• miércoles, 24 de abril de 2024
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Opinión /

Patrióticos inquisidores

Por Iñaki Iriarte

¿Se lo imaginan? Un grupo de profesores, universitarios y de instituto, de divulgadores, ex políticos, escritores, académicos y hasta algún cantante, protestando airadamente por la emisión de un documental sobre historia antigua y exigiendo que no vuelva a ser emitido.

Koldo y EITB
Koldo y EITB

Pero –se preguntará el lector-, ¿tan malo era el documental? ¿Confundía, por ejemplo, a Alejandro Magno con Julio César? ¿Atribuía a Nabuconodosor la construcción de las pirámides? No, sencillamente, cometía el pecado de afirmar que, de acuerdo a las evidencias arqueológicas disponibles y tras contrastar el parecer de varios expertos en el tema, una lengua no se hablaba en un determinado territorio antes del siglo VI.

Muy probablemente el lector no sabe de qué le estoy hablando. Agradezcáselo a la perfidia de UPN que a día de hoy todavía le impide disfrutar de la variada y excelente programación de ETB –excelencia, dicho sea de paso, que incomprensiblemente no está impidiendo que su audiencia se desmorone, como tampoco lo impiden los más de cien millones de euros al año que los contribuyentes vascos aportan graciosamente para su sostenimiento -. No se preocupe, yo le resumo la cuestión: Euskal Telebista está emitiendo la serie documental “Una historia de Vasconia” (pueden verla en http://www.eitb.eus/es/television/programas/), conducida por el profesor de historia medieval Alberto Santana. El propósito del programa se cifra, según sus propias palabras, en relatar “una historia apasionada, hecha desde el corazón”, desde el amor debido a esa Vasconia. Pero, a la vez, pretende cuestionar algunos de los mitos más difundidos sobre el pasado de los vascos. Acaso para cubrirse las espaldas, lo primero que hace el presentador nada más aparecer en escena es pronunciar una profesión de fe patriótica, algo así como las primeras líneas del Credo: “Euskal Herria es mi tierra madre, un país al que amo apasionadamente”.

La polémica se ha desatado ya desde el primer capítulo, dedicado a los orígenes de los vascos, tema que naturalmente llevaba a centrarse en el lugar común  que más reconforta al ego nacionalista: el misterioso origen del euskara. Este, se nos recuerda, es “el núcleo de la identidad de los vascos, lo que les hace únicos y especiales en el mundo”. Pese a ello, la tesis que se propugna a continuación –oh, anatema- es que, realmente, la lengua vasca no es originaria del País Vasco y ni siquiera de Navarra (que, por supuesto, en el programa es sistemáticamente incluida en Euskal Herria y el País Vasco), sino de Aquitania. ¡De muy lejos de Iparralde, además! ¡De la zona de Foix! Según el documental, la penetración del vascuence habría tenido lugar a partir del siglo VI después de Cristo. Así que en época de los romanos (la de Astérix y Obélix, para que me entiendan los nacionalistas) no se hablaba vasco en el País Vasco y, de hecho, este era un territorio completamente romanizado. ¿Pruebas? La abundantísima toponimia de raíz indoeuropea en dicho territorio, frente a la mucho más escasa y más moderna toponimia vasca, la epigrafía y los importantes hallazgos arqueológicos de las dos últimas décadas. Esto, matiza cautamente Santana, no desmiente el hecho de que, desde entonces, el vascuence se haya convertido en “la lengua más arraigada de esta tierra”.

De poco le han valido al señor Santana tan patrióticas puntualizaciones. Un curtido grupo de eminencias de la “cultura vasca” –entre ellos Pako Aristi, Gontzal Mendibil, Patxi Zabaleta, Mikel Sorauren, Jose María Esparza e Iñaki Sagredo, muchos de ellos habituales conferenciantes en las casas de cultura de las cuatro provincias- han dirigido una furiosa carta a la prensa abertzale denunciando la intolerable herejía. La hipótesis, dicen, ni siquiera es nueva:  “[…] surgió en 1925 de la mano del arqueólogo Gómez Moreno, y se hizo célebre con Claudio Sánchez Albornoz” (En realidad, no. Ambos creían que el vascuence se había expandido desde Navarra a Aquitania y Vascongadas, no, como se dice en el documental, desde Aquitania a Navarra y Vascongadas).  “Creemos que el objetivo oculto de esa interpretación era debilitar la autoestima de nuestra población” (Claro, claro. Todo el mundo sabe lo bajos que andamos de autoestima los vascos. ¡Decirnos que nuestra lengua viene “de fuera”! ¡Qué valor!). Y como gran argumento citan una ristra de historiadores (algunos de ellos, en rigor, campechanos historietadores) y lingüistas, “del país” y de fuera de él, contrarios a la teoría de la vasconización tardía: Campión, Estornés, Jimeno Jurío, Menéndez Pidal, Caro Baroja, Mitxelena… y varios de los propios firmantes de la carta. En efecto, “magistri dicum”, los maestros han hablado. 

El párrafo final es, sin duda, el más divertido e inquietante del escrito (me he permitido destacar en negrita las partes más llamativas, pero como verán no desvirtúo nada): “Los firmantes de este texto queremos elevar nuestra protesta a EITB, en la medida de que es un ente público, porque pensamos que no puede pagar hipótesis contrarias a casi todos nuestros historiadores y lingüistas, con más razón las contrarias a nuestro pueblo. Para terminar, reclamamos a las instituciones públicas y privadas así como las personas responsables de defender la lengua, cultura e historia de nuestro país que se posicionen ante esta producción, mientras que a la EITB pedimos que no vuelva a emitir al menos el primer capítulo de la serie documental.”

No se froten los ojos, de verdad que pone eso. Los firmantes demandan sin pudor que se censure una serie, no porque, por poner el caso, se hayan defendido ideas contrarias a la convivencia, sino simplemente por lanzar teorías contrarias a “nuestros historiadores y lingüistas” (sí, los “nuestros”) y, lo que es lo mismo para ellos, “a nuestro pueblo”. Al parecer, creen que las hipótesis se falsean midiendo su patriotismo. Pobres vascos, a los que nos tienen que proteger del error. Y aún hablarán de la pasada “censura” en los libros de texto. Aviados vamos si estos inquisidores llegan a controlar las universidades vascas. Podrían reclamar sin rubor que no se pagara a aquellos docentes que enseñan ideas que puedan afectar a la “autoestima de la población”.  


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