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Blog / El espejo de la historia

La II República en Pamplona, descristianización de aulas

Por Javier Aliaga

Proponemos un hecho histórico para que el lector adivine si se trata o no de una falsedad.

Acto organizado por la Junta Republicana de Izquierdas en la plaza del Ayuntamiento de Pamplona con motivo del 14 de abril, día en que se conmemora la proclamación de la II República. IÑIGO ALZUGARAY
Acto organizado por la Junta Republicana de Izquierdas en la plaza del Ayuntamiento de Pamplona con motivo del 14 de abril, día en que se conmemora la proclamación de la II República. IÑIGO ALZUGARAY

Verdadero o falso:

En 1932, la retirada de los crucifijos de las aulas se convirtió, en una lucha de la sociedad católica navarra, en especial de las asociaciones católicas, en repulsa contra la medida republicana. En apoyo de estas reivindicaciones, el arquitecto Víctor Eusa modificó la fachada del seminario conciliar, cuya construcción ya se había iniciado, dotándola de una monumental cruz para que pudiese ser divisada desde toda la Cuenca de Pamplona.

Retirada de crucifijos de las escuelas

La Constitución republicana había sido aprobada en diciembre de 1931, con un articulo 48 que entre otras cuestiones dice: «La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana». En virtud de este artículo, a primeros del año 1932, el socialista Rodolfo Llopis, director general de Primera Enseñanza, envió una circular a los inspectores, cuyo tercer epígrafe proclama que la escuela debe ser laica, añadiendo los siguientes términos: «…que la escuela sobre todo ha de respetar la conciencia del niño. La escuela no puede ser dogmática ni ser sectaria. Toda propaganda política, social, filosófica y religiosa queda terminantemente prohibida en la escuela… La escuela, en lo sucesivo, se inhibirá en los problemas religiosos». Para su aplicación, añadía ciertas indicaciones para «que no puedan herir los sentimientos religiosos de nadie».

Eso significaba que, en el terreno práctico, se prohibían las clases de religión y la presencia de crucifijos en las escuelas. Esta circular fue el preludio del decreto de disolución de la Compañía de Jesús, que se publicó unos días más tarde y el inicio del debate de la secularización de los cementerios, provocando la irritación de la sociedad católica. En previsión de posibles incidentes, el gobernador de Navarra, Manuel Andrés, publicó el 2 de febrero de 1932, una nota en prensa, advirtiendo que «los padres serán responsables de la falta de sus hijos a las escuelas públicas y de las incidencias que promueven en las calles». Relacionado con ello, también comunica: «Por alentar a los niños a que se manifiesten», han sido detenidos 6 individuos, «uno de ellos llamado Jaime del Burgo Torres al que se le ocupó una porra de alambre y plomo y una navaja cabritera».

Al día siguiente, festividad de San Blas, se celebró una misa cantada en San Nicolás de Pamplona, en cuyos pórticos se vendieron los tradicionales roscos y tortas. También se realizó, en la más absoluta normalidad, la procesión del santo con la bendición de los puestos de venta. Sin embargo, en la Escuela Normal de Maestros, los alumnos católicos iniciaron protestas negándose a entrar en clase, por la retirada de una imagen de la Inmaculada y de unos cuadros con motivos religiosos que colgaban en las aulas. El director llamó a la fuerza pública, que con una desproporcionada violencia, a sable desenvainado, desalojaron el centro. Los alumnos normalistas de ambos sexos llevaron sus protestas a la calle, marchando en manifestación hacía el Gobierno Civil, pero fueron disueltos por los guardias.

En la mayoría de los pueblos de Navarra se cumplió, sin incidentes, con resignación cristiana, la orden gubernativa de retirada de crucifijos de las aulas de enseñanza. En estos casos, el proceso fue prácticamente parejo: se organizaba una concentración a la que acudían masivamente sus habitantes, se descolgaba el crucifijo y se llevaba en procesión fervorosa, presidida por el párroco hasta la iglesia, donde se colgaba nuevamente en un lugar visible. Durante el trayecto y el acto en el templo, a modo de desagravio, se acompañaban con cánticos como el “Firme la voz”. Las asociaciones católicas, como protesta contra la medida, hicieron un llamamiento a las madres para que sus hijos acudiesen a la escuela con un crucifijo colgado al cuello, que se viese de forma ostentosa.

