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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

No como 2016, pero 2017 aburrido no va a ser, no

Por Fernando Jauregui

Cuando, este viernes, Mariano Rajoy, con su estilo pausado hasta rozar lo soporífero, cierre el curso político con la habitual rueda de prensa de fin de año, tendrá motivos para sentirse satisfecho: ahí sigue, en La Moncloa, con el cadáver de su principal enemigo pasando ante su puerta, con sus otros rivales a la gresca y con el aliado-pero-no-amigo como difuminado en las neblinas de los meandros políticos españoles.

Seguramente no esconderá su satisfacción, pese a todo, con un 2016 que, para él, no ha acabado tan mal. Y también con certeza casi absoluta me arriesgo a decir que no será muy prolífico en sus predicciones sobre el 2017 que llama a la puerta lleno de presagios no sé si demasiado buenos. Y el caso es que, pese al tono habitualmente cauto hasta lo anodino con el que el presidente nos ilustra en sus comparecencias informativas, me atrevo a decir que él piensa, como quien suscribe, que posiblemente el año no será tan, tan políticamente horrible y degradante como 2016; pero, desde luego, eso está lejos de significar que vaya a ser aburrido. Todo lo contrario.

Y eso que dicen que las democracias, para rodar bien, tienen que ser aburridas. Si lo sabrá Mariano Rajoy. Precisamente por su carácter algo saltimbanqui se ven como se ven Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que menudo follón está armando en el aún muy joven Podemos. Vistalegre II va a resultar, a este paso, un espectáculo no sé si alegre a la vista, pero sin duda animado. Mucho más, sin la menor duda, que el coetáneo congreso del Partido Popular, donde lo previsible es que no haya nada imprevisible, usted me entiende: puede que no cambien ni siquiera a la secretaria general, que es ahora ministra generala, aunque a bastantes les parece que resulta un poco chocante eso de que la secretaria general de un partido político ande pasando revista a las tropas.

Pero, para mí, lo verdaderamente importante, desde el punto de vista de la política nacional, no es si el PP nos demuestra que es el único partido que mantiene una cohesión envidiable en comparación con los demás, que parece que así es. Ni en comprobar que los 'pablistas', tan jaraneros, ganan a los 'errejonistas', que a saber dónde acabarán. Sino que lo más trascendental será lo que ocurra con el que aún sigue siendo el segundo partido en el elenco de las formaciones nacionales, el PSOE.

Aún no sabemos ni cuándo celebrarán los socialistas su congreso, que lleva ya casi un año de retraso antiestatutario, ni quiénes serían los/as candidatos/as a la secretaría general tras sortear las primarias, ni con qué programa de actuación va a afrontar el futuro. Al presidente de la gestora, Javier Fernández, hay que reconocerle su eficacia a la hora de mantener en pie el edificio en riesgo de ruina que le dejó Pedro Sánchez; a este hay que agradecerle su escasa eficacia a la hora de tratar de mantenerse en la pomada, lo que sigue abriendo una brecha en el partido más histórico de España, el que más puede hacer a la hora de obligar a Rajoy por la senda del reformismo en serio.

Así que ya vemos que, en lo referente a lo que hagan o dejen de hacer los partidos -también Ciudadanos consolidará al siempre esperanzador Rivera en un congreso nacional que demostrará, no obstante, las debilidades en la plantilla de la formación naranja-, los comentaristas y el público en general no vamos a tener tiempo de aburrirnos. Y no hablemos ya de una más alta política. Por ejemplo, la territorial. Tengo para mí, y reconozco que es un vaticinio arriesgado, que el problema catalán no va a ser, valga la redundancia, tan problemático: habrá acuerdo 'in extremis' que alejará la tentación de independencia inmediata si ambas partes saben negociar inteligentemente una salida, que pase por algún tipo de consulta 'sin riesgos' a los catalanes -tome nota: artículo 152.2 de la Constitución_ y por algún tipo de cesión por ambas partes, la de los que van a la Conferencia de presidentes autonómicos y la de los que no. Y eso nos incluye a las opiniones públicas y publicadas de aquí y de allá.

O sea, que 2017 va a ser un año de intensos debates en torno a las inevitables reformas, porque digo yo que el PP, por muy confortablemente que esté gobernando ahora (aunque mira que les cuesta reconocerlo), tendrá que cumplir los acuerdos suscritos con Ciudadanos. Y, si el PSOE encuentra su punto de equilibrio, más aún. Seamos, en el fondo, optimistas, que nos queda un cierto espacio para serlo. Otra cosa, claro, es, desde mi punto de vista, un mundo dominado por Trump. Y por Putin. Y por esos populistas que no ganarán ni en Francia ni en Alemania, pero que darán todavía algún susto. Yo creo que en España estamos a punto de recuperar la cordura, pero el mundo está a punto de volverse loco. O sea, fuera el aburrimiento, y conste que para nada me alegro de eso.


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No como 2016, pero 2017 aburrido no va a ser, no