• jueves, 25 de abril de 2024
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Opinión /

Comunismo chupi en el Parlamento de Navarra

Por Iñaki Iriarte

 Lo que no se puede omitir en una exposición, mínimamente honesta, sobre los 100 años de comunismo, es toda referencia a esas consecuencias y actos nefastos. 

Exposición "Hombres y mujeres de puño en alto. 100 años de comunismo en Navarra" en el Parlamento foral. IÑIGO ALZUGARAY

Esta semana el Parlamento de Navarra acoge una exposición de la Fundación de Investigaciones Marxistas para conmemorar el centenario de la creación del Partido Comunista en España y Navarra. El propio PCE es el promotor de dicha fundación, así que tampoco cabía hacerse muchas ilusiones sobre la objetividad del material expuesto. Sin embargo, incluso teniendo en cuenta dicha circunstancia, el contenido de la exposición y del libreto que la presenta causan tal sonrojo que - permítanme la broma- inevitablemente hacen que el visitante salga a tono con la bandera del PCE

Valga como muestra la definición de comunista que ofrece la contraportada del libreto: “Dícese de aquel que defiende la libertad y la dignidad del hombre por encima de cualquier interés, y en cada momento, es decir aquí y ahora. Los comunistas luchan por el desarrollo completo del hombre y de la mujer en sí mismos. Los comunistas tratan de conseguir una sociedad en la que la esclavitud de las necesidades materiales y la explotación de unos hombres por otros hombres sea sustituida por una libertad que potencie el desarrollo creador de la humanidad”. En definitiva, el comunismo es de buena gente. Los demás debemos defender la esclavitud y la explotación

Isabel Burbano, secretaria política del PCE-EPK en Navarra, enriquece esta descripción seráfica con esta emocionada glosa las actividades de los comunistas navarros: “Su defensa por [sic] la libertad, por la democracia, por los derechos sociales y laborales, está fuera de toda duda. Y ahora que, de nuevo, las hordas fascistas tratan de enterrar sus logros bajo paladas de odio y mentiras, nos sentimos orgullosos de poder reunir y reivindicar en esta exposición a todos estos hombres y mujeres de puños en alto”. 

La historia del comunismo, es cierto, está llena de idealistas con las mejores intenciones. Idealistas convencidos de que estaban empedrando el camino hacia un futuro mejor y dispuestos a sacrificar todo para avanzar en él. Pero, a poco que se piense en ello, se comprenderá que ni más ni menos de lo que ha ocurrido y ocurrirá siempre en todos los movimientos políticos, incluyendo los más perversos. El amor, por lo menos en política, está a menudo indisolublemente unido al odio hacia aquellos que se reputa como enemigos de aquello que se ama. La nación, la humanidad, la religión, la justicia o lo que quieran. De ahí, precisamente, que las intenciones no constituyan un buen indicio para evaluar casi nada en este mundo (no digo yo en el mundo por venir). Créanme, también quien hace el mal actúa con la mejor intención. Por eso, es más seguro juzgar una ideología, un movimiento político o a una persona por sus actos y consecuencia que por sus intenciones. 

El comunismo, me temo, ha cometido actos y tenido consecuencias bastante nefastos. Podrá haber sido cuestión de mala suerte o de haber caído en malas manos. O podrá haber sido, como yo creo, resultado directo de sus planteamientos teóricos -buenos por fuera, perversos por dentro-. Lo que ustedes quieran. Pero lo que no se puede omitir en una exposición, mínimamente honesta, sobre los 100 años de comunismo, toda referencia a esas consecuencias y actos nefastos. No estamos hablando, al fin y al cabo de pecata minuta. Decenas de millones de muertos, dictaduras, gulags, campos de reeducación, hambrunas, miseria, corrupción, purgas internas, terrorismo, represión, guerras, exterminios, limpiezas étnicas. Ni la exposición, ni el libreto hacen una sola mención a todas estas fruslerías.

 Acaso, para el PCE-EPK se trate de esas “paladas de odio y mentiras” con las que “las hordas fascistas” intentan enterrar los logros del comunismo. Todo debe de ser, sí, una burda invención del fascismo, de la burguesía, del neoliberalismo, de los enemigos de la humanidad. El comunismo es libertad, el comunismo es progreso, el comunismo es amor, lo sabe todo el mundo. Por eso, como todo el mundo también sabe, la gente huye de las democracias liberales para encontrar un refugio proletario en las, ejem, democracias, ejem, populares. 

Para terminar es de justicia, no obstante, reconocerle al PCE algunas cosas. Entre ellas, que comenzara a hablar, no de venganza, sino de “reconciliación nacional” ya a mediados de los cincuenta; que en favor de esa reconciliación pidiera el sí a la constitución del 78, que aceptara la rojigualda y la monarquía, y que rechazara con determinación a ETA.  Eso y los muchos fusilados y encarcelados tras 1936, me merecen el mayor respeto. 


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