• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

Papeles (mojados) que son espadas

Por Fernando Jauregui

Vaya por Dios: tanto tiempo insistiendo en que las negociaciones debían ser con papeles y programas, y no sobre personas y sillones,

y ahora que llegan los dichosos papeles, resulta que se convierten más en arma arrojadiza, en problema, que en solución. Papeles mojados, que sirven para que Rajoy advierta de que en el de Sánchez no hay nada sobre cómo arreglar lo de Cataluña, y los socialistas digan que la papela de Rajoy es un conjunto de generalidades que ni siquiera contempla las reformas más básicas, como la constitucional o la electoral. Y lo peor es que ambos tienen razón: se han tirado a la cara unos programas para que nadie diga que no hay proyectos concretos de futuro y lo que evidencian es precisamente eso, la carencia de propósitos tangibles, mensurables, cuantificables, que nos indiquen cómo piensan gobernarnos; les importa mucho más el quién (va a gobernarnos, digo) que el cómo. Y entonces, como era de esperar, el desencuentro.

Cierto que poco ayuda a un clima de concordia (que, para colmo, no se busca) el estallido de la tormenta perfecta bajo la que nos encontramos, y encima sin paraguas: los casos de corrupción saltan sobre el cuerpo exangüe del PP como liebres incontroladas, debilitando tanto la posición negociadora de Rajoy que de Rajoy ya casi ni rastro queda, por mucho que la envidiable disciplina interna en el PP, que sigue siendo un gran partido, haga lo imposible para que la palidez cadavérica no se note demasiado. Más datos para la tormenta: uno de los investigados en la 'operación Púnica' resulta ser amigo del Rey, cuya hermana se encuentra en pleno y apasionante juicio oral por el 'caso Noós', en un momento en el que algunas voces políticas quieren desgastar al jefe del Estado -sin duda, el mejor en la Historia de España, hasta ahora- porque, en cumplimiento de sus obligaciones constitucionales, encargó a Pedro Sánchez intentar la formación de un Gobierno, una vez que Rajoy cometió el error de declinar hacerlo en primera instancia.

En medio de esta 'tormenta perfecta', que afecta a los partidos y a las instituciones, van y se (des)encuentran el jefe del Gobierno (en funciones) y el líder de la oposición (en funciones).

Precisamente un 12 de febrero, cuando los viejos del lugar recordamos el 'espíritu' que animó esta fecha, pero en 1974, cuando el último presidente del Gobierno de Franco lanzó a los aires un programa reformista que intentaba perpetuarle a él al frente de un Régimen que se moría a chorros con el dictador.  Salvando todas las distancias -porque Rajoy es un demócrata y Arias Navarro era todo lo contrario, y Rajoy es persona estimable y el 'carnicerito de Málaga' no--, me temo que la situación es similar: cuanto más insista Rajoy en permanecer, más daño hará a una recuperación global, casi a una refundación, de un PP que, paradojas de la vida, ganó las elecciones del 20 de diciembre y perdió todo lo demás.

Insistir en presentar papeles (programas) algo desvaídos para contrarrestar los papeles (programas) algo menos desvaídos y más sólidos, pero demasiado genéricos, que aporta la oposición, puede ser tarea obligada, pero de nada va a valer si no va acompañada de gestos dramáticos, teatrales en un sentido positivo. Rajoy tiene que ceder el paso a otra persona en el PP, y en el PP, donde no lo dicen, lo saben. Como lo sabía el entorno de Arias Navarro: el cambio saldrá bien o mal, pero es inevitable. El PP tendrá ochocientos mil militantes, una sólida implantación territorial y siete millones y pico de votos, pero es ahora un gigante con los pies de barro que necesita una regeneración como la copa de un pino.

Incluso ya es tarde para lo sustancial, que debería haber sido que Pedro Sánchez hubiese negociado un acuerdo 'de gran coalición' con el PP, pero con un 'nuevo' PP, resurgido de las cenizas de este. Como decía un diario digital este viernes, la Guardia Civil, desmontando unas cuantas tramas corruptas, ha acabado en tres semanas con las posibilidades de que Rajoy se mantenga, con pactos o mediante unas nuevas elecciones, al frente del Gobierno. Así que algo nuevo habrá que hacer, algo más que un intercambio educado de papeles empapados, tanto en el PP como, faltaría más, en el PSOE.


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Papeles (mojados) que son espadas