Para evitar conflictos, ciertos pueblos enviaron cartas de protesta a las autoridades: en Dicastillo escribieron al gobernador dos cartas, una de hombres y mujeres, y otra de niños; en Ibero optaron por dirigirse al Presidente del Consejo de Ministros, Azaña; los de Lizoain, elevaron respetuosamente la queja, al más alto nivel, al Presidente de la República, Alcalá Zamora. Entre el conjunto epistolar, fue especialmente emotiva la de un niño de Los Arcos, Félix Morrás, de 13 años que publicó “El Pensamiento Navarro”, titulada: “¡Santo Cristo de mi Escuela!”, con una despedida conmovedora: «Te pedimos que, contra nuestra voluntad y con lagrimas de dolor te llevamos de la Escuela a la iglesia, te volvamos pronto entre vítores y aplausos de la iglesia al de mi Escuela».

El proceso de descristianización de las aulas, se convirtió en un fenómeno mediático, pues durante los primeros meses de 1932, la prensa, casi a diario, señalaba en la crónica de los pueblos de Navarra, la retirada de los crucifijos, los actos de desagravio y si se habían producido incidentes. De éstos, los más difundidos fueron los acaecidos en Estella –llegó a ser portada del periódico integrista "El Siglo Futuro” de Madrid-, donde la noche del día 7 de febrero, los crucifijos fueron retirados de las aulas; al enterarse el vecindario hizo una primera protesta, que se apaciguó cuando el alcalde prometió su reposición. Al día siguiente, al percatarse los alumnos de que no estaban los crucifijos, salieron en manifestación con pancartas, en unas solicitando la recolocación de éstos y en otras dando vivas a Cristo Rey. Los manifestantes se concentraron en la plaza frente al ayuntamiento, sumándose buena parte de los estelleses, que finalmente entraron tumultuosamente en la casa consistorial, apoderándose de un crucifijo para colocarlo en una clase.

Mientras un grupo recorría las calles invitando a cerrar los comercios –cerraron todos menos uno-, otro grupo se dirigió a la iglesia de San Juan, donde habían sido trasladados los crucifijos, para llevarlos nuevamente en piadosa procesión a las aulas. La Guardia Civil –que fue muy ovacionada- impidió la entrada a la escuela, pero los manifestantes entraron por las ventanas para colgar los crucifijos en las aulas, entre aplausos y vivas a Cristo Rey y a España Católica. La manifestación acabó con un acto de desagravio en San Juan, donde todo Estella rezó con los brazos en cruz. Hubo intentos para demorar la aplicación de la medida, pero fue rechazada por el gobernador que se mostró inflexible. Para no incrementar la tensión y la crispación, los propios párrocos fueron los que retiraron los crucifijos de las aulas.

Echando más leña al fuego, una comisión de republicanos, Confederación General del Trabajo y Unión General de Trabajadores –según nota gubernativa- se entrevistó con el gobernador, ofreciéndose para colaborar y pidiendo sanciones para los culpables de los sucesos. El gobernador se mostró inicialmente impertérrito a estas peticiones; pero al final, impuso 21 multas a los supuestos promotores de los altercados y a otras 22 personas más, por haber participado en ellos y coaccionado –según la nota gubernativa- a los comerciantes para cerrar.

Hubo incidentes en Murchante y en Tudela; la recolocación de los crucifijos en las aulas tudelanas acabó a bofetadas entre los progenitores de los niños y un grupo de izquierda. Los altercados fueron sancionados con fuertes multas, como en Viana: cese y clausura de la “Conferencia de San Vicente Paul”; multas de 250 ptas. a 7 señoras; multas de 150 ptas. a otras 4 señoras. Los sancionados con multas, en su mayoría mujeres, renunciaron a pagarlas, por lo que tuvieron que ingresar en prisión.

A partir de todos estos acontecimientos, tres cruces irrumpieron en la Historia de Pamplona, sobre las cuales se ha interpretado, erróneamente, como una reivindicación contra la descristianización de las aulas: el Cristo Alzado de la Hermandad de la Pasión, la cruz de C. Manzana y la cruz del Seminario de Pamplona.

El Cristo Alzado de la Hermandad de la Pasión

El Cristo Alzado de Fructuoso de Orduna se presentó conjuntamente con la cruz de C. Manzana en la catedral, durante la Semana Santa, en marzo de 1932. Ello pudo inducir indudablemente a asociar ambas obras, con los acontecimientos que habían ocurrido el mes anterior. No obstante, el Cristo de Orduna ya había sido encargado por la Hermandad de la Pasión del Señor, en marzo de 1931 –pagado enteramente por un hermano-, antes de la proclamación de la II República. Por tanto, no está relacionado con los sucesos de los crucifijos.

