• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 18:52

Opinión / Periodista, escritor y comentarista político.

Alimentar a la bestia

Por Isaías Lafuente

La investigación del juez Pedraz sobre Ausbanc y Manos Limpias, que ha acabado con sus máximos responsables en prisión, ha destapado una organización delictiva que se dedicaba a la extorsión.

Vista del edificio La Vela del BBVA en Madrid ID DOMÓTICA
Vista del edificio La Vela del BBVA en Madrid ID DOMÓTICA

A través de ella los encausados, presuntamente, chantajeaban a sus víctimas, mayoritariamente entidades financieras, con la amenaza de emprender querellas o la publicación de informaciones desfavorables si no hacían cuantiosas inversiones publicitarias en sus medios. Una actuación que se extendió en el tiempo y que no tuvo límites en la selección de sus víctimas.

Sólo algunas entidades, como Caja Madrid y el BBVA, se negaron a aceptar este chantaje. En el auto del juez, sin embargo, se documentan también las aportaciones de tres entidades a las que no identifica que llegaron a pagar en conjunto casi cinco millones de euros a Ausbanc al verse salpicados por el caso de las cláusulas suelo.

El caso Ausbanc es de esos escándalos que, cuando estallan, todo el mundo proclama que "lo sabía". Por eso sorprende, salvo honrosas excepciones, el generalizado silencio de los extorsionados en todo este tiempo, el mantenimiento de sus inversiones publicitarias en los medios de los presuntos delincuentes hasta que la trama ha acabado en los tribunales y la actuación de la justicia en el pasado cuando, por ejemplo, el presidente de Credit Services, Javier López, decidió denunciar el chantaje en el que la falsa asociación de consumidores le exigió 300.000 euros a cambio de no hundir su negocio. Fue en 2007. El caso no sólo fue sobreseído sino que el demandante acabó después demandado y condenado por intromisión en el honor del ahora encarcelado Luis Pineda. Quizás nos hemos perdido algo en toda esta oscura historia. Aunque sería peor que las cosas sean como parecen: que los delincuentes hicieran su agosto criminal gracias al silencio cómplice de muchos de los extorsionados. Víctimas poderosas que, sin embargo, decidieron achantarse y alimentar al depredador antes que acabar con él.


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