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Blog / El espejo de la historia

Sanjurjo (I - El republicano)

Por Javier Aliaga

Proponemos un hecho histórico para que el lector adivine si se trata o no de una falsedad.

Cripta de Los Caídos en donde estaba enterrado el general Sanjurjo en Pamplona.
Cripta de Los Caídos en donde estaba enterrado el general Sanjurjo en Pamplona.

Verdadero o falso:

El 14 de abril de 1931, el general Sanjurjo, siendo director general de la Guardia Civil, se puso al servicio del Comité revolucionario. Su gesto fue primordial para la proclamación de la II Republica sin disturbios y sin derramamiento de sangre.

José Sanjurjo director general de la Guardia Civil

El león del Rif

José Sanjurjo y Sacanell nació en la calle Mayor de Pamplona el 28 de marzo de 1872, carlista por todos los costados. Su madre era hermana del secretario de Don Carlos y su padre murió en combate en la Tercera Guerra Carlista. Con el grado de teniente, tras su paso por la Academia General Militar y la de Infantería, es destinado en 1894 a Cuba, de donde volverá cuatro años más tarde, herido y con las tres estrellas de capitán.

En 1909 el gobierno de Antonio Maura declaró la guerra al sultán de Marruecos para defender los intereses mineros de ciertos oligarcas. Dos años más tarde, Sanjurjo al frente de fuerzas regulares, pasando por un desfiladero que conducía a la población de Beni-Salem, son sorprendidos por fuerzas rifeñas que le hieren en un costado, recibiendo seguidamente otro balazo en el antebrazo izquierdo, no obstante Sanjurjo continuó al mando. La acción finalizó con la toma de Beni-Salem, por la que fue recompensado con el ascenso a teniente coronel y la laureada de San Fernando. En 1920 ya era general de brigada, éste como todos sus ascensos, los obtuvo por méritos de guerra.

La guerra colonial de Marruecos adquiere el máximo dramatismo en 1921, cuando las fuerzas rebeldes capitaneadas por Abd-el-Krim, se cobran la vida de diez mil cuatrocientos soldados en el llamado “desastre de Annual”, consecuencia de la ineptitud del general Silvestre y una posible intervención del propio Alfonso de XIII. No obstante, gracias a la rápida intervención del general de Sanjurjo se evitó que la ciudad de Melilla cayese en manos rifeñas. Con el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923, Sanjurjo, siendo gobernador militar de Zaragoza, se pone decididamente de parte del dictador.

En 1925, es nombrado jefe de las fuerzas terrestres del desembarco de Alhucemas, que constituye un hito militar por haber sido el primer desembarco aeronaval de la historia, en una operación conjunta franco-española. No es de extrañar que fuese objeto de estudio por los aliados, antes de llevar a cabo el desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundial. El éxito del desembarco, sin apenas pérdidas, supuso el comienzo del fin de Abd-el-Krim y propició para la monarquía la recuperación del prestigio perdido por las secuelas de Annual. La intervención de Sanjurjo fue recompensada con el ascenso a teniente general y el nombramiento de alto comisario en Jefe de España en Marruecos.

Dos años más tarde Sanjurjo logra la pacificación de Marruecos, además de ser condecorado con una segunda laureada de San Fernando, Alfonso XIII le concede el título de marqués del Rif. Adquirió gran popularidad por haber acabado con una pesadilla que había durado 19 años y que había supuesto una sangría económica y de vidas humanas. En 1928 vuelve a la península para hacerse cargo de la Dirección General de la Guardia Civil.

Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931

La noche de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, los ministros conocedores de la aplastante victoria de la Conjunción republicano-socialista en las capitales de provincia, se reunieron en el Ministerio de la Gobernación. Alvaro de Figueroa, conde de Romanones, ministro de Estado, describe la situación en el segundo de los tres artículos publicados en “El Sol” del 3 al 6 de junio de 1931: «me trasladé al ministerio de la Gobernación. Allí se hallaba todo el Gobierno, menos los generales de la Guerra y Marina y también el director general de la Guardia Civil, general Sanjurjo. Todas las caras revelaban una consternación profunda. Mas no todos se hallaban persuadidos de que la batalla estaba totalmente perdida. Al escucharlos, me dirigí al general Sanjurjo, y le dije:

»-Hasta hoy ha respondido usted de la Guardia Civil. ¿Podrá usted hacer lo propio cuando mañana se conozca la voluntad del país?

