• sábado, 20 de abril de 2024
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Opinión / Periodista. Director de Comunicación y Marketing del Consejo General de la Abogacía Española.

Europa pierde la vergüenza

Por Francisco Muro de Iscar

Los refugiados llevan meses y meses llegando a Europa. Silenciosa y lentamente al principio. Luego por decenas de miles.

En su mayoría huyen de un país, Siria, donde Occidente está dispuesto a volver a negociar con El Asad, el terrible dictador causante, a medias con el Daesh, de centenares de miles de muertos y del exilio de millones de ciudadanos que antes vivían en un país que era ejemplo de convivencia y de encuentro de culturas. Europa y Estados Unidos, también Rusia, son responsables de esta tragedia y, sobre todo, de no querer poner punto final a uno de los peores dramas del siglo XXI. Y lo que es peor, casi todos creen que reforzar el poder de El Asad es "la única solución" para este drama.

Desde mayo, cuando la Comisión Europea hizo la primera propuesta de redistribuir a 60.000 refugiados -los controlados hasta esa fecha- ha habido dos Consejos de jefes de Estado y una cumbre informal. Los ministros de Interior se han reunidos siete veces. (Cuando la crisis griega, el Eurogrupo se reunió 19 veces para buscar una solución). Todo lo que han conseguido ha sido distribuir a 86 refugiados. Los demás, cerca de 200.000, siguen esperando en campamentos de emergencia en diversos países europeos, sufriendo ya los rigores del invierno. En algunos casos, la policía escolta su marcha, en medio del frío y la lluvia, a no se sabe dónde, porque nadie los quiere. La ruta oriental de los Balcanes está siendo la ruta de la vergüenza de Europa. No sólo porque algunos países estén demostrando su insolidaridad, sino porque el Gobierno de Europa no es capaz de obligar a estos países a que acojan a los refugiados, y tampoco lo es de gestionar el problema con eficacia y con respeto de los derechos de estas personas. Parece empeñada simplemente en contener a los refugiados en los lugares de entrada y en no hacer lo que debe.

Mientras tanto, en Siria, como en Irak, miles de personas siguen sufriendo una terrible situación. En Irak, los cristianos han sido expulsados por el Daesh y han perdido toda esperanza de volver a sus hogares. En cinco años, no habrá cristianos en Irak. En Siria, los misiles siguen cayendo en zonas civiles, hay grave carencia de alimentos, los niños mueren de hambre o son reclutados como soldados, las mujeres son violadas y luego convertidas en esclavas sexuales, los hombres asesinados, los cristianos perseguidos y obligados a renegar de su fe... Y, todavía, algunos se preguntan por qué huyen los sirios de su país, por qué abandonan todo lo que tenían, por qué se arriesgan al frío y el maltrato de quienes deberían darles refugio y asilo.    

¿Centenares de miles de muertos, un país destrozado, millones de personas en el exilio o desplazados en su propia nación para que El Asad siga siendo el dueño de la situación? Lamentablemente, cuanto más se tarde en buscar una mesa de negociación, peor será la situación de las personas que viven en Siria y de los que han tenido que huir. Los muertos ya no sufren, aunque todos ellos pesen sobre las conciencias de los líderes del mundo. Y sobre las nuestras.


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