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Blog / El espejo de la historia

¿Productos o medicamentos homeopáticos?

Por Javier Aliaga

La Comunidad Foral de Navarra es la mayor consumidora de homeopatía de España. Se hace un repaso histórico y se analiza la situación a tenor de las distintas controversias que han surgido con esta terapia.

Porcentaje de personas que han tomado homeopatía
Porcentaje de personas que han tomado algún homeopático (o dado a su hijo): 32% Total nacional. 57% Navarra. Fuente: Estudio percepciones sobre salud y homeopatía en la población española. 2016 Boiron.

La base doctrinal de la homeopatía fue establecida a finales del siglo XVIII por el médico alemán Samuel Hahnemann (1755-1843), para el que no había enfermedades, sino enfermos; se basa en dos principios: el de los similares y el de las disoluciones infinitesimales “dinamizadas”.

Con respecto al primero, Hahnemann experimentó, en sí mismo, que la quinina que cura las fiebres intermitentes del paludismo, dada a personas sanas en dosis significativas provoca los mismos síntomas que cura.

Esta deducción extrapolándola a otras sustancias, le permitió formular algo que ya había sentenciado Hipócrates, el padre de la medicina en el siglo IV a. de C, «lo similar cura lo similar», de ahí que la denominase homeopatía (hómeos similar; páthos enfermedad); ésta se diferencia del procedimiento terapéutico de la medicina convencional  que consiste en aplicar remedios con efectos contrarios a los provocados por la enfermedad.

Según el segundo principio, para curar a un enfermo sólo son necesarias dosis infinitesimales, siendo la reacción mayor cuanto menor es la dosis. Los preparados infinitesimales se elaboran mediante un proceso de disoluciones sucesivas. Así, para elaborar una dilución centesimal 1CH (Centesimal Hanhnemanniana), se parte de una gota de la “Tintura Madre” del principio activo que se diluye en 99 gotas de agua o disolvente, “dinamizando” la mezcla por agitación. Con una gota de 1CH diluyéndola en 99 de agua y agitando se consigue una dilución 2CH. Si se repite nuevamente esta operación se consigue una 3CH y así sucesivamente hasta llegar a una dilución 30CH, habitual en tratamientos homeopáticos, no siendo rara la 200CH.

Téngase en cuenta que la química tradicional, basándose en el número de Avogadro 6,022 ×1023 -número de moléculas en un mol de una sustancia-, fija el límite de disolución, sin que pierda totalmente la sustancia, en 12CH; mientras que en una dilución 30CH podría haber a lo sumo una molécula. Indudablemente esto choca con la medicina tradicional, puesto que sin haber principio activo, no puede haber efecto terapéutico.

En dos siglos los discípulos de Hahnemann no habían podido explicar científicamente el mecanismo de funcionamiento, hasta que en 1988, el inmunólogo francés Jacques Benveniste, publicó en la revista Nature un artículo, en el que describió cómo una solución altamente diluida de un antígeno disparaba una reacción biológica de glóbulos blancos.

Este trabajo abría la puerta a una posible explicación de la homeopatía, porque, según Benveniste, el agua conserva la estructura del antígeno tras haber sido diluido y “dinamizado”, algo que se denominó como “la memoria del agua”.

Esta teoría tuvo gran repercusión mediática, que derivó en solaz y burla de la comunidad científica; Benveniste fue tildado de farsante, acabó defenestrado como un galileo del siglo XX, perdió su laboratorio y falleció en el olvido.

No obstante, todavía hay científicos que siguen apoyando la teoría de “la memoria del agua”, como el virólogo y premio Nobel, Luc Montagnier. Sea el fenómeno que sea, del que parece no haber una explicación científica, el PDG de Boiron –laboratorio francés líder en homeopatía- en una entrevista salió por la tangente afirmando, sin ningún rubor: «No sé cómo, pero la homeopatía funciona».

Efectivamente una cuestión es la explicación del mecanismo científico y otra la verificación de su eficacia, la cual es avalada en numerosos artículos publicados en Pubmed. Pero no nos engañemos, también hay artículos que la refutan, entre éstos, el más significativo data de 2005, por haberse publicado en “The Lancet”, la revista médica más prestigiosa, con los resultados de un metaanálisis que combinaba preparados homeopáticos y fármacos convencionales, bajo control por placebo, conclusión: «los efectos clínicos de la homeopatía son efectos placebo».

A este respecto, no hay que olvidar que una gran parte de los homeópatas son veterinarios, que la administran en animales por su eficacia, sin que exista efecto placebo; la gran ventaja, según ellos, frente a los medicamentos tradicionales, es que no deja residuos ni en la carne del animal, ni en la leche.

El panorama internacional es variopinto, desde los EEUU donde la homeopatía se haya totalmente liberalizada, hasta la vieja Europa ampliamente legislada. Francia es el mayor consumidor mundial de la terapia homeopática, la cual está integrada tanto en los seguros privados, como en el sistema nacional de salud que reembolsa una parte del gasto: de la consulta hasta un 70% (que no supere 23€) y un 30% de la medicación.

Tanto en Alemania, como en el Reino Unido han estado tradicionalmente integradas y financiadas por los sistemas nacionales de salud. Sin embargo, en Gran Bretaña –con varios hospitales homeopáticos- el panorama ha cambiado, y eso a pesar de que la reina Isabel II de Inglaterra, como el resto de la familia real, es ferviente seguidora de la prácticas hahnemannianas -siempre viaja con un botiquín homeopático que también administra a sus perros-, el año pasado la Royal Pharmaceutical Society (RPS), sin dejar de ser “Royal”, se posicionó en contra «no aprueba la homeopatía como una forma de tratamiento porque no hay bases científicas para la homeopatía ni ninguna evidencia para respaldar la eficacia clínica de los productos homeopáticos más allá de un efecto placebo.»

