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Opinión /

La refundación del hacha y la serpiente (y X): el abrazo de Vitoria de PNV y EH Bildu

Por Jaime Ignacio del Burgo

El autor disecciona con detalle la propuesta del nuevo estatuto vasco, que supone una nueva amenaza para Navarra.

El director de cine navarro Montxo Armendáriz recibe el Premio Eusko Ikaskuntza-Laboral Kutxa acompañado, entre otros, de Uxue Barkos e Íñigo Urkullu (18). IÑIGO ALZUGARAY
Íñigo Urkullu y Uxue Barkos durante un acto en Pamplona. IÑIGO ALZUGARAY

El 25 de mayo pasado se produjo un hecho histórico en el Parlamento Vasco. La Ponencia de Autogobierno aprobó el “preámbulo” de la propuesta para un Nuevo Estatus Político de la Nación Vasca. Lo más relevante es que el texto había sido redactado de común acuerdo entre el PNV y EH Bildu.

Todo comenzó el 7 de octubre del año pasado, cuando Bildu acordó presentar en el Parlamento de Vitoria, en el seno de la Ponencia de autogobierno, una propuesta conducente a la creación de la “República Confederal de Euskal Herria”, formada por las “tres realidades” que, según el aberzalismo radical, componen la “nación vasca”. A saber, la Comunidad Autónoma Vasca, “Nafarroa” e “Ipar Euskal Herria”.

La propuesta contiene una novedad importante al decir que “la estrategia confederal deja en manos de la mayoría de la ciudadanía el estatus de cada ámbito, así como la decisión de unirse con los demás ámbitos y crear la República Confederal Vasca”. Puesto que la pretensión de incluir en tales proyectos a los territorios vascofranceses en la nueva República es utópica, se centran en los territorios situados en España donde habrán de constituirse dos Estados. Uno, compuesto por Alava, Guipúzcoa y Vizcaya y el otro por Navarra. Una vez obtenida la respectiva estatalidad, el siguiente paso sería la formación de una Confederación de los Estados de Euskal Herría.

Para lograr ese objetivo, EH Bildu consideraba necesario replantear las relaciones con el Estado español en Hego Euskal Herria. En el caso de “Nafarroa”, el objetivo pasa por lograr “el estatus político que le confiera naturaleza de Estado”. Para ello, proponía crear una ponencia en torno a las relaciones entre Nafarroa y el Estado español en el Parlamento navarro, y abrir un debate social. Esta idea guarda ciertas similitudes con la vía propuesta para que “la ciudadanía vasca de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa opte por la creación de un Estado propio basado en la democracia participativa y la justicia social”.

En el caso de la Comunidad Autónoma Vasca, EH Bildu proponía inicialmente consensuar las bases para un nuevo estatus político en la Ponencia de Autogobierno de la Cámara de Vitoria. Después el texto resultante se llevaría a Madrid, donde los políticos vascos podrían encontrar dos escenarios: que el Estado español respete lo acordado por la ciudadanía y las instituciones de la CAV, o que no lo haga. Si fuera así, EH Bildu afirma que “deberíamos concretar y acordar el recorrido propio para recuperar la soberanía entre las formaciones, sindicatos y agentes sociales de la CAV”.

Una idea defendida por su coordinador general, Arnaldo Otegui, que hizo hincapié en la necesidad de impulsar un “liderazgo compartido” para construir un Estado «más democrático y más justo”. Señaló que el nacionalismo español excluyente “se impuso en la Constitución de 1978, al decir que solo hay una nación. Ese modelo se ha acabado, y lo que plantea EH Bildu es iniciar “un ejercicio de soberanía popular”, invitando a la “izquierda española que se dice nueva” a sumarse a los procesos constituyentes de Catalunya y Euskal Herria. También se dirigió al lehendakari, Iñigo Urkullu, al que recordó que Catalunya “no necesita mediadores dentro del Estado español. Necesita cómplices y aliados que le ayuden”. Luego veremos cómo Bildu ha archivado este proyecto en una nueva propuesta presentada el pasado 30 de mayo.