»El general Sanjurjo bajó la cabeza. Con esto, la última esperanza quedaba desvanecida». Aquella silente respuesta fue tan contundente como locuaz, todos sabían que poco se podía hacer.

El 14 de Abril de 1931

En Pamplona, al conocerse el rumbo de los acontecimientos, durante la madrugada del 13 al 14 salió a la calle una manifestación de regocijo disparando cohetes y vitoreando a la república. Los manifestantes derribaron el busto del monumento del general Sanjurjo -inaugurado en 1929-, arrancaron las placas de la Avenida de Alfonso XIII –actual de la Baja Navarra- y de la plaza Primo de Rivera –actual de las Merindades-.

Miguel Maura, ministro de gobernación de la II República, cuenta lo acaecido la mañana del 14 de abril en su libro “Así cayó Alfonso XIII”: «A la siete de la mañana aproximadamente, llama el Rey al subsecretario de Gobernación, Mariano Marfil, para preguntar sobre la manifestación en la Puerta del Sol, seguidamente le dice: Dile, de mi parte, -se refiere al capitán de guardia- que salga con sus hombres a la Puerta del Sol y, sin violencia, despeje. Repito que hoy no quiero escándalos en la calle». Marfil se pone en contacto con el capitán, sin embargo, éste le responde: «Dígale a Su Majestad que, por obedecer sus órdenes, estoy dispuesto a salir yo solo a la Puerta del Sol para que las turbas me despedacen si quieren. Pero no puedo ordenar a la fuerza que salga, porque no me obedecerían los soldados».

Según la narración de Miguel Maura: «Llamó Marfil al Rey y le comunicó literalmente la respuesta del capitán. Don Alfonso le obligó a repetir las frases de éste, y, tras una pausa, dijo:

»-Es lo que me quedaba por saber. Gracias, Mariano.

»Creo que éste fue el instante en que el Rey adoptó la decisión suprema de abandonar España… Breves momentos después, el Rey llamó de nuevo a Marfil por el hilo directo:

»-Ponte al habla con los gobernadores y entérate del camino que tengo libre para salir de España. Lo mismo me da por un lado que por otro.»

Seguidamente el subsecretario contacta con Sanjurjo para transmitirle la orden del Rey, según Miguel Maura: «La estupefacción de Sanjurjo no tiene límites. Me refería Marfil que el General quedó, ante el anuncio de la huida del soberano, como petrificado, y que, llevándose las manos a la cabeza, exclamó:

»-Vamos al desastre; pobres de nosotros».

A la vista de lo sucedido, Miguel Maura extrae las siguientes conclusiones: «¡Así supo el general, en las primeras horas de la mañana del 14, dos cosas decisivas: lo ocurrido en el Ministerio con el capitán de guardia, y la decisión del Rey! Tiene ello capitalísima importancia para juzgar la conducta de Sanjurjo, acusado también por los monárquicos de haber sido él quien asestó el golpe de gracia a la Monarquía, ofreciendo sus servicios a la República. La verdad es que, a las nueve de la mañana del 14, sabía Sanjurjo que la Guardia Civil a sus órdenes no salía contra el pueblo, puesto que el capitán de guardia en Gobernación se había negado a realizarlo, y que el Rey abandonaba la lucha y España, puesto que le había de proporcionar la escolta. El General optó por resignarse a la aceptación de los hechos ya consumados, y seguro estoy de que, con las máximas reservas mentales, decidió ofrecerse a la República».

Al mediodía, se celebró la transcendental entrevista entre el conde de Romanones representando al régimen monárquico y Alcalá Zamora que personificaba a los republicanos, en el despacho del doctor Marañón. El anfitrión lo describe en “El Sol” del 23 de mayo de 1931-: «Se abrazaron con el mismo gesto del vencedor y del vencido de Breda», a continuación exclamó Romanones: «¡Quién me había de decir que nos veríamos en esta situación! Alcalá Zamora, apresurado, le preguntó que de qué oído escuchaba mejor»

De todos modos, es Romanones quien narra con detalle la reunión en su libro “Y sucedió así”, poniendo en boca de Alcalá Zamora el conocidísimo ultimátum: «es preciso que el rey salga de Madrid antes de que se ponga el sol». El conde prosigue: «Aún intenté, en retirada, argumentar de nuevo; y como la discusión se prolongaba inútilmente, Alcalá Zamora echó mano de un argumento supremo: "Poco antes de acudir al llamamiento de usted he recibido la adhesión del general Sanjurjo, jefe de la Guardia Civil." Al oírle, me demudé; ya no hablé más. La batalla estaba irremisiblemente perdida».