Además, el National Health Service (NHS) en un programa de recortes económicos, ha dejado de financiar las terapias con plantas y con homeopatía.

La homeopatía no tiene en España el bagaje de otros países europeos. Conviene recordar que el régimen franquista, aunque no llegó a prohibirla, la mantuvo marginada; tras la muerte del dictador, con la apertura y el destape, llegó un renacer de la doctrina de Hanhnemann procedente de Europa. A partir de aquel tiempo, ha gozado de gran aceptación popular. No obstante, desde hace unos años estamos viviendo una hostilidad inusitada contra la homeopatía, cuyo mayor azote proviene del sector sanitario, que pone de relieve un cisma en el mismo.

Concretamente, hace un año, la Real Academia Nacional de Farmacia, que no es un organismo representativo de los farmacéuticos, emitió un informe netamente contrario a los medicamentos homeopáticos porque suponen «un riesgo para la salud de los ciudadanos», e insistió en los mismos argumentos que la RPS. Contrasta con lo afirmado por el presidente Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF) Luis Aguilar, «La homeopatía está catalogada como medicamento, por tanto tiene que estar en la farmacia». El CGCOF es el órgano que representa a todos los farmacéuticos españoles, con 22.000 oficinas de farmacia, de ellas un 70% despachan homeopatía.

Lo que llama poderosamente la atención, es que existiendo 250.000 médicos en 80 países que prescriben medicamentos homeopáticos -de los cuales 10.000 son españoles-, haya criticas que provengan de la Organización Médica Colegial (OMC) española, que ha calificado a la homeopatía de “pseudoterapia”; su anterior presidente, Rodríguez Sendín, fue más allá sentenciando que era un proceso «ilusorio y engañoso».

Sin embargo, lo más sorprendente es que la OMC sea poco coherente con el acuerdo tomado por unanimidad en Asamblea en diciembre de 2009: «EL EJERCICIO DE LA HOMEOPATÍA como acto médico, a la que se debe exigir los mismos requisitos científicos y éticos que a cualquier otra actividad médica, y que precisa, por tanto, de un diagnóstico previo…»

Acaso la homeopatía, ¿no era pseudoterapia hace 9 años y ahora sí?, ¿es menos eficaz ahora que hace 9 años? El número de Avogrado, es una constante formulada en el siglo XIX y desde aquel entonces, ya se sabía el límite de dilución de los preparados homeopáticos.

Estas reacciones han traído como consecuencia que la universidad de Zaragoza y la Universidad de Barcelona (UB) hayan suprimido el máster de postgrado en homeopatía. En el caso de la UB a raíz de un informe de la Facultad de Medicina por «falta de base científica».

Pero, entonces, ¿qué han estado enseñando durante estos años? Podemos intuir la difícil papeleta de algunos homeópatas titulados de estos postgrados, a los que no les queda más remedio que apostatar de la doctrina de Hahnemann, hacerse un cifuentes –renunciar al máster- y descolgar el título enmarcado de la sala de espera de sus consultas.

¿Todo esto significa que la terapia con homeopatía es peligrosa? No, a diferencia de los fármacos convencionales, no tiene reacciones secundarias, ni efectos colaterales, por eso puede ser coadyuvante con otros tratamientos.

Ahora bien, lo más dañino es crear falsas expectativas en los enfermos, siendo muy peligroso sustituir un medicamento de elección, véase un antibiótico, por un preparado homeopático. Ese fue el error que, hace un año, provocó el fallecimiento de un niño italiano que estaba siendo tratado de una otitis con homeopatía.

El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, hace un par de semanas, con un retraso de 20 años, dio luz verde a la transposición de la directiva europea para proceder al registro de medicamentos homeopáticos -en realidad ya estaban autorizados y reconocidos como “medicamentos “ por la legislación española-, y evitar así una multa de 100.000 euros día.

En esta reunión, los consejeros autonómicos se mostraron disconformes con la denominación de “medicamentos” de los preparados homeopáticos, recordándoles la ministra  que la directiva europea los denomina así.

La orden ministerial, publicada en el BOE el 27 de abril, establece que en tres meses, todos los medicamentos homeopáticos deben pasar los controles de calidad y seguridad –que no de eficacia- en la Agencia Española del Medicamento (AEMPS). Pasado este trámite podrán ser comercializados con la etiqueta «medicamento homeopático sin indicaciones terapéuticas aprobadas». Adicionalmente aquellos que libremente deseen probar su eficacia terapéutica, deberán someterse al mismo proceso que el resto de especialidades farmacéuticas.

Se evalúa que 300 millones de pacientes en el mundo se tratan con terapias homeopáticas, ello pone en evidencia que la homeopatía no alcanza la legitimidad científica con la misma solvencia que la legitimidad social.

Ese desfase podría explicar la oleada de críticas, que no persigue exclusivamente un fin semántico para cambiar la denominación de “medicamentos” a “productos” homeopáticos, sino sacarlos del sector médico-farmacéutico; lo cual no mejorará ni la calidad de los preparados, ni la eficacia de los tratamientos.

Llegados a este punto, tal vez sirva de ejemplo la ministra francesa de sanidad, Agnès Buzyn, que para acallar las voces que reclaman que el sistema de salud no reembolse la homeopatía, ha declarado recientemente que tiene «probablemente un efecto placebo», pero «no hace daño».

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