Volvamos  el abrazo del PNV con Bildu, que supone –desde el punto de vista de la izquierda aberzale– la refundación política del hacha y la serpiente, producida tras la disolución de ETA.

El acuerdo proclama que “el Nuevo Estatus Político para Araba, Bizkaia y Gipuzkoa –como parte integrante de Euskal Herria– será la expresión jurídico-política de la voluntad democrática de un Pueblo con identidad socio-cultural sostenida a lo largo de la historia; con rasgos políticos propios, su lengua –el euskera- y su cultura propias y un sentido altamente compartido de pertenencia a una misma comunidad política, a una misma nación, y que como expresión de su nacionalidad, depositaria de una tradición y un derecho a gobernarse por sí misma, ahora reitera su vocación de renovarse, proyectándose en todos los ámbitos de la vida pública para adecuarse a los requerimientos y necesidades de la sociedad vasca en una realidad globalizada e interdependiente”.

Y añade: “Euskal Herria es un pueblo con identidad propia, en el conjunto de los pueblos de Europa, depositario de un patrimonio lingüístico, cultural y jurídico-institucional propio, que ha pervivido a lo largo de la historia, que está asentado geográficamente sobre siete territorios que en la actualidad se encuentran políticamente articulados en dos Estados europeos -el español y el francés- y tres ámbitos institucionales diferenciados: la Comunidad Autónoma Vasca que comprende los territorios de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, la Comunidad Foral de Navarra que integra a Nafarroa y el territorio gestionado por la Mancomunidad de Iparralde conformado por Lapurdi, Zuberoa y Baxe Nafarroa”.

A lo largo de esta serie de artículos ya hemos denunciado que el pensamiento que subyace en toda la propuesta es falso. Nunca ha existido, desde el punto de vista político, una nación llamada Euskal Herria, ni en la mayor parte de los territorios llamados a formarla existe ese sentimiento de pertenencia a una comunidad nacional. La pervivencia de una lengua primitiva, dividida en varios dialectos de difícil comprensión recíproca lo que obligó a la invención del “batua”, es sin duda una riqueza cultural, que no ha impregnado la conciencia colectiva de los referidos territorios ni ha contribuido a forjar una nación.

Y aunque fuera cierto –que no lo es– el idioma fuera el común denominador de los siete territorios, de ahí no se deriva la existencia de una conciencia nacional ni el derecho a poseer una estatalidad común. Es el caso, por ejemplo, de Austria y Alemania. Dos realidades nacionales y estatales diferentes, a pesar de hablar el mismo idioma y poseer la misma cultura.

Otra falsedad inaudita es afirmar que “hoy en día” el anhelo de un Nuevo Estatus Político obedece “a una nueva voluntad del Pueblo Vasco relativa a la previsión constitucional y estatutaria relativa a la actualización de los Derechos Históricos”, cuya expresión más cercana tuvo lugar hace cuarenta años a través del Estatuto de Guernica. Porque la iniciativa ha partido de dos fuerzas políticas del País Vasco, que no pueden irrogarse la representación del Pueblo Vasco, si en él se incluye a Navarra y el País Vasco-francés, donde no existe ningún anhelo por ese nuevo estatus.

Por otra parte, ni Alava, ni Guipúzcoa ni tampoco Vizcaya pueden justificar que sus derechos históricos amparan su conversión en una Nación. Nunca han sido un Estado soberano, capaz de hablar de tú a tú con el Estado español. Precisamente porque la disposición adicional no reconocía esa supuesta vocación de estatalidad inherente, según ellos, a la foralidad histórica, el aberzalismo votó en contra de la Constitución (HB) o se abstuvo (PNV). La disposición adicional garantiza la reintegración foral de los
territorios forales” de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, cada uno por separado, por ser titulares de derechos históricos. Pero no reconoce tales derechos al Pueblo Vasco, un concepto político en el que se sustentó la legitimidad de la imposición del derecho constitucional de autonomía a los territorios forales. El nacionalismo se sumó a esta profunda transformación institucional, porque así podía “construir la nación vasca”, gracias a la acción legislativa y ejecutiva del Parlamento y del Gobierno vascos amparada por la Constitución.