¿Se había producido ya realmente esta adhesión? ¿Fue un farol de Alcalá Zamora o una invención del conde en su escrito? Bien es cierto que aquel día hubo un trajín de emisarios de una parte y de la otra. “La Correspondencia Militar” del día siguiente dio la noticia de que Maura y Alcalá Zamora habían enviado un emisario para hablar con Sanjurjo. Sin embargo, no parece lógico que el marqués del Rif comprometiese su adhesión a través de un tercero.

Fuera como fuese, Alcalá Zamora vuelve al chalet situado en Príncipe de Vergara, propiedad de Miguel Maura donde seguía reunido el Comité revolucionario. Poco más tarde, se presentó Sanjurjo, como lo cuenta el anfitrión en el libro referido: «Creo recordar que eran las once, o las once y cuarto de la mañana, cuando mi secretario entró en la biblioteca donde estábamos reunidos los miembros del Comité, mientras el resto de la casa estaba totalmente invadido por la masa de correligionarios». Maura comete un imperdonable error en la hora de la visita –su libro fue publicado treinta años más tarde-, porque la visita de Sanjurjo fue por la tarde como recogió la prensa del día siguiente, el diario “La Tierra” precisa «A las cuatro y diez». Mientras que “El Sol” estima un poco más tarde: «A las cuatro y media de la tarde llegó al domicilio de D. Miguel Maura el general Sanjurjo, director general de la Guardia civil. Al preguntarle los periodistas si había sido llamado por el Gobierno provisional, respondió:

»-No me ha llamado nadie. He venido por mi propio impulso, espontáneamente.

»Según parece, el general Sanjurjo fué a dar la seguridad al Gobierno provisional de la República de que la Guardia civil no reprimiría ninguna manifestación ni procedería contra los que lanzaran gritos subversivos. Que guardaría una actitud completamente neutral».

La adhesión de Sanjurjo a la II República dio lugar a múltiples conjeturas, como en el artículo de Romanones en “El Sol”, en el que describe que Sanjurjo había estado en la casa de Alcalá Zamora aquel 14 de abril. El desmentido de Sanjurjo en carta al director fue inmediato: «Ni a las cuatro, ni a ninguna hora del día 14 de abril estuve en casa del Sr. Alcalá Zamora».

Lo que sucedió dentro de la casa de Miguel Maura, lo describe su anfitrión en “Así cayó Alfonso XIII”: «Entró éste –se refiere a Sanjurjo- en el despacho, vestido, en efecto, de paisano, se cuadró ante mí y, saludando militarmente, me dijo:

»-A las órdenes de usted, señor ministro.

»Me quedé de una pieza. Todo cuanto había ocurrido en el campo contrario en aquellas jornadas, y que he relatado, era para nosotros totalmente desconocido aún.

»Seguía hablándose en corros y corrillos de estado de guerra, de gobiernos militares, y nadie sabía que la Guardia Civil hubiese adoptado ya posición definitiva. Verme de pronto ante el general Sanjurjo, de paisano, que saluda y se ofrece, era para mí como caerme de las nubes. Le invité a sentarse y le rogué que me explicase el secreto de su actitud.

»Con muy pocas palabras y con la premiosidad habitual en él, me dijo que la Guardia Civil y él personalmente acataban la voluntad popular y pasaban al servicio de la República, con la lealtad tradicional en el instituto. Que se ponía a las órdenes del ministro de la Gobernación y deseaba cumplimentar al señor presidente…

»Llamé a Alcalá Zamora, y ante él reiteró el General sus ofrecimientos. Se lo agradecimos cordialmente y en tono menor, porque la escena se tramitó con cierto aire familiar y sin solemnidad; el General abandonó mi casa dejando tras de sí un océano de comentarios entusiastas entre la muchedumbre que poblaba mi domicilio.

»A partir de ese momento, consideramos, como es lógico, plenamente ganada la batalla»

Acabada la visita a la casa de Maura, Enrique Sacanell en su libro “El General Sanjurjo, Héroe y Víctima”, describe que Sanjurjo se dirigió a la Dirección General de la Guardia Civil, para tramitar ordenes a todas las provincias permitiendo «al pueblo toda clase de expansiones y que se defendieran enérgicamente propiedades y personas». Seguidamente se presentó en el despacho de general Berenguer, «donde se encontraban reunidos los generales de la guarnición con la orden de declarar el estado de guerra y que saliesen las tropas a la calle, frustrando lo que hubiera sido una tragedia».

