• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

Rajoy, Feijóo y otras cosas del PP

Por Fernando Jauregui

Comparto en Vigo unos momentos informativos con el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.

En Galicia se cruzan las apuestas acerca de si anunciará, en las próximas horas y ante la directiva gallega del Partido Popular, si se presenta a la reelección en las autonómicas de octubre o no. Mi apuesta, arriesgada, es que cederá a las presiones -Galicia es un bastión demasiado importante para el PP- y, acaso contrariando sus deseos, seguirá en la pelea: las encuestas le dicen que ganará, pero no por mayoría absoluta; necesitará el exiguo apoyo que Ciudadanos le pueda dar en esta Comunidad para frenar el empuje previsible de las Mareas, que quedará en segundo lugar, y los socialistas, que se aliarán con las formaciones a su izquierda para desbancar, también aquí, a los 'populares'. Puede que algún lector piense que este es un tema demasiado localista, pero no: lo que ocurra este sábado en Galicia tiene una importancia decisiva, decisiva, para el futuro del partido que sigue gobernando en España, aunque sea en funciones.

Vaya por delante que pienso que el PP es, a escala nacional -y, por supuesto, gallega--, el partido que aún mantiene una mayor disciplina y cohesión interna de todo el arco político español, lo cual puede que no sea mucho decir. Y ello, pese a las informaciones, que difícilmente pueden desmentirse, que señalan que el inmovilismo exasperante que a veces muestra Rajoy, la relativa -solo relativa, es la verdad- pasividad ante la corrupción, la mala gestión de casos como el de Rita Barberá, que ha soliviando a los jóvenes vicesecretarios, están tensionando, para mal, el partido. Un partido que, ante los micrófonos de los periodistas, niega que su presidente, Mariano Rajoy, haya cometido error alguno, aunque, en privado, no sean pocos los que te digan que no presentarse a la investidura, no haber adelantado las elecciones generales y cierto aire refractario a los cambios que se adivina en el discurso del líder, son factores que pueden precipitar la catástrofe.

A Rajoy, que ha sido un gobernante estimable en muchos aspectos, le han faltado estatura de estadista y reflejos ante situaciones tan inesperadas como las que estamos viviendo en esta parálisis política generalizada. Le comen el terreno gentes que han obtenido mucho peores resultados electorales que él, porque él se aparta de todo populismo, de todo oportunismo y de toda componenda -lo cual no tiene por qué ser un elogio en política- como de la peste. Por eso el PP está tan solo, por eso hay quienes, muy en voz baja, reclaman un relevo en las alturas, que es algo a lo que Rajoy, lo ha dicho por activa y por pasiva, no está dispuesto.

Mala cosa, porque, manteniendo unas tensas relaciones con el Rey, con otras fuerzas políticas, con no pocos comunicadores, con sectores del alto empresariado, para no citar ya a su predecesor Aznar, Rajoy debería ceder el paso, con grandeza y sentido de la oportunidad, a otra figura en el PP con mayor capacidad de diálogo con Ciudadanos y, por qué no, también con el PSOE; puede que, si no adelanta la jugada y propicia que el PP abandere la era de los cambios, comenzando por su propio rostro, el merecido homenaje de la Historia se le torne en un gran reproche generalizado, por taponar una coyuntura que se va haciendo crecientemente indeseable.

Y es ahí donde entra Alberto Núñez Feijóo. Está a punto de cumplir siete años al frente de la Xunta, innumerables veces se ha especulado con su 'marcha' a Madrid, a desempeñar quién sabe qué puesto -él quiso, me parece, ser vicepresidente, pero Rajoy le cerró ese paso--, siempre fue considerado uno de los posibles 'delfines' de su paisano Rajoy -junto a otros varios nombres, es la verdad- y, desde luego, es un referente de buena gestión política, pese a sus variados errores durante su mandato. Si se va a la vida privada, como creen algunos, será una catástrofe más para un PP que comienza a dar muestras de desconcierto. Si se queda, se presenta a la reelección y gana, a pesar de todo, en las autonómicas de octubre, la derecha, o el centro-derecha, si usted quiere, tendrá un futuro, inminente, líder en España. Son varios condicionantes, lo sé, pero todo cuenta en estas horas en las que los españoles, con cada día mayor escepticismo y alejamiento respecto de su clase política, se interrogan por su futuro. Nada menos que por su futuro.


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