Pues bien, como ya hemos anunciado anteriormente, la última novedad es la presentación en el Parlamento Vasco de una “Propuesta de Bases del Título preliminar” del nuevo Estatuto Político, cuyo firmante es el grupo parlamentario de EH Bildu, y que sustituye a su propuesta inicial. Todavía no ha sido consensuado con el PNV, pero su contenido nos permite valorar el alcance de la refundación política del entorno que hasta ahora constituía el movimiento político de apoyo a ETA.

Resumo los principales pronunciamientos, alguno de ellos realmente “contrarrevolucionarios” si se tiene en cuenta que supone una rectificación en toda regla de la trayectoria histórica de sus mentores:

-Alava, Guipúzcoa y Vizcaya son parte integrante de Euskal Herria, a la que se reconoce su identidad nacional, pero son sus ciudadanos los titulares del derecho a decidir libre y democráticamente su propio marco de organización.

-No hay acuerdo todavía en la denominación de la nueva entidad política que surja del ejercicio de tal derecho. Sobre la mesa están el de Comunidad Estatal Vasca, Comunidad Foral Vasca, Comunidad Nacional Vasca, Estado Autónomo Vasco y Estado Foral Vasco. Bien entendido, que tal denominación afectaría solo a los tres territorios vascongados.

-Se reconoce la legitimidad de la Constitución, lo que constituye una rectificación en toda regla, pues se prevé que la actualización del autogobierno vasco se apoye en el desarrollo y actualización de los derechos históricos, a tenor de la Disposición adicional primera de la Constitución y de la Disposición adicional del Estatuto de Guernica, dos normas a las que el aberzalismo proetarra rechazaba hasta ahora con rotundidad.

-Se reivindica el derecho a convocar referéndums y consultas populares sobre asuntos de la competencia vasca así como a las relaciones que deseen mantener con “otros territorios de Euskal Herria”, con el Estado español y con otros “espacios políticas europeos e internacionales”.

-La relación de esa nueva Comunidad vasca con el Estado se basará en el principio de igualdad política y tendrá naturaleza bilateral. La independencia ya no es el objetivo prioritario.

--La capital será Vitoria, los símbolos los que se acuerden y se reconocerán las anderas propias de los territorios históricos alavés, vizcaíno y guipuzcoano.

-El “euskara” es la lengua propia del todavía innominado nuevo “sujeto jurídico-político”, por ser el “elemento de identidad nacional, medio de comunicación, factor de convivencia social y patrimonio del conjunto de Euskal Herria”. Ahora bien, el castellano “será también lengua oficial y toda la ciudadanía tendrá el derecho a conocer y usar ambas lenguas”.

-Finalmente, destacamos el epígrafe correspondiente a las relaciones con la Comunidad Foral de Navarra y con la Mancomunidad de Iparralde, “desde el respeto a la voluntad de la ciudadanía y de las instituciones de estos territorios”. En este contexto se reivindica la creación de una región europea con los demás territorios de Euskal Herria, partiendo de la comunidad de lengua –el euskara-, un patrimonio cultural común y una historia.

