• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión /

Ernai, Sortu: sé lo que hicisteis el último verano

Por Iñaki Iriarte

A principios de mes, miembros de Ernai –las juventudes de Sortu, el principal grupo de EH Bildu-  se entretuvieron pintarrajeando la Agencia Vasca de Turismo en Bilbao.

Varios grupos de personas tomando el sol en la playa de La Concha, en San Sebastián. EFE
Varios grupos de personas tomando el sol en la playa de La Concha, en San Sebastián. EFE

Sin duda, les habría gustado pintar la Agencia Española, ¡pero como el nacionalismo español es muy retorcido y las competencias están transferidas, los pobres, no tuvieron la posibilidad! No ha sido el último ataque. El pasado jueves 10 por la tarde interrumpieron el tráfico en San Sebastián, interceptaron el trenecillo turístico (al parecer, debieron confundirlo con el TAV), lo llenaron de carteles y, para darle más colorido al asunto (no para amedrentar, claro, porque eso no va con ellos) encendieron unas bengalas, ante el estupor de los turistas. Supongo que, como los dicharacheros chicos y chicas del matriarkado vasco están acostumbrados a quemar directamente autobuses y trenes, esta acción les habrá parecido exquisitamente pacífica y propia de Gandhi.

Probablemente, lo único que les habrá dado rabia es hacer un poco de copionicas e imitamonas de sus primos catalanes de Arran. Bien es cierto que a simple vista cuesta tanto distinguir a estos últimos de la clientela de una Herriko Taberna, que, de no ser por el acento, muy bien podría pensarse en la repoblación de los Pirineos navarros con jóvenes independentistas de la Cerdanya y el Berguerá. Ese parecido, por cierto, se repite con las juventudes independentistas gallegas, asturianas, andaluzas, aragonesas, castellanas, etc., y es algo que no deja llamar la atención. ¿No sería más coherente con su rechazo al uniformismo centralista español y a la globalización que cada uno vistiera a diario con los trajes típicos de su región? Admito que estos suelen ser muy sexistas y heteropatriarcales –los chicos nunca visten faldas y cosas así-, pero, por lo menos, ayudaría a distinguir a un independentista de otro (un serio problema en las zonas de contacto: en Fraga, por ejemplo, uno no sabe si se ha cruzado con un catalanista o con un aragonesista).

Pero volvamos a Ernai. Para el día 17 este grupo abertzale había convocado manifestaciones para protestar contra el “modelo turístico”. Sortu le mostró su apoyo acudiendo a los actos. Como vivo en Pamplona, sé que resulta un poco incómodo recibir de golpe a decenas de miles de visitantes para divertirse, desbarrar y dejarlo todo bastante perdido –como pasa en Sanfermines o, seamos sinceros, también cuando nos toca un Aberri Eguna, un Nafarroa Oinez o un final de la Korrika-. Soy también un tanto misántropo y encontrarme con riadas de turistas en los Alpes suizos o en Jerusalén me ha puesto siempre de muy mal humor… Pero era evidente que yo también me encontraba allí como un turista y que, posiblemente, mi presencia podía hacerse asimismo incomoda a los otros viajeros y a los propios residentes (que, acaso, estaban deseando tener una semana libre para venirse de turismo a España). Paradojas de la vida...

Otra paradoja tiene que ver con Ernai, Sortu y su rechazo al turismo de masas. Desde niño, si algo he encontrado en Cantabria, la Rioja, Huesca, la Costa del Sol, Escocia, Palestina, etc., ha sido vascos. Fuera a donde fuera, allí estaban, campechanos, despreocupados, como en el salón de su casa, preguntando por el precio de unas alfombras o disfrutando del menú de algún restaurante… Me pregunto ahora si el “Tourist go home” se aplica sólo a los de fuera o si los vascos van a tener que aplicárselo también a sí mismos. ¿Afearán acaso los de Ernai y Sortu a sus compatriotas, a la vuelta de vacaciones, haber invadido Laredo, Jaca o Ezcaray? ¿Acaso ellos mismos, alguna vez -el último verano, sin ir más lejos- no habrán cometido el horrible pecado de cruzar las fronteras del terruño? Tengo dudas también de, si acuerdo a su inteligente criterio, “los de casa” sí tenemos derecho a potear en Donostia, aunque entre navarros y los de Bayona colapsemos Fermín Calbetón -e inflemos los precios de unos pinchos que, bah, comparados con los de Pamplona, no son ya para tanto-. ¿Podemos, en definitiva, los “vascos” circular a nuestro antojo por las siete provincias o la muchachada abertzale pondría severos controles a las entradas de Zarautz, Ondarroa, etc., para asegurarse de que los lugareños puedan chiquitear sin agobios? Si sí podemos ir a donde nos plaza por el mero hecho de ser de aquí, ¿qué sucede, entonces, que el problema son los visitantes… extranjeros? Según parece, estos pueden venir a España a buscar trabajo sin ninguna limitación de número, pero, en cambio, no pueden venir al País Vasco a crear trabajo con sus compras y consumos. ¿No será en el fondo porque la idea de servir “al de fuera” lastima el orgullo de quien sigue sintiéndose miembro de un pueblo superior, de una nación de nobles…? ¿No entrevén a los maeses Sabino y Larramendi asomando la patita por ahí? Y en caso de que se decida que también a los nativos ha de limitársenos la entrada a determinados lugares, ¿no resulta extraño que entre tantos derechos que nuestros salvapatrias nos ofrecen, no esté este, tan básico, que en cambio sí nos reconoce la opresora Constitución española?

Todo esto podría hacernos sonreír de no ser por dos circunstancias. La primera, las juventudes abertzales cuentan a sus espaldas con una larga tradición de agresiones, insultos, acoso y violencia. No deberíamos subestimar su capacidad para boicotear la industria turística. Y la segunda, EH Bildu representa, después de Geroa, el principal apoyo parlamentario del actual Gobierno de Navarra. ¿Van a demandarle este y las demás fuerzas firmantes del Acuerdo programático, no sólo que rechace la campaña antiturística de Ernai, sino también que les ponga los puntos sobre las íes e impida sus desmanes? De lo contrario, se daría la paradoja de que mientras nuestro gobierno fomenta el turismo a Navarra, una de las fuerzas que lo sostiene, directamente, lo boicotea.     


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