• viernes, 29 de marzo de 2024
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Opinión / Periodista. Director de Comunicación y Marketing del Consejo General de la Abogacía Española.

La hora de los políticos y de los "rufianes"

Por Francisco Muro de Iscar

Galbraith decía que "la política es el arte de elegir entre lo desastroso y lo insípido". Después de desperdiciar diez meses, no por necesidad sino por la soberbia de alguno y la intención de distorsionar el voto popular de otros, ya tenemos Gobierno.

En las dos votaciones anteriores, la ciudadanía no apostó, como algunos nos venden, por el cambio, sino que mantuvo su confianza -dos tercios de los votantes- en los partidos que hasta ahora han dirigido la mayor etapa de paz de toda la historia de España, aunque sin dar a ninguno el poder suficiente para dirigir el país.

Y no dieron ni un veinte por ciento de los escaños a ninguno de los partidos "del cambio".

Y ello a pesar de que ni PP ni PSOE han hecho mucho por merecer la confianza de los ciudadanos. Si alguien de fuera mirara los resultados de ambas votaciones, diría que lo que los españoles deseaban era un Gobierno de concentración que sentara las bases de la modernización y el crecimiento de España, que buscara soluciones pactadas a asuntos de fondo -empleo, pensiones, fiscalidad, educación, territorialidad, justicia...- y que, logrado ese objetivo, volviera abierta la lucha política.

Después de diez meses hemos llegado a algo parecido, pero con mucho desgaste, muchos problemas y apenas ninguna de las ventajas del acuerdo.

En cualquier caso, ésta es la hora de los políticos, de los grandes políticos. Los que han ganado y formarán Gobierno, tendrán que demostrar que lo merecen y ser capaces de buscar acuerdos y entendimiento.

Ciudadanos y, sobre todo, el PSOE deberán ser capaces de exigir sin imponer, de negociar sin maximalismos, de apretar sin ahogar. Este no es un Gobierno aislado, forma parte de Europa y del proyecto europeo. No hay vida fuera.. Y ellos saben, además, que Rajoy tiene la llave de convocar elecciones en el momento más propicio. Hay que exigir lealtad a los tres por encima de cualquier otra cuestión. Lealtad, sobre todo, con los ciudadanos.

La ausencia de los mejores, lo decía ya Ortega hace cien años, ha impedido que España sea una nación grande. Ahora nos conformaríamos con ser una nación que progresa, que crece, que se moderniza, que lucha contra la desigualdad creciente y que no deja a nadie en la estacada. Hay cuestiones urgentes que resolver. Que se pongan a ello con urgencia y con acuerdos.

En el otro lado están los que se atribuyen en exclusiva la voz de la calle desde ideas que también son de hace cien años. Vieja, vieja política con ropaje nuevo. En algunos momentos del debate de investidura demostraron lo que son.

A las puertas del Congreso volvieron a hacerlo con insultos y ataques a diputados que no piensan como ellos. Unos miles de personas manifestándose fuera del Congreso, movidos por algún partido que se sienta en el Parlamento, pretendieron negar legitimidad a la decisión de los representantes legítimos del pueblo.

Un tal Rufián, de ERC, con tanta capacidad de provocación como desprecio ignorante por quienes han dejado su vida luchando, primero por la libertad y la democracia, en las que él ha crecido, y luego contra el el terrorismo, dejó un regusto amargo en el Parlamento. También va a ser la hora de los "rufianes" y de la calle manejada por algunos. Hay que elegir lo que queremos para el presente y el futuro. Y defenderlo frente al odio y el rencor.


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La hora de los políticos y de los "rufianes"