• jueves, 28 de marzo de 2024
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Opinión / Editor del Grupo Diariocritico.

El gran proceso a la corrupción

Por Fernando Jauregui

La 'movida' en el PSOE ha servido para tapar, pero solo momentáneamente, otros temas que hubiesen merecido los honores de los principales titulares de los periódicos.

Temas que hubiesen copado las portadas: el comienzo del juicio de las tarjetas 'black', con declaración de Rodrigo Rato incluida, y, sobre todo, el inicio, tras más de siete años de instrucción agónica, de la vista oral del 'caso Gúrtel', o de una de las partes del mismo, ya que las ramificaciones son múltiples, como se sabe.

Estamos, y para colmo en un momento político especialmente delicado, ante el gran proceso a la corrupción pasada. Que tendrá, o no, una correlación en una comisión de investigación parlamentaria de las actividades corruptas ejercidas por miembros del PP en el pasado, tal y como acordaron en su pacto de investidura el PP y Ciudadanos.

Obviamente, las cosas no se van a limitar a hablar de la corrupción del partido gobernante, sea en Madrid, en Valencia o en otros varios puntos de España. En lo referente a la corrupción, el 'y tú más' tiene forzosamente que abarcar también lo ocurrido durante tantos años en la Andalucía socialista y no digamos ya en la Cataluña 'convergente'.

Y supongo que es bueno ese repaso a todo lo ocurrido en más de una década de abusos, prevaricaciones, cohechos, desvíos de fondos, recalificaciones urbanísticas sospechosas y apropiaciones indebidas, o sea, latrocinios sin más. Se ha tomado el pelo y se ha defraudado masivamente a la ciudadanía, y eso tiene un coste político, además de penal y civil. De lo segundo son los tribunales quienes deben ocuparse y, aunque sea tan tardíamente como se ha puesto de manifiesto en el asunto Gürtel, entre otros, hay que confiar, no queda otro remedio, en el correcto funcionamiento de la Justicia española.

Debo decir que tengo la impresión de que la mayoría de los casos punibles no han quedado, ni van a quedar, sin el correspondiente castigo. Es más, seguramente ha habido incluso claros excesos a la hora de declarar imputados o investigados a determinados políticos que quizá no merecieron la 'pena de telediario' impuesta por una imputación judicial innecesaria.

En cualquier caso, ya no hay ni 'negligencias in vigilando', ni excusas posibles sobre ignorancias indebidas, ni (demasiados) vacíos legales a los que poder aferrarse cuando se habla de escaso ímpetu en la lucha contra la corrupción. La verdad es que, hoy, ni el 'caso Filesa', ni el Roldán, ni el Bárcenas, ni la Púnica, ni los ERE, ni el elefante de Botswana, ni tantas cosas como podríamos seguir citando, e incluyo el aún casi impune 'caso Pujol', serían ya posibles.

Voy a ir más lejos: no sé si porque se han aprobado leyes eficaces, que tampoco ha sido para tanto, cuanto por la enorme reprobación social que pesa como una losa sobre la conciencia de eso que ha dado en llamarse 'clase política', me da la impresión de que España ha dejado de ser un país eminentemente corrupto, como lo venía siendo, especialmente desde la última Legislatura de Felipe González y siguientes.

Y conste que no digo que la 'era Rajoy' haya terminado con una corrupción que fue rampante. No; incluso, cierto es que el presidente en funciones y su entorno más cercano hicieron la vista gorda ante los desmanes de alguno, a quien hasta se aconsejó 'ser fuerte', como si fuera víctima de una injusticia. Más bien, pienso que ha sido un proceso gradual, de hartazgo del conjunto de la sociedad con el comportamiento de algunos representantes que no merecían serlo, lo que ha puesto un freno eficaz a los abusos.

En todo caso, el resultado ha sido bueno. Incluso usos sociales arraigados en los comportamientos de la ciudadanía (uso de dinero 'b', falsedades en las valoraciones de inmuebles, ciertos tráficos de influencias) han comenzado a ser mal vistos, inaceptables. Y por ahí, incluso más que a través de una legislación restrictiva o de la actuación de los tribunales, empieza la verdadera lucha contra la corrupción.

Que es algo, la invocación de esta lucha, que jamás debería utilizarse, en el contexto al que me estoy refiriendo, para impedir pactos políticos. Que se haya argumentado la 'corrupción de Rajoy' para evitar llegar un acuerdo de investidura que resolviese el atasco político brutal que padecemos, me parece un falso pretexto.

En primer lugar, porque pienso que existe una idea generalizada en el sentido de que Rajoy no es personalmente un corrupto, ni un político indecente, aunque algunos personajes cercanos a él si hayan podido serlo. Y, en segundo lugar, porque, por encima de las luchas partidistas (el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra) debe prevalecer la sensación de que más importante que castigar la corrupción pasada, que también, es garantizar una España más justa, equitativa, unida, libre y democrática. Y eso nunca se podrá lograr tirándonos las hemerotecas a la cabeza.


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