredes, creyéndote impune, y te pone frente a tus delitos de forma individual, con un foco bien grande que no esperabas tener.

Agredir amparado en lo clandestino, en el magma anónimo de tu ideología les hizo creer que tenían una inmunidad para el delito, pero de esos cinco cafres aberchándales al final también lo sabremos todo. ¿Te acuerdas del borono del vídeo que con un niño en brazos empezó a increpar con gestos violentos a los chavales de la Peña Mutilzarra, llegando incluso a empujar a alguno de ellos? Pues mira, ese es, el de la barriga gorda, ese que está allí en la grada montando gresca contra el árbitro. Anda... pobre crío. Y qué pringado parece aquí, fuera de su hábitat. Cosas así les pasarán y de muchas no serán ni conscientes de que les están pasando.

El reproche social llega así, un día, cuando menos te lo esperas, con el carrito en el súper mirando la lista de la compra con las gafas en la punta de la nariz, que ya todos tienen una edad, cuando cambias la rueda pinchada del coche con media hucha fuera, yo qué sé. Alguien te mira, te reconoce y tú sabes que te ha reconocido como el agresor aquel que ya siempre vas a ser, pero no te dice nada. O vas a pedir trabajo a algún sitio y tu interlocutor calla pero te conoce porque es el padre que en el partido de los críos, le dijeron quien eras. La vida real, vamos, sin más.

Mira, el valiente... con lo matón que se creía y fíjate qué pintas de zoquete inofensivo tiene ahora, aquí sentado, pidiendo trabajo. En fin. Ya le llamaremos. Sí, puede irse ya. Que pase el siguiente.

Cuando llega el día ya no existe ni Euskkkalerría, ni el aberchandalato donde tan seguro te sentías para agredir en su nombre, que al juicio vas solo y eso del reproche social tarde o temprano alguno lo sentirá de cerca. Mira, ese es el que pegó al chaval de la Peña Mutilzarra. Bueno es saberlo. Y eso es todo.


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Los agresores de los chavales de la Peña Mutilzarra