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Opinión /

La ignorancia supina de Ana Beltrán o de Uxue Barkos

Por Jaime Ignacio del Burgo

El día 8 de marzo, la presidenta del Gobierno, Uxue Barcos, llamó en el Parlamento foral ignorante la presidenta del Partido Popular de Navarra, Ana Beltrán.

La parlamentaria del PPN, Ana Beltrán, y la presidenta del Gobierno de Navarra, Uxue Barkos.jpg
La parlamentaria del PPN, Ana Beltrán, y la presidenta del Gobierno de Navarra, Uxue Barkos.

Esta había citado la siguiente frase de Manuel de Irujo, tomada de un artículo escrito en 1938 por el histórico dirigente del PNV bajo el título de “El Anschlus vasco-navarro”: “Nosotros nos sentimos y queremos ser vascos con la historia, pero que lo seríamos de igual modo sin la historia o contra la historia”.

La Sra. Barcos se indignó por esta referencia a Irujo y dijo, en tono de gran indignación, que la Sra. Beltrán demostraba una “ignorancia supina” pues el venerado patriarca nacionalista  es “uno de los políticos que en esta comunidad y en la historia de esta comunidad han tenido mayor relevancia en la defensa de instituciones propias y en la creación de las que hoy puede enorgullecerse en muchas cosas”.

La reacción de la presidenta es sorprendente, pues la parlamentaria foral del PP no había ofendido, en modo alguno, la memoria de Manuel de Irujo.  Digo sorprendente pues por más que lo he intentado no he conseguido encontrar por ninguna parte dicha relevancia en los términos expuestos por la Sra. Barcos.

Irujo inició su andadura política como diputado foral por la Merindad de Estella al resultar elegido en una coalición electoral con el Partido Carlista (jaimista) en 1921. Fue reelegido en agosto de 1923, pero su acta sería anulada por la Audiencia de Pamplona como consecuencia de la impugnación formulada por el carlista Francisco Errea.

En su efímera etapa como diputado foral su única actuación destacable fue la firma de una moción junto al diputado carlista (Ignacio Baleztena) y al monárquico alfonsino (Francisco Usechi), instando la creación de la Caja de Ahorros de Navarra, que resultó aprobada por la Diputación Foral. Los mocionantes consideraban que Navarra no podía quedarse atrás, pues en la mayoría de las provincias españolas contaban con Cajas de Ahorro para fomentar el ahorro popular y atender a las clases más desfavorecidas.

Hay que recordar que en 1872 el Ayuntamiento de Pamplona había creado su propia Caja de Ahorros, por lo que la de Navarra llegaba con bastante retraso. La afirmación de nuestra presidenta hubiera sido cierta y, por tanto, podríamos enorgullecernos al día de hoy de la decisión adoptada en 1921 si la CAN no hubiera tenido en 2012 un triste final por todos conocido.

Irujo cesó como diputado foral en 1923, con motivo de la llegada al poder del general Primo de Rivera. Al caer la Dictadura, el 28 de febrero de 1930 recuperó su acta de diputado. Pero la proclamación de la II República, que tuvo lugar el 14 de abril de 1931, volvió a privarle de su cargo pues una Comisión Gestora nombrada por el Gobierno provisional el 21 de abril acabó con su mandato.

Durante la II República, Irujo se alejó de Navarra pues fue diputado a Cortes por el PNV en representación de Guipúzcoa en1931, 1933 y 1936. Tuvo una activa intervención en la redacción y aprobación del proyecto de Estatuto Vasco-Navarro. Pero éste naufragó en Navarra, pues en la Asamblea de Ayuntamientos celebrada en junio de 1932, la mayoría de los representantes de los municipios navarros votó en contra.

El PNV, liderado por José Antonio Aguirre, decidió continuar su tramitación pero sólo con Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, cuyos munícipes habían votado a favor del proyecto. Esto provocó una amarga reacción de Irujo que reprochó que si se llegara a aprobar el Estatuto circunscrito a las tres provincias y si Navarra se decidía por promover su propio Estatuto tal decisión pondría fin a la anhelada unidad de Euzkadi.

Terminó su reproche a Aguirre con lo que parecía una renuncia a su actividad política, que finalmente no llevó a cabo: “En fin, amigo Aguirre, yo me doy por fracasado, con fracasados no se puede ir a ninguna parte. Sigan Vds. alentando al Partido y que sea lo que Dios quiera de él. Acierte o se equivoque, yo sigo siendo el último afiliado cada vez más navarro, más vasco y más nacionalista. Pero temo mucho que se equivoque y nos separe, no para siempre, porque siempre no existe aquí, pero sí para muchos años”.

La noche del 18 al 19 de julio de 1936, Irujo convenció  al Euzkadi Buru Batzar, órgano supremo del PNV, para permanecer leales  a la República, a cambio de que la aprobación del Estatuto vasco, que había sido refrendado por las Provincias Vascongadas en 1933 y que tres años después todavía no se había promulgado. El Gobierno aceptó la propuesta y en octubre de 1936 las Cortes lo aprobaron. Ha de tenerse en cuenta que el acuerdo del Euzkadi Buru Batzar de apoyo al Gobierno republicano no fue secundado por el PNV de Navarra y Alava, cuyos “burukides” acordaron adherirse al alzamiento cívico-militar.

Nombrado en agosto de 1936 ministro sin cartera del Gobierno del socialista Largo Caballero, tuvo  un gesto de valentía en enero de 1937 al presentar un “memorándum” sobre la persecución religiosa en la zona republicana que pone los pelos de punta. De su denuncia se desprende que se trató de un auténtico genocidio, pues los crímenes fueron cometidos en el marco de un plan de exterminio de la Iglesia católica.

Durante la guerra civil fueron asesinados con saña más de 8.000 religiosos (curas, frailes y monjas), entre ellos 150 navarros, cuyos cadáveres en bastantes casos no se han encontrado todavía y sobre los que los adalides de la desmemoria histórica no hacen la menor mención.  Irujo fue ministro sin cartera en el Gobierno de Largo Caballero desde agosto de 1936 hasta mayo de 1937 en que pasó a desempeñar la cartera de Justicia.

Exiliado en 1939 no volvió a España hasta 1977. En las primeras elecciones democráticas fue elegido senador gracias a los votos socialistas, que habían concurrido en coalición al Senado.

Fue presidente de la Asamblea de Parlamentarios Vascos desde junio de 1977 a enero de 1978. Intentó, sin éxito, que Navarra se incorporara al Consejo General Vasco, principal iniciativa de dicha Asamblea.

En 1979  formó parte del primer Parlamento Foral pero no culminó la legislatura pues murió en Bilbao e1 de enero de 1981

A la vista de la trayectoria política de Manuel de Irujo emplazo a la Sra. Barcos a que especifique cuáles son esos relevantes servicios en la creación de instituciones propias de nuestra comunidad ni de otros de los que podamos sentirnos orgullosos.

Fue, eso sí, un nacionalista consecuente. Luchó por la anexión de Navarra a Euzkadi. Y en su decálogo político figura que “se imponga urgentemente el uso de la lengua nacional vasca”.


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