• jueves, 28 de marzo de 2024
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Blog / El visillo parlamentario

El enigma de las ‘Cuentas Abiertas’ del Gobierno de Navarra

Por Guzmán Garmendia

A mediados de 2016 Navarra fue víctima de una de las populares ‘Leyes croqueta’, o lo que es lo mismo, un texto legal que va dando vueltas de parlamento en parlamento mientras se va embadurnando, o no, de cebadora harina.

Un candado simula la dificultad para acceder a datos de un disco CD
Un candado simula la dificultad para acceder a datos de un disco CD

Por aquel entonces, los ‘asaltantes del empíreo’, se dedicaron a pasear por los diferentes legislativos la ‘Ley de Cuentas Abiertas’, que en nuestra comunidad fue aprobada bajo el título de ‘Ley Foral 16/2016 de 11 de noviembre de Cuentas Abiertas’, con el consiguiente gozo de los que suponían que era ‘un primer paso en la diafanidad de la actividad pública’, según palabras de las siempre dispuestas cuerdas vocales de los salvadores de la democracia.

Pasada la resaca, y puesta en práctica tan imprescindible ley, aparecen recientemente en el portal de Datos Abiertos del Gobierno de Navarra los números de 23 entidades, incluyendo todas las empresas públicas, cuatro fundaciones y la propia Administración Foral de Navarra -bajo las siglas CFNA-.

Un alarde de apertura y de transparencia que ha pasado desapercibido, inexplicablemente, por parte de todos, aunque bien es cierto que no es fácil encontrar este tesoro, como bien advirtió Transparencia Internacional, y es que lo de facilitar el acceso a la información no es precisamente el fuerte del ejecutivo Uxue, ya que, en realidad, en materia de nitidez gubernativa no tenemos un pase –eso dijeron-, de ahí nuestro meritoria posición en puestos de descenso directo respecto al resto de comunidades.

El partido de marca blanca –en sus orígenes violáceo-, junto a su mentor original de corte excluyente, anunciaron al unísono que a partir de ahora se podrían consultar las cuentas bancarias ‘en los mismos términos que cualquier particular examina sus propias cuentas’, es decir, que sería igual que si nos ponemos al día de nuestras precarias economías domésticas a través de los espacios digitales bancarios o por medio de la antigua, pero vigente, actualización de la libreta, un acto cotidiano en la agenda de todos y cada uno de los ciudadanos de la Comunidad Foral.

Sin embargo, y repasando ese joya documental con la información de los 23 estados contables, encontramos que cualquier parecido con la humilde cartilla del común de los mortales es pura coincidencia, atestiguando que en las dos tablas disponibles –una de saldos y otra de movimientos- los ‘varios’, ‘giros’, ‘abonarés’, ‘talones’ y ‘tarjetas’ pueblan los apuntes, sin aderezo alguno, cuando creíamos, pobres de nosotros, que iba a venir ‘pago de la luz’, ‘gasto en teléfono’, ‘abono fontanero’, ‘gas ciudad’, ‘gasolina’ y, por supuesto, el nombre o nombres de los beneficiarios o deudores, así como en qué ha volado el crédito de la tarjeta, vamos, como en cualquier doloroso listado de gastos e ingresos de una economía doméstica tipo. Pues nada de eso, tan solo datos crudos, letras, incógnitas y códigos que harían las delicias de la vieja Enigma.

Un entramado de número inmanejables, de los que solo se puede deducir que en diciembre de 2017 había un saldo positivo de más de 733 millones, sirve para poco más que para dejar volar la imaginación en lo que se pudiera hacer por Navarra con esa caja que yace sin trabajar retorno social alguno, demostrando que legislar no sirve para nada si no se acompaña de voluntad política, de alma de transparencia y de intencionalidad aperturista, una galaxia muy lejana para el Gobierno de Navarra, que, además, está trabajando ostensiblemente –como acostumbra- en dos textos legales de relevancia en el ámbito de la buena gestión: la renovada Ley de Transparencia y el invento último de la Ley de Participación, dos códigos que acabarán, otra vez, en el limbo de la nula intencionalidad translúcida del ejecutivo foral.

La opacidad es grave, pero más grave es la falsa apariencia. Tratar de tapar con campañas publicitarias, planes de buenas intenciones o declaraciones más o menos rimbombantes la escasa intención situar al ciudadano en el centro de la acción, termina por erosionar la ya mal trecha imagen de la política. Utilizar el Parlamento Foral -espacio en el que reside la soberanía popular navarra- para legislar cuestiones vacías que se visten como imprescindibles para la sociedad, terminará por alejar definitivamente a la gente del lugar que nunca debieron abandonar: la credibilidad.

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