• jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 13:32

Opinión / Periodista. Director de Comunicación y Marketing del Consejo General de la Abogacía Española.

El esmoquin y el falso plebeyismo

Por Francisco Muro de Iscar

Otra vez se la volvió a liar Pablo Iglesias a Pedro Sánchez. Y en los Goya. 

El candidato a presidente no sólo no llevó esmoquin --como marca el protocolo de los premios--, sino que se quitó la corbata, seguramente de forma intencionada pensando que así daba una imagen más progresista y cercana a los artistas --ellos todos de esmoquin, ellas todas con trajes de alta costura--. Además, Sánchez "igualaba" la batalla con Iglesias, siempre sin corbata, a veces en vaqueros, incluso en sus visitas al Rey en la Zarzuela o en el Congreso de los Diputados. En sus reuniones para tratar de formar gobierno, Pedro Sánchez recibió a los distintos líderes --bueno, a Rajoy todavía no-- con chaqueta y corbata. Cuando llegó la hora de encontrarse con Pablo Iglesias, Sánchez se quitó la corbata...

Pero Pablo Iglesias le sorprendió otra vez. Lo suyo es el marketing controlado, el espectáculo premeditado, buscando desconcertar al adversario y ocupar las portadas de los periódicos o las cabeceras de los telediarios. Cambiar el paso a todos los políticos y, especialmente, a Pedro Sánchez, su principal rival, antes que su imprescindible aliado. Lo hizo cuando fue a ver al Rey por primera vez, poniéndole sobre la mesa una oferta de gobierno con reparto de carteras; lo volvió a hacer antes de que el Rey le encargara a Sánchez formar gobierno, filtrando una lista completa de gobierno que incluía ¡a los ministros del PSOE y sus respectivas carteras! Y lo volvió a hacer este sábado yendo de esmoquin a la gala de los Goya. Aunque fuera con una chaqueta dos tallas más de lo que le corresponde. Pero no le faltaba ni la pajarita. Y Pedro Sánchez con camisa y sin corbata.

Dicen que la política de los gestos --que Iglesias maneja como un maestro-- es la antesala de la política de los hechos. O la constatación de lo que uno, de verdad, piensa. Por eso, no sólo dejó en evidencia a Pedro Sánchez. También lo hizo con el Rey, con las normas del Protocolo del Estado, con el Palacio de la Zarzuela, con el Congreso de los Diputados y su presidente y con la propia democracia. Antonio Resines había dicho el día anterior que si Pablo Iglesias iba a la ceremonia sin esmoquin, "tendremos un problema". Lo llevó. Tal vez porque sus principios le hacen respetar más las normas de cortesía del cine que las de la democracia. Tal vez porque la Academia del Cine se respeta a sí misma, o se hace respetar, más que el Palacio de la Zarzuela o el Congreso de los Diputados.

Decía Ortega hace mucho tiempo que en España "hemos llegado al imperio indiviso de la descortesía. Nuestra raza valetudinaria se siente halagada cuando alguien le invita a adoptar una postura plebeya... El plebeyismo, triunfante en todo el mundo, tiraniza en España. Y como toda tiranía es insuficiente, conviene que vayamos preparando la revolución contra el plebeyismo, el más insufrible de los tiranos". Yo respeto mucho a los que tienen principios y viven conforme a ellos. Y me producen un enorme rechazo, de igual forma, quienes, siguiendo a Marx --a Groucho, no a Karl-- los cambian según convenga, y se ponen el esmoquin para ir a los Goya, pero van en mangas de camisa a ver al Rey o al Congreso de los Diputados.


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