Hacía las seis de la tarde, Miguel Maura preguntó al público aglomerado en la planta baja de su casa: «-¿Estáis dispuestos a venir conmigo a ocupar el Ministerio de la Gobernación?». Se produjo un griterío de aceptación saliendo todos a ocupar los coches. A la altura de Cibeles el cortejo republicano se encontró con una muchedumbre que ocupaba la calzada, tardando cerca de dos horas en alcanzar la Puerta del Sol, donde el gentío había ocupado los tranvías, farolas, balcones y tejados. Por fin, se presentaron ante la puerta cerrada del ministerio con una masa vociferante que pedía se abriesen las puertas.

«De pronto, se abrieron éstas de par en par, y apareció en el zaguán un piquete de la Guardia Civil cerrando el paso. Me cuadré delante de ellos, me descubrí y les dije:

»-¡Señores: Paso al Gobierno de la República! Los soldados, como si lo hubiesen ensayado previamente, abrieron el paso y, en dos filas, una a cada lado, presentaron armas».

Una vez proclamada la II República, estando en su despacho del ministerio de Gobernación, Miguel Maura recibe la visita del conde de Aybar, intendente mayor de Palacio. En el curso de la conversación acuerdan que la familia real saliese en tren de España con fuerzas de la Guardia Civil, siendo el general Sanjurjo en persona quien asegurase el servicio. El ministro entrante ordena que buscasen al director de la Guardia Civil, en ese momento ambos desconocían que el Rey había salido en coche para Cartagena para embarcarse rumbo a Marsella.

«Compareció ante mí, y cuando le dije que sólo él podía garantizarnos el servicio del convoy de “la familia real”, me rogó con verdadero énfasis que le relevara de esa para él desagradable misión. Con ello confirmé, si cabe, la convicción de que el Rey formaría parte de “la familia”, pues me parecía más que natural la contrariedad que había de causar a Sanjurjo hacer el viaje en el mismo tren que don Alfonso. Hube de ordenárselo como ministro y obedeció».

15 de abril de 1931

Aproximadamente a las doce salió desde el Escorial en el subexpreso de Irún, con doña Victoria Eugenia de Battemberg, el príncipe de Asturias y los infantes, a excepción del infante Juan que estaba en Cádiz. El general Sanjurjo, custodió en persona el convoy real, sin embargo aquel viaje no estuvo exento de incidentes.

Al llegar a La Cañada, un coche sufrió un recalentamiento en uno de los ejes, por lo que tuvo que sustituirse por un vagón de repuesto. Ello supuso un retraso de dos horas, pero no fue óbice para se diesen nutridas y sentidas despedidas al paso por las estaciones de Ávila, Valladolid, Vitoria y San Sebastián. El convoy a su paso por Andoain mató a dos guardias civiles del servicio de vigilancia. En la estación donostiarra del Norte, había tal gentío en los andenes, que algunos optaron por marchar a Hendaya para despedirse de la reina y de los infantes.

El tren llegó alrededor de las nueve de la noche a Hendaya, momento en que el marqués del Rif finalizaba su último servicio de custodia a la familia real.

Respuesta a la pregunta planteada

Conforme a todo lo expuesto, la respuesta al hecho inicial que se propone, es verdadero. Efectivamente, el papel decisivo que jugó Sanjurjo aquel 14 de abril, se constata, como hemos visto, en las diferentes declaraciones de los principales actores de la II República. Cuando los republicanos conocen que Sanjurjo está de su parte, entienden que la batalla está ganada, mientras que los monárquicos la dan por perdida.

Mariano Ansó, primer alcalde republicano de Pamplona de la II República, reconoce la labor de Sanjurjo en su libro “Yo fui ministro de Negrín”: «Uno de mis primeros actos como alcalde fue presentar una moción pidiendo a mi Ayuntamiento que se restaurara el monumento al general Sanjurjo derribado en la madrugada del 13 al 14 de abril; alegué que la ira popular iba dirigida contra el acto inaugural del monumento en plena Dictadura y no contra el general Sanjurjo, hijo de Pamplona, director general de la Guardia Civil y que había cooperado al advenimiento de la República. Mi propuesta se aceptó sin discusión y se votó unánimemente por la restauración del monumento». El feliz desenlace lo describe Ansó: «La transición se había operado de un modo casi milagroso, sin una víctima, ni un atentado, ni una venganza. El mundo entero estaba asombrado».

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Sanjurjo (I - El republicano)