• viernes, 19 de abril de 2024
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Opinión /

El problema de las placas de víctimas de ETA colocadas por Bildu en Pamplona

Por Iñaki Iriarte

Todavía espero una autocrítica profunda y sincera en el mundo del nacionalismo vasco. Un examen de conciencia honesto y sin concesiones del horror que provocó y de sus fantasías supremacistas.

Placa del Ayuntamiento de Pamplona en memoria de Alfredo Aguirre Belascoain, asesinado por ETA el 30 de mayo de 1985 (05). IÑIGO ALZUGARAY
Placa del Ayuntamiento de Pamplona en memoria de Alfredo Aguirre Belascoain, asesinado por ETA el 30 de mayo de 1985. IÑIGO ALZUGARAY

“En memoria de…/ Gogoan… Víctima de ETA / ETA-ren biktima”. Este es el texto de las discretas placas colocadas recientemente por el Ayuntamiento de Pamplona –en manos, como todo el mundo sabe, de Euskal Herria Bildu- en recuerdo de dos personas asesinadas en la capital de nuestra comunidad por la citada organización terrorista.

Algunas voces han reprochado el hecho de que las placas omitan la palabra “asesinado”: les parece que se intenta así escamotear de la memoria colectiva la circunstancia esencial de que esas personas no murieron víctimas de una enfermedad, o como consecuencia de una imprudencia o un accidente, sino como resultado de un atentado criminal cuidadosamente planeado y fríamente ejecutado. Otras voces, por el contrario, entienden que esta suspicacia hacia el texto de las placas no está justificada.

A su modo de ver, la expresión “víctima de ETA” describiría suficientemente la realidad de que estas personas perdieron la vida a manos de una organización criminal. El que un ayuntamiento gobernado por Bildu haya comenzado a colocar tales placas sería una indudable buena noticia y entrañaría un reconocimiento expreso del daño, cometido por ETA y amparado por la Izquierda Abertzale.

En mi modesta opinión, la diferencia de pareceres no debería enfrentarnos, ni mucho menos provocar un cruce de descalificativos (“¡Intransigentes!, ¡buitres!”, “¡traidores!, ¡complacientes!”). Entiendo perfectamente que, con la mejor voluntad, haya quien considere absurdo (y hasta peligroso) criticar el texto de las placas.

Sin embargo, me inclino más bien hacia quienes lo consideran insuficiente. No porque la palabra víctima me parezca inadecuada en sí misma, sino por eso del “Timeo danaos et dona eferentes” (Temo a los griegos, incluso cuando traen regalos).

Todavía espero una autocrítica profunda y sincera en el mundo del nacionalismo vasco. Un examen de conciencia honesto y sin concesiones del horror que provocó y de las fantasías supremacistas y revolucionarias que le llevaron a actuar como lo hizo –no puntualmente, además, sino a lo largo de décadas y décadas; criando a personas desde la más tierna infancia para que pudieran un día convertirse en profesionales del odio  -.

Por ese motivo, desconfío todavía de los “regalos” de ese mundo. En este caso concreto, sospecho que la jugada será la siguiente: reconocer a los asesinados por ETA como “víctimas”. Y, punto y seguido, colocar idénticas placas con los nombres de “víctimas de la acción de la policía”, “de la política penitenciaria” o “del conflicto político”, aunque se trate de personas que fallecieron portando un arma. Porque, claro, de alguna manera uno puede ser víctima también de un accidente o una imprudencia, incluso aunque no haya una condena judicial de por medio.

¿En qué justifico mi suspicacia? En las infladas listas de “víctimas propias” que la Izquierda Abertzale ha hecho circular desde que tengo uso de memoria y que incluían suicidios, muertos por enfermedad, al explosionar la bomba que portaban, accidentes de tráfico, etc. 

El tiempo dirá si me equivoco. Ojala sea así. Y esa labor de autocrítica dentro del mundo nacionalista a la que antes me refería haya comenzado.          


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