• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Periodista, escritor y comentarista político.

Su magestad el rey Phelipe VI

Por Isaías Lafuente

Cualquier error ortográfico es fatal. Pero según los autores y los contextos, algunos  pueden considerarse catastróficos.

Hace unos días, la delegada territorial de Educación de la Junta de Andalucía en Córdoba presentó con gran trompetería la "Campaña de excolarización" para el curso 2016/2017, sin que nadie se diera cuenta de la equis intrusa que lució ante los periodistas. Y más recientemente, en la inauguración del VII Congreso Internacional de la Lengua Española en San Juan de Puerto Rico, la imagen de la intervención de Felipe VI se rotuló con una errata: 'su Magestad'.

Este tipo de errores no es infrecuente en los medios, crece como la mala hierba en los rótulos de los espacios televisivos y no puede despacharse como divertida anécdota. Las erratas nos hablan de la deficiente formación de los autores en materia de lengua, de la confianza ciega depositada en correctores automáticos que no lo corrigen todo, de las prisas a la hora de realizar el trabajo, del escaso o nulo tiempo dedicado a la revisión de nuestros textos y de la ausencia de mecanismos de control que eviten el error antes de mostrarlo al mundo. Una cadena en la que el fallo tiene autor, sin duda, pero también numerosos cómplices.

Es posible que el autor del desliz quisiera rendir homenaje a García Márquez que hace casi veinte años, en el Congreso de la Lengua Española de Zacatecas, reclamó "jubilar la ortografía" para acabar, entre otras cosas, con "las haches rupestres". Seguía la senda de otros personajes que desde el siglo XVII -Correas, Bello, Sarmiento, Juan Ramón Jiménez- reclamaron seguir el ideal de cualquier lengua: una letra para cada fonema y un fonema asociado a una sola letra. Algunos lo hicieron en épocas en las que nuestra lengua aún dudaba. Y escribía magestad, muger u orthographía, momento en que se podría haber escrito desde la ortodoxia, aún en el siglo XIX, que su magestad el rey Phelipe, acompañado de su muger, había inaugurado tal o cual congreso.

Como la lengua es un organismo vivo y en constante evolución no sabemos si reformas así, o modificaciones sustanciales, se asentarán en un futuro. Pero de momento conviene no dinamitar la ortografía, sobre todo cuando uno tiene la responsabilidad de rotular la imagen de un congreso dedicado a nuestra lengua o ha de presentar una campaña pública de escolarización.


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Su magestad el rey Phelipe VI