La cruz de Constantino Manzana

La cruz que preside la Plaza de la Cruz frente al Instituto Ximénez de Rada, fue trasladada a esta ubicación en 1941. Esta gigantesca obra, de 3 toneladas de peso y 9 metros de altura, fue obra de Constantino Manzana y forjada en su pequeño taller de la calle Recoletas. Inicialmente se instaló en el claustro procesional de la catedral de Pamplona. Su autor explicó que representa el triunfo de la Cruz sobre el mal, simbolizado éste por un dragón enroscado en su base. Según algunas opiniones, Manzana identificaba el dragón, con Azaña –Presidente de Gobierno de aquel momento-. Esta obra tampoco puede atribuirse a la campaña de protestas por la retirada de crucifijos de las escuelas, que como hemos visto se produjo, especialmente, un mes antes de su presentación; por lógica, Manzana no pudo diseñar y forjar la inmensa cruz en tan poco tiempo.

La Cruz del Seminario

La monumental cruz del Seminario de Pamplona, no puede ser considerada, en absoluto, como un apoyo de Víctor Eusa a las protestas contra el proceso de laicización de las aulas, porque el boceto de su fachada, se publicó en la prensa local el 2 de agosto de 1931, cuatro meses antes de la aprobación de la Constitución y cinco de la circular de Llopis.

No obstante, es conveniente recordar que en el mes de mayo de aquel año, cuando no había transcurrido ni un mes del nuevo régimen, se quemaron un centenar de conventos en España, proliferando casos de un exacerbado anticlericalismo. La pregunta que nos podemos plantear, es si el fecundo arquitecto del Segundo Ensanche, modificó el proyecto a la vista de los aires anticatólicos que se vivieron con la República. Todo apunta a que sí, pues hay bocetos iniciales de Eusa para una fachada neogótica del Seminario; decantándose finalmente, por la fachada existente para realzar la catolicidad del edificio.

La construcción de esta obra, iniciada en septiembre de 1931, sufrió varios contratiempos. En primer lugar, los económicos; la Diputación anterior a la República había concedido en 1929 para su edificación, una subvención de 500.000 ptas. Aunque ya se había cobrado una quinta parte, la Gestora republicana decidió retirar el resto de la aportación. En desacuerdo con los otros diputados, el alcalde carlista de Navascués, Amadeo Marco, presentó su dimisión como diputado de la Gestora.

Lo peor llegó el 17 de abril de 1934, todo Pamplona se conmocionó al difundirse la noticia de que el constructor del Seminario, Ecequiel Lorca y su contable Andrés Oricain, habían sido asesinados, en las oficinas de la Av. de San Ignacio, por un carpintero despedido, un mes antes, por falta de tajo. El malogrado contratista, dejaba una viuda, Inés Oyarzun, tres hijos varones y un hijo póstumo, Ezequiel, que nació dos meses y medio más tarde del terrible atentado –que sería farmacéutico, promotor de Nafarco, fundador de la Ortopedia Lorca y de Infarco matriz de Laboratorios Cinfa-. Sobre este hecho han circulado versiones rocambolescas, que no tienen fundamento, pues nada tuvo que ver con el clima político que se vivía en aquel momento.

Respuesta a la pregunta planteada

Con respecto a la pregunta inicial, es cierto que la sociedad católica navarra, protestó contra la circular de descristianización de las aulas de muy diversas formas. Ahora bien, como hemos visto, no es cierto que Víctor Eusa modificase el proyecto del Seminario en construcción como protesta por la retirada de los crucifijos de los centros escolares. Por tanto, la respuesta al hecho inicial que se propone es falso.