Pero el pronunciamiento más relevante es el que se contiene en el párrafo 28 de la propuesta:

La actualización del autogobierno debe reconocer el derecho a establecer vínculos políticos y relaciones de colaboración y cooperación con la Comunidad Foral de Navarra y con los territorios vascos de Iparralde y sus instituciones (actualmente, Mancomunidad Vasca de Iparralde), incluida la posibilidad de establecer estructuras u órganos institucionales permanentes y comunes, para el desarrollo del bienestar social y económico y de nuestro patrimonio común cultural y lingüístico, desde el respeto total y absoluto a las decisiones de las instituciones representativas de cada ámbito territorial respectivo, en el marco de los procedimientos legales en cada momento, y con el objeto de lograr la plasmación de un principio de territorialidad abierta junto con un proyecto de política común que aglutine las afinidades culturales, de patrimonio histórico común, socio-económicas, actividades comparables y recursos físicos compartidos”.

Ahí queda plasmada con toda claridad la refundación política del hacha y la serpiente y el abrazo del aberzalismo radical en otro tiempo proetarra con el PNV. Por supuesto se renuncia a la violencia y se proclama el pleno respeto a la convivencia democrática.

El viejo lema “Nafarroa Euskadi da” está guardado en el baúl de los recuerdos. Porque ya no hace ninguna falta integrar a Navarra en la Comunidad Vasca. Euskal Herria ya existe como nación y de ella forman parte inseparable, aunque posean regímenes jurídico-políticos diferenciados, la Comunidad Autónoma Vasca (que pretende transformarse en un nuevo sujeto jurídico-político), la Comunidad Foral de Navarra y la Mancomunidad de Iparralde. Euskal Herria ya es una nación porque posee una lengua, una cultura y una historia común así como unos  intereses socio-económicos comunes.

Por lo tanto, lo que hay que promover es el fortalecimiento de vínculos políticos y relaciones de colaboración y cooperación, entre los que ha de incluirse la posibilidad de establecer estructuras u órganos institucionales permanentes y comunes para desarrollar el bienestar social y económico de Euskal Herria y su patrimonio cultural común.

Es, pues, una nueva estrategia que ya se venía gestando en Navarra desde la llegada del Gobierno cuatripartito y que ahora toma carta de naturaleza. En este nuevo planteamiento político el euskara, euskera, vascuence o como quiera llamársele es un factor esencial. Mientras no sea oficial en Navarra la lengua que constituye el alma de Euskal Herria no podrá avanzarse en el proceso de construcción nacional.

Por eso, hasta el momento en el Parlamento foral no ha entrado ninguna propuesta similar a la vasca para reivindicar también un estatus confederal, que permita a “Nafarroa” ser tenida como un sujeto jurídico-político libre y soberano en el seno de la nación de Euskal Herria y reforzar los “vínculos” comunes hasta llegar a la fusión nuclear. Y es que el discurso preliminar se rompe si no puede invocarse al euskera como la lengua propia de toda Navarra.

Los estrategas nacionalistas, sin duda, han analizado el proceso independentista catalán y han llegado a la conclusión de que el enfrentamiento con el Estado y la reivindicación de la independencia, aquí y ahora, no conduce a nada positivo y menos en unos momentos en los que en el País Vasco se disfruta de un alto nivel de renta y bienestar. Por eso, han escondido el lenguaje separatista y ahora abogan por una nueva relación “con” España mediante una unión “confederal”, lo que implicaría compartir la soberanía nacional.

Otra cosa es que la nueva propuesta no tiene ninguna posibilidad de encaje en la actual Constitución española. Sus autores ya lo han previsto y así, en su letra pequeña, como quien no dice nada, no descartan la insumisión constitucional: La actualización del autogobierno vasco debe atender el principio de legalidad. No obstante, el respeto a la legalidad no debe provocar la vulneración del principio democrático. Un principio que exige dotar de un valor relevante y primario a la decisión de la ciudadanía vasca”.

Se avecina un choque de trenes. Salvo que el nuevo Gobierno central considere que puede prescindirse del principio de legalidad. Estamos en presencia de un nuevo acoso sobre Navarra, más sutil y menos bronco, si los dirigentes bildutarras son capaces de contener el ardor “borrokero” de los jóvenes aberzales y no hay ningún sector de ETA que añore la “lucha armada”.


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