• martes, 16 de abril de 2024
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Opinión /

La refundación del hacha y la serpiente (I): El contencioso Navarra-Euzkadi

Por Jaime Ignacio del Burgo

El autor comienza con este texto una serie de artículos que se publicarán en las próximas semanas tras los nuevos intentos del PNV de anexionar Navarra al País Vasco. 

Varias personas pasan por el lugar donde fue abatido Joaquín Ímaz en Pamplona. JNC-RELATOS DE PLOMO
Varias personas pasan por el lugar donde fue abatido Joaquín Ímaz en Pamplona. JNC-RELATOS DE PLOMO

El llamado contencioso Navarra-Euzkadi (todavía no se había impuesto la palabra Euskadi) estalló en 1977 cuando frente al “Nafarroa Euzkadi da” coreado por nacionalistas de toda clase y condición, socialistas, comunistas y otros grupos sedicentemente revolucionarios, un puñado de centristas navarros saltamos a la arena política, obtuvimos un gran triunfo en las elecciones del 15 de junio y contestamos con otra afirmación tautológica: “Navarra es Navarra”.

En el último libro publicado por un miembro del Napar Buru Batzar del PNV, José Antonio Beloqui, en el que se pregunta por qué Navarra no es un Estado independiente, reconoce que les ganamos la partida a los partidarios de la integración en Euzkadi y dice de mí, lo que es verdaderamente valeroso por su parte habida cuenta del mundo en el que desarrolla su actividad política, que soy un “gran ideólogo y el gran triunfador” de las tesis “navarristas” en los debates de 1978.

No niego que me ha sorprendido gratamente que alguien, situado en las antípodas de mi pensamiento político en lo que a la concepción de Navarra se refiere, reconozca mi contribución a la derrota del nacionalismo en aquellos momentos cruciales. Pero sí debo hacer una importante precisión.

Quien triunfó en aquella encrucijada histórica no fue una persona, ni siquiera un grupo político, sino el conjunto de la ciudadanía navarra que apostó de forma ampliamente mayoritaria por la pervivencia del secular estatus de Navarra y de su foralidad paccionada, por la plena democratización de sus instituciones y por la actualización reintegradora y renovadora de su autogobierno.

La sociedad navarra apostó además, de forma inequívoca, por su pertenencia a la nación española, como lo prueba el respaldo recibido en 1978 por la Constitución, -“la más foral” de toda nuestra historia, según diría, en un arrebato de sinceridad personal, el mítico nacionalista navarro Manuel de Irujo.

Además, y para dar un cauce de solución democrática al “contencioso”, los parlamentarios navarros en las Cortes pertenecientes a UCD (6), PSOE (2) y PNV (1) llegamos al acuerdo de que sólo el pueblo navarro estaba legitimado para decidir acerca de su integración en Euzkadi, mediante referéndum. La Constitución reflejó este acuerdo en la disposición transitoria cuarta. El primer Parlamento Foral, elegido en 1979, con un carácter en cierto modo “constituyente”, cerró la vía a Euzkadi y refrendó en 1982, con el voto favorable de 50 de sus 70 parlamentarios, el Amejoramiento del Fuero.

Este relato histórico es fiel reflejo de lo que ocurrió en el terreno político, pero puede dar la impresión de que el famoso “contencioso” se desarrolló en un marco de tolerancia y respeto recíprocos como sería lo propio de cualquier sociedad democrática. Pero no fue así. Desde el inicio hicieron su aparición los pistoleros del “hacha y la serpiente”, que pronto contaron con formaciones políticas y sociales que daban cobertura a las actuaciones criminales y secundaban sus postulados ideológicos. ETA y sus acólitos (HB, LAB, Egin, etc.) rechazaron el acuerdo de los partidos democráticos.

El “Nafarroa Euzkadi da” era un dogma indiscutible. Quien sostuviera una posición contraria se exponía a perder la vida, como enemigo del pueblo vasco. A pesar de ello, participaron en las primeras elecciones forales porque creyeron que el pueblo navarro se decantaría por Euzkadi. Un miembro de HB perteneció a la primera Diputación democrática de 1979, al haber sido elegido diputado foral por la Merindad de Pamplona y desempeñó la cartera de Sanidad. Incluso los batasunos llegaron a participar en la discusión parlamentaria de las Bases de negociación del Amejoramiento del Fuero, aunque acabaron por retirarse en febrero de 1982 del Parlamento siguiendo las órdenes de la dirección “militar” de ETA.

El primer asesinato de ETA en Navarra tuvo lugar el 26 de noviembre de 1977, día en que fue abatido el pamplonés Joaquín Imaz, jefe de la Policía Armada (hoy Policía Nacional). Fue el inicio de la campaña de terror que se saldaría con cuarenta víctimas mortales en nuestra Comunidad. HB se fundó el 27 de abril de 1978. Desde entonces se convirtió en una gigantesca máquina de delinquir con la finalidad de atemorizar tanto a la sociedad navarra como a la vasca.

Durante muchos años promovió graves desórdenes públicos propios de la guerrilla urbana, tales como enfrentamientos violentos con la policía, intentos de linchamiento de dotaciones policiales, asaltos a comisarías, cortes de tráfico en carreteras y vías férreas, incendios, destrucción de transportes públicos, quemas de trenes y autobuses, estragos en la propiedad privada: establecimientos bancarios, comercios, roturas de lunas, etc.; quemas de la bandera nacional; atentados contra las autoridades en el ejercicio de sus funciones; manifestaciones ilegales; asaltos a sedes de partidos y sindicatos “españolistas”; amenazas a miembros de la magistratura y a funcionarios penitenciarios.

Desde las páginas del diario “Egin” y en otros medios de comunicación aberzales se hacía una constante apología del terrorismo. En los municipios controlados por HB se imponía una férrea dictadura totalitaria, coaccionando a quienes consideraran contrarios a la causa aberzale. Hubo implicaciones, públicamente declaradas, de dirigentes de HB y de LAB en el cobro del llamado impuesto revolucionario, y también en el cobro de rescates como consecuencia de secuestros.

Responsables, no ya del Ministerio del Interior, sino también de la Consejería de Interior del propio Gobierno vasco, denunciaron que a través del diario “Egin” se transmitían consignas y mensajes a los comandos operativos de ETA. En la controversia sobre la autovía (del Leizarán), cuya construcción rechazaban, bastó con que una comisión de HB visitara a los empresarios que habían sido adjudicatarios en el tramo guipuzcoano para que, inmediatamente, arrojaran la toalla.

En el terreno político, ETA-HB modificó paulatinamente su posicionamiento. Dando por supuesto que Navarra forma parte de Euzkadi, proclamaron el dogma de la territorialidad de Euskal Herria y reivindicaron el derecho de autodeterminación de los vascos incluidos los navarros. Hacían caso omiso de la disposición transitoria de la Constitución.

En la actualidad, los herederos políticos de ETA se agrupan en el partido político denominado Sortu. Rechazan la violencia terrorista, pero evitan condenar a ETA. Muchos de sus miembros participaron de manera activa en la campaña de intimidación y violencia desatada por HB y a la que me he referido anteriormente.

Próximo artículo La refundación del hacha y la serpiente (II): El PNV y ETA.  


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