Unamuno atiza a diestro y siniestro

Han transcurrido 84 años, las catequesis se imparte en las parroquias; quien quiera educar a sus hijos en la religión cristiana, puede optar por un colegio católico concertado, previa aceptación de su ideario. Con la situación actual, podemos caer en la tentación de juzgar arbitrariamente aquellos acontecimientos. Antes de elucubrar cualquier interpretación de lo ocurrido, sería recomendable leer un artículo que firma Miguel de Unamuno, titulado “Guerra incivil cavernícola”, en la primera plana del rotativo madrileño “El Sol”, el 29 de enero de 1932. Se trata de un escrito muy unamuniano, en el que reparte estopa a diestro y siniestro, del que extraigo algunos párrafos:

«… Armas troglodíticas, paleolíticas, prehistóricas o ante-históricas. Que tan troglodíticas las hacen, por el modo de manejarlas, los unos a los báculos, cirios, hisopos y crucifijos que esgrimen a modo de rompecabezas de cruzados, como los otros a sus hoces y martillos y también prehistóricos y paleolíticos, y los de más acá los compases y escuadras, cavernicolísticos también, de chapuceros albañiles de derribo[…]

» …hemos promulgado que no hay religión del Estado; ¿pero quiere esto decir que la nación no tiene un alma tradicional y popular, o sea, laica; que no tiene una religión laica, popular, nacional y tradicional? ¿Quiera ello decir que va a quedarse la patria desalmada? No, no puede querer decir eso, y nada sería más cavernario, más troglodítico que la imposición de un agnosticismo oficial pedagógico. Aun prescindiendo de confesiones dogmáticas, creer que los maestros nacionales –nacionales, ¿eh?, y no estatales– puedan educar a los niños españoles escamoteando toda noción religiosa es sencillamente no darse cuenta de lo que tiene que ser la educación pública, patriótica.

»La presencia del crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento, ni aún al de los racionalistas y ateos, y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta de los que carecen de creencias confesionales.

»Sí, ya lo sabemos, se ha esgrimido y se esgrime el crucifijo como arma paleolítica; se pretende no convertir sino machacar infieles a cristazo limpio, como se esgrime a modo de arma contundente el grito de ¡viva Cristo Rey!, poniendo impíamente todo el acento en lo de rey y dejando al Cristo de galeote; ¿pero autoriza ello a que se le retire de las escuelas, donde no es arma sino símbolo que la tradición ha hecho? ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? ¿O qué otro emblema confesional?

»Porque hay que decirlo claro, y en ello tendremos que ocuparnos; la campaña contra el crucifijo en las escuelas nacionales es una campaña de origen confesional. Claro que de confesión anti-católica y anti-cristina. Porque lo de la neutralidad es una engañifa. Que no es hacedero, no, no lo es, en buena pedagogía, que los maestros nacionales populares, laicos de veras y no de engaño, de España eduquen a la española a los hijos de ella, prescindiendo de la tradición nacional popular y laica que se simboliza y emblematiza en el Santo Cristo crucificado –le hay en cada lugar– y dejando al clero de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana el cuidado de instruir a los hijos de sus fieles feligreses en el catecismo de su doctrina confesional, según el P. Astete o según el P. Ripalda, corregidos o no […]».

Los crucifijos de las aulas a los tribunales

Con los años, la controversia de los crucifijos de las aulas, se ha trasladado a los tribunales. En este sentido, es preciso conocer el paradójico caso de la italiana Soile Lautsi que demandó al Gobierno italiano por considerar que los crucifijos en los centros docentes públicos, vulneraban los derechos de sus dos hijos; el asunto llegó hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo, que en sentencia de noviembre de 2009, amparó la retirada de crucifijos en colegios públicos. En virtud de este veredicto, el Tribunal de Justicia de Castilla y León, en sentencia de diciembre de 2009, establece la retirada de los crucifijos, si los padres lo solicitan y sólo para ese curso. Todo dio un vuelco inesperado cuando, en marzo de 2011, la Gran Sala del mismo TEDH, revocó la anterior sentencia y falló a favor del Gobierno italiano.

¿Esta sentencia protege los colegios católicos de Navarra, evitando revivir una guerra de crucifijos? Nada es seguro, a tenor del sectarismo que ha hecho gala la amalgama que soporta el Gobierno de Navarra y que ha demostrado ser capaz de cualquier desatino. Recordemos que el acuerdo programático del cuatripartito para la legislatura, incluye un principio dogmático tan inquietante como arbitrario: «Apostamos por un sistema educativo adaptado a nuestra realidad y necesidades». Además, este documento incluye un principio de política educativa similar al artículo 48 de la Constitución de 1931, origen de aquellos conflictos: «La apuesta por un sistema educativo laico». ¿Eso significa que el cuatripartito podría cambiar los conciertos con los colegios católicos, porque no responden ni a su realidad, ni a su necesidad? ¡Dios